Encarnadoras de San Antonio: un antiguo oficio que está en serio peligro de extinción
Debido a la falta de recursos en la pesca artesanal, las 28 encarnadoras de la Agrupación San Pedro están a punto de desaparecer.
En 2011, las 28 encarnadoras pertenecientes a la Agrupación San Pedro, ubicada a un costado de la caleta Pacheco Altamirano, vieron cómo uno de sus más grandes sueños se volvía realidad.
Gracias al aporte entregado por un grupo de chilenos residentes en Australia, las mujeres lograron financiar la construcción de un galpón que prometía mejorar sus condiciones de trabajo en un ciento por ciento.
"Un día vino la esposa del embajador de Australia y se emocionó al ver en las condiciones en que trabajábamos, así que realizó algunas gestiones para que los chilenos que vivían allá nos ayudaran. Ese día que nos visitó se puso a llorar al conocer un poco más de las historias de cada una", recuerda Laura Leiva, socia de la Agrupación de Encarnadoras San Pedro.
"Estábamos tan contentas con la construcción del galpón porque, al fin, íbamos a poder trabajar en un lugar bonito, con todas las comodidades, pero al final todo sólo fue un sueño", lamenta Laura.
Por razones que las encarnadoras desconocen, los recursos entregados por los chilenos se acabaron antes de que la construcción estuviera terminada y al final el galpón quedó con varias carencias.
"No tenemos agua, por ende, no hay baño. El segundo piso donde tiene su sede el sindicato Nueva Generación no se puede usar y el techo en cualquier momento se viene abajo por culpa de la humedad y porque el material con que se construyó está cediendo. Para salir adelante habíamos pensando en colocar un café o un sanguchería, pero si no hay agua no se puede hacer nada", contó Laura, quien mira con algo de pena la construcción, que supuestamente tuvo un costo de más de 60 millones de pesos.
extinción
Pero el mal estado en que se encuentra la construcción no es tema para estas trabajadoras, sobre todo teniendo en cuenta que debido a la falta de recursos en la pesca artesanal, la mayoría de las encarnadoras ha tenido que buscar una nueva forma de ganarse la vida, la que no siempre ha dado buenos resultados.
"Como no hay sardina, los pescadores prefieren salir a la mar con red y para eso obviamente no necesitan a las encarnadoras porque al final somos un gasto más", reconoce Victoria Leiva, otra socia de la agrupación.
"La cosa se puso mala durante este invierno. Ahí dejamos de trabajar de forma definitiva. Lamentablemente casi todas nuestras socias eran jefas de hogar, con hijos y hartas deudas que pagar, así que al final comenzamos a trabajar en los PGE (Planes de Generación de Empleos), pero hubo un recorte de personal y la mayoría fue despedida", cuenta Laura, una de las ocho encarnadoras que aún continúan trabajando en los PGE.
"Hay casos dramáticos, sobre todo con las socias más viejitas. A veces las que estamos trabajando, juntamos algo de plata y con eso les mandamos mercadería, pero imagínese que algunas abuelitas se toman una sopita al día y nada más. Tampoco pueden buscar pega porque a su edad tampoco las van a contratar. La mayoría no tenemos estudios, estamos a punto de desaparecer y nadie se preocupa de eso", alerta Laura.
No sólo mujeres formaban parte de la agrupación, ya que varios hombres trabajaban junto a ellas.
"Hubo unos hermanos que siempre venían a trabajar con nosotros. Ellos vivían en condiciones bien precarias, así que todo lo que lograban ganar les servía, pero con la falta de recursos se quedaron de brazos cruzados y llenos de deudas", cuenta Victoria.
abundancia
Atrás quedaron esos años donde las encarnadoras se convirtieron en una parte importante de la pesca artesanal y en donde la bonanza alcanzaba para todos quienes vivían de la actividad extractiva.
boom
"En los años 80 se desató el boom de la pesca y, por ende, nosotros ganábamos harta plata. Trabajábamos mucho, pero valía la pena por 8 mil pesos diarios, eso era harta plata en ese tiempo. A veces estaba lloviendo muy fuerte y nosotros bajo la lluvia, pero no nos importaba. Pero ahora último ganábamos mil 500 pesos, con suerte y quién vive con esa plata, sobre todo cuando hay hijos que alimentar", recalca Laura, quien logró educar a sus hijos gracias al esfuerzo de ella y de su marido.
"Hay socias que no tenían qué comer, por eso decidimos inscribirnos en los PGE, pero después cuando las despidieron fue muy triste porque le rogaban a la señora que las dejara, pero no podían y las mandaban al Sence", detalla Víctoria.
"A veces llegábamos a la casa con los dedos todos hechos tira, llenos de hoyos por los pinchazos, pero al final valía la pena. Estábamos todo el día trabajando, contándonos nuestras cosas, arreglando el mundo, pero ahora de todo eso no queda nada. Uno mira el galpón vacío y da harta pena, sobre todo porque yo trabajé encarnando desde los 12 años, y no sé hacer otra cosa", agrega Laura.
Por estos días, Victoria y Laura junto a otras seis encarnadoras se dedican a mantener limpio el sector de la caleta Pacheco Altamirano y a realizar uno que otro pololito.
"A veces le damos desayuno a los pescadores que llegan o servimos almuerzo. Con eso tenemos para nuestros gastos y para ayudar a otras socias. Afortunadamente nosotros con la Victoria tenemos hijos grandes, que ya se educaron y eso nos tiene un poco más tranquilas, pero igual nos afecta ver a nuestras compañeras tan mal", reconoce Laura.
Victoria y Laura Leiva son hermanas. Ellas provienen de una reconocida familia de pescadores, por eso a pesar de todo, no pasa un día en que no visiten la caleta.
"Nosotros nos criamos en este lugar. Por eso le tenemos tanto cariño a este oficio que nos enseñó nuestra mamá. Yo dejé el colegio en séptimo básico y siempre me dediqué a esto con mi hermana", dice Laura.
"Todos los días llegamos como a las 10 de la mañana. Nos preocupamos de limpiar cada rincón de la caleta y después como a las 4 de la tarde nos vamos a ver a nuestra mamá. Yo pienso que nosotras nos vamos a morir en este lugar. Menos mal que ninguno de mis hijo quiso ser pescador porque es un trabajo muy sacrificado, mal mirado, mal pagado y al final uno nunca sabe si van a volver", asegura Victoria.
ayuda
Ambas mujeres reconocen que no son sólo las encarnadoras las que están atravesando por una difícil situación, sino que todos los trabajadores relacionados con la pesca artesanal.
"Si no hay trabajo para los pescadores tampoco hay para los que dependemos de la pesca. Todos nos hemos visto afectados por la falta de recursos, pero al final nadie hace nada", reclama Victoria.
"Nosotros pensamos que con la elecciones algunos candidatos iban a venir a saludarnos y a ofrecernos su ayuda, pero ni se asomaron por aquí. Las encarnadoras nunca recibimos ayuda de nadie porque cuando a los pescadores les entregan bonos o mercadería, eso no nos toca a nosotras", reconoce Victoria.
"La única vez que recibimos un bono fue cuando hubo un derrame de petróleo y la empresa aseguradora del barco indemnizó a todos los que trabajábamos en el borde costero, pero esa fue la única ayuda que hemos recibido", culmina Victoria.
"Casi todas nuestras socias eran jefas de hogar, con hijos y hartas deudas que pagar" Victoria Leiva, encarnadora
"Nosotros pensamos que con las elecciones algunos candidatos iban a venir a saludarnos y a ofrecernos su ayuda, pero ni se asomaron por aquí". Victoria Leiva, encarnadora