Dueños del mítico Florita dan un paso al costado tras 40 años de esfuerzo
Con su trabajo de todos los días dieron vida a uno de los restoranes más conocidos de San Antonio, el que pasará a una nueva administración.
"Ha pasado mucho tiempo, son tantos años que ya se hacía necesario dejar de trabajar. Fueron 40 años de sacrificios para salir adelante con la familia y de eso estoy orgullosa".
Las palabras son de María González, quien las dice mientras observa unas fotografías de hace 40 años.
A su costado, su marido Servando Núñez también mira las imágenes. "Ahí está el compadre. Uh, que estaba joven. Cómo pasa el tiempo".
María González y Servando Núñez viven otra etapa de sus vidas, un periodo de descanso tras largos años de esfuerzo en los cuales dieron vida, levantaron y le dieron prestigio a San Antonio a través de su restorán Florita ubicado en Pedro Montt 169.
Sí, el conocido restorán que por cuatro décadas formó parte de la oferta gastronómica de esta ciudad y que era punto de reunión obligada para los sanantoninos, turistas y trabajadores que llegaban a este puerto.
Allí en Pedro Montt, este restorán formó parte de una tradición que se prolongó en el tiempo y que se forjó en base al trabajo diario de este matrimonio sanantonino.
Este mes decidieron dar un paso al costado de tanto ajetreo. Ella por cansancio más que nada y él por razones de salud.
Pero siempre guardan para sí, el orgullo de haber comenzado una tradición que espera se mantenga con el cambio de administración.
"El recinto se arrendará y el nuevo administrador nos aseguró que mantendrá el nombre. Nosotros le dijimos que ojalá así lo hiciera", cuenta doña María con algo de nostalgia.
Comienzo
Es que no es fácil comenzar con un negocio como un restorán en San Antonio si al principio no se tiene más que las ganas.
María González recuerda como si fuera hoy sus inicios en el rubro.
"Yo llegué de Cuncumén a trabajar como mesera al hotel Libertad. Este edifico estaba en Pedro Montt, donde existe un estacionamiento. Era un lugar muy elegante donde llegaban muchas personas a hospedarse. Estuve 14 años en ese trabajo y para mí fue una etapa muy linda, ya que me recibieron muy bien y conocí personas que fueron importantes para mí", señala.
En tanto don Servando, que escucha atentamente, cuenta que "lo mío fue distinto, yo me instalé en Lo Abarca y después en San Carlos con un criadero de pollos. Tenía un grupo de amigos con el cual veníamos a pasarlo bien a San Antonio. Y en una de esas, nos invitaron a pasar un "18 chico" a una fonda de Agua Buena -que era muy buena- y allí conocí a mi señora, jajajaja".
Y fue la iniciativa de María González quien dio comienzo a toda esta historia.
"Miré, yo siempre quise tener una fuente de soda chiquitita donde entregar comida a los visitantes que llegaban. Era una idea que siempre rondaba en mi cabeza y como en mi trabajo conocí personas que me fueron guiando, lo pude conseguir. A ese primer local pequeño le pusimos Florita en recuerdo a quien nos apoyó mucho en nuestros comienzos".
"Al poco tiempo nos empezó a ir bien. Era un lugar donde trabajábamos todos. Había que ponerle el hombro para salir adelante y como somos ordenados, pronto ya pensábamos en tener algo más grande", dice.
Hasta que pronto llegaría ese momento. Fue en el año 1975 cuando se dio la oportunidad de acceder a un recinto más grande. Siempre con la idea de dedicarse a la venta de comidas.
"Nuestra ocasión se dio pronto -dice Servando- Estaba el local de San Antonio 169, pero nosotros no teníamos los recursos para tenerlo y mucho menos para equiparlo como un restorán a la idea que teníamos en mente. Así es que debimos recurrir a los bancos y gracias a Dios confiaron en nosotros y nos dieron los créditos necesarios. Conocíamos personas que nos abrieron las puertas del Banco del Estado de aquel entonces y del Banco de Crédito. De otra forma no pudimos haberlo hecho. Estamos agradecidos, porque creyeron en nosotros".
-¿Pero no fue fácil?
-Claro que no. Había que ser ordenado y metódico para pagar. Fue el momento de sentar cabeza y como pronto tuvimos familia, (tienen dos hijas Ingrid y Emilia) debimos ser más precavidos entonces.
"Uh, fue harto trabajo para comenzar -refrenda doña María-, trabajábamos todos los días, desde temprano hasta bien tarde. A veces mi mamá nos ayudaba, también tuvimos que contratar personas para que nos colaboraran, pero yo nunca dejé de estar ahí".
-Esa es la clave parece...
-Por supuesto. A nosotros nunca nos dieron nada, todo fue producto de nuestro trabajo. Incluso en los momentos más complicados, salimos adelante.
-¿Hubo muchos de esos?
-Hay dos que claramente recuerdo. El terremoto de 1985 que causó hartos destrozos y el otro fue un aluvión que se produjo cuando se salió el estero Arévalo. Por ahí tenemos unas fotos que muestran hasta dónde llegó el agua.
-¿Cómo fue eso?
-Se salió el estero un día y al poco rato el agua y el barro bajaron por Pedro Montt. Entró al local y llegó hasta más de un metro de altura. Ahí tuvimos que empezar otra vez prácticamente de cero.
-¿Pero eso no los desanimó?
-Por momentos sí, pero esto era nuestra vida y no lo íbamos a dejar así como así. Al tiempo recomenzamos y después llegó una buena noticia con el ensanchamiento de la calle Pedro Montt. Resulta que ahí se expropiaron unos terrenos y a nosotros nos indemnizaron. Con ese dinero cubrimos lo último de la deuda que teníamos con los bancos. Fue un tremendo alivio y un descanso. Después trabajamos mucho mejor.
Se fueron al chancho
Si hay una especialidad que recuerdan hasta hoy generaciones de sanantoninos, es la forma en que se preparaba el chancho en este restorán.
Don Servando tiene las imágenes en su mente como si hubieran sido ayer. "Yo tenía un sitio en Santo Domingo donde criábamos cerdos. Desde ahí mismo los traíamos faenados para trabajarlos en el restorán. El cerdo a la chilena era lo mejor. Los costillares, las prietas, longanizas, arrollados; en fin, un montón de cosas que hacíamos.
Pero eso no era todo. Ya que se destacaba su pescado frito y las parrilladas. Bueno, bonito y barato. Las recurridas 3B que en este caso se aplicaban a la perfección.
-¿Ud. le metía mano al asunto?
-Pero claro. Hacíamos de todo y aprendimos con el tiempo.
-Dicen que las empanadas del Florita se hacían pocas...
-Uh, siempre quedábamos cortos. ¡Faltaban! Buenas empanadas, buenas.
-Eran buenos tiempos...
-El local andaba bien, dábamos pensión y diariamente había entre 30 y 40 personas al almuerzo. Fue una época linda porque se veía que el esfuerzo de uno daba sus frutos. Después la cosa cambió y ya no era como antes.
Paso al costado
Pero todo este esfuerzo también le pasó la cuenta a esta matrimonio.
Si bien hoy viven cómodamente en su casa de Placilla, el tiempo de esfuerzo se deja sentir.
"Ya estaba cansada -cuenta María- había sido mucho tiempo y ya no tenía ganas de seguir. Un día dije que no iba a ir al local y al día siguiente lo mismo. Además mis hijas me decían que ya estaba bueno, que no era necesario seguir. Y les hice caso".
-¿Fue difícil?
-No tanto como yo creía que iba a ser. Recuerdo que nunca nos tomamos vacaciones. No somos mucho de eso. Antes no era como hoy que hay gente que no puede vivir sin vacaciones...
Servando Núñez dice que "claro, uno se afecta la salud y eso hace pensar las cosas. Fueron 40 años de trabajo y gracias a ello pudimos educar a las hijas y sacar la familia adelante. No me arrepiento. Tuvimos nuestro restorán, tal como lo habíamos soñado y además creo que dejaremos una huella en la historia de San Antonio".