Viejo Pascuero: ¿Cuándo hay que decir la verdad?
Lo importante es que el proceso se viva de forma natural y no queden traumas dolorosos.
La idea es no traumatizar a los creyentes, que son niños con su criterio aún en formación. La idea, entonces, es que el proceso de creer y dejar de creer en el mito pascuero se produzca de forma natural. Aunque, según varios sicólogos expertos en la materia, tampoco es algo tan tremendo dejar de fantasear con él.
"Los beneficios concretos de creer en el Viejo Pascuero no son tantos", comunica la sicóloga Marjorie Taylor, directora del Laboratorio de Investigación de Niños en la Universidad de Texas. ¿Cómo, dice señora Taylor? "Lo que sucede es que los niños que no tienen una vasta imaginación se acomodan en la creencia. Y dejan de tener más inquietudes".
Además, según dice la doctora Taylor, sustentada en estudios específicos sobre el tema, "los niños no presentan un dolor muy fuerte al enterarse de la situación. En líneas generales lo saben llevar con tranquilidad. Y, además, apenas lo saben, su tristeza es extremadamente corta".
Por eso, definir una fecha adecuada, no tiene sentido, según los expertos. Los niños vivirán el proceso natural que corresponda. Lo importante, enfatizan los sicólogos, es no privar al niño de su desarrollo personal en el ámbito de la fantasía.
"Hoy más que nunca la tradición cultural de la fiesta navideña y sus regalos se debe mantener para permitir organizar en el ámbito familiar un momento de ilusión, anhelos y expectativas, que sabemos que han dejado su huella en el recuerdo", señala la sicóloga española Susana Carro.
Carro sostiene que el magma de las creaciones culturales de la era contemporánea están, justamente, en el fomento de las ilusiones. Los niños, dice, deben creer. Y, en algún momento, ellos deben dejar de creer. Se debe fomentar la ilusión. Y no se debe manejar a la fuerza la desilusión.
Es, dice Carro, la vida misma. Con magia y sin ella.
Según los expertos, creer en el Viejo Pascuero es muy útil para los seres humanos. Más que nada porque fomenta la fantasía. Y eso, a la larga, genera la transmisión de valores. Y, contra lo que se piensa, los niños que han desarrollado bien su fantasía, después son adultos más maduros. Aunque suene raro.
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