Las historias no contadas que marcaron la vida del pequeño gigante del teatro sanantonino
Claudio Pontigo, Premio Municipal de Artes 2002, sufrió el asesinato de su padre cuando tenía 22 años. Ese hecho terminaría siendo clave no sólo en su vida, sino también en la creación de sus obras.
Hay hechos que marcan la vida de los hombres. Y este fue uno de ellos. Claudio Pontigo Guzmán (47), actor, director de teatro, Premio Municipal de Artes, tiene clavada en su memoria aquella noche del 2 de diciembre de 1988. Su madre tejía en el living de su casa de Bellavista a la espera de la llegada de su esposo, Moisés Pontigo Meléndez (56), mientras Claudio, el menor de ocho hermanos y en ese entonces de 22 años, preparaba una escenografía para una obra que presentaría al otro día en la Parroquia de San Antonio junto a su taller Talita Cum.
Esa noche se fue acostar agotado y al otro día se levantó temprano. Su madre, Martina Guzmán, seguía tejiendo en el mismo sillón en que Claudio la había visto la noche anterior. Moisés Pontigo, jefe de hogar y taxista de oficio, no había llegado a la casa en toda la madrugada.
Aquella mañana del 3 de diciembre Claudio se fue a la parroquia para afinar los últimos detalles de la obra que exhibirían por la tarde.
Eran cerca de las 10.30 de la mañana cuando Luis Alfonso Valderas, su amigo y ex compañero en el Liceo Fiscal que con el paso de los años se convertiría en el rostro más emblemático de Canal 2 TV San Antonio, apareció en el templo de calle Centenario para darle una noticia en su particular estilo.
-"¿Tú tienes papá?", le consultó el en ese entonces reportero radial.
-"Sí", le respondió el actor.
-"Pues bien, ahora no lo tienes", le lanzó Valderas sin filtro.
"Recién ahí me comencé a enterar de que a mi papá lo habían asesinado la noche anterior. Fueron dos conocidos de él que tomaron su taxi justo antes de que regresara a la casa. Como los conocía, decidió hacer la última carrera de esa jornada. Lo asaltaron y lo mataron para robarle lo que había ganado en el día", relata Pontigo, 25 años después del episodio más doloroso de toda su vida.
Con el transcurso de las horas se enteró de otros detalles. Los delincuentes maniataron de pies y manos a su padre y lo golpearon hasta matarlo en un sitio eriazo cercano al vertedero, en el camino Viejo a Cartagena. "Incluso le lanzaron enormes piedras en la cabeza para asegurarse, porque sabían que mi padre los iba a reconocer si lo dejaban vivo", revela el director teatral.
-¿Y por qué Luis Valderas le aviso la muerte de su padre de esa manera?
-Alguna vez se lo pregunté y me dijo que estaba tan nervioso que no sabía cómo decírmelo. Lo hizo en su estilo.
Los homicidas actuaron con un tercer sujeto que no quiso participar en el crimen y que luego, atribulado por su conciencia, contó el hecho en su familia y la versión llegó a oídos de Carabineros. La policía no tardó en capturar a los asesinos, quienes fueron condenados a duras penas que Pontigo ni siquiera recuerda.
SIN RENCOR
A pesar de lo traumático y doloroso de aquel acontecimiento, el Premio Municipal de Artes no guarda odio ni rencor a los dos hombres que le arrebataron la vida a su amado padre.
"Yo preferí verle el lado positivo (al crimen). Me sirvió mucho para afrontar mi vida", reflexiona.
Ese mismo día en que Valderas le informó la muerte de su padre, Claudio Pontigo hizo suya una frase inherente al mundo artístico: el show debe continuar.
"Pese a todo, decidí presentar igualmente la obra esa misma tarde. La parroquia de San Antonio estaba llena y nosotros colocamos una vela en honor a mi padre. La gente se rió mucho con nuestra actuación y fuimos muy aplaudidos", recuerda.
Tras la presentación, los mismos asistentes hicieron una enorme fila para darle el pésame. Varios de ellos lo acompañaron después hasta su casa para participar en el velatorio.
perdón
En 1990, dos años después del crimen, Pontigo creó el taller infantil de teatro Zapatito Roto, al alero de la escuela Padre Andre Coindre de Bellavista. "Venían muchos niños y siempre había uno que se quedaba afuera del colegio mirando lo que hacíamos. Un día pregunté quién era y me dijeron que era el hermano de uno de los sujetos que había matado a mi papá".
Claudio reaccionó de acuerdo a lo que le dictó su corazón. Se acercó al niño y lo invitó a participar en el Zapatito Roto. "Le dije que el taller de teatro estaba para que cosas como el crimen de mi padre no volvieran a pasar en San Antonio. Él se integró al taller y hoy somos grandes amigos".
El paso siguiente fue conocer en persona a la madre de ese niño y del asesino de su padre, porque en ese entonces los apoderados debían asistir a las reuniones. "La señora no había querido ir, pero yo le dije que fuera, porque esa era una forma de evitar que sus otros hijos cayeran en la delincuencia. Finalmente fue y también nos hicimos muy cercanos. Ella nos hizo los pasteles durante muchos años".
-Sí, y creo que yo lo hice como una forma de sanación. Es mi forma de ser. Incluso una vez me encontré en la calle con uno de los autores del crimen y lo saludé. No siento odio ni rencor.
-¿Cómo marcó su vida el asesinato de su padre?
-Me marcó mucho. Sin darme cuenta en todas las obras que escribía siempre moría un personaje. Tenía que ver con eso. Pero esos personajes siempre iban a un lugar más placentero.
pequeño arquero
Mucho antes de que la actuación se apoderara de su existencia, Claudio Pontigo tenía una gran pasión: el fútbol. A pesar de su diminuta estatura -actualmente mide un metro y 60 centímetros-, demostró grandes condiciones como arquero. Partió jugando en Balmaceda y fue seleccionado infantil, imponiéndose por sobre otros porteros de mayor envergadura física.
"Era más chico que ahora, pero jugaba bien", rememora Pontigo, quien años más tarde defendería el arco de Estrella de Chile y hoy, con 47 años a cuestas, el de Bello Horizonte de Bellavista.
Y es que su pequeña estatura nunca ha sido un problema para este gigante del teatro, ni siquiera cuando se hizo cargo de la portería de la Disco Show de calle Centenario.
"Una vez un tipo grande me tomó del cuello y me levantó, pero no pudo botarme. Cuando me soltó, lo empujé y se cayó por la escalera. No volvió por otra", desclasifica escarbando en el baúl de sus anécdotas más sabrosas.
amor por el teatro
Estaba en cuarto medio en el Liceo Fiscal cuando junto a sus compañeros tuvo que actuar en la Competencia Estudiantil en la Disco Show. "Yo siempre fui pelusa y bueno para la talla en el colegio, pero ahí, en esas presentaciones en la disco, nació mi pasión por el teatro. Al año siguiente ya era el director del grupo de teatro de la Disco Show, que básicamente hacía humor".
Así inició una fructífera carrera como actor y director del Talita Cum, compañía por la que han pasado entre quinientos y mil sanantoninos, muchos de los cuales siguieron estudiando teatro de manera profesional. El taller cumplió el año pasado 26 años con un lema que a Pontigo le recordó la trágica muerte de su padre: "El show debe continuar".
En todos estos años ha escrito más de un centenar de obras y su trabajo fue reconocido en 2002 por el municipio sanantonino, que le otorgó el Premio Municipal de Artes. En diciembre pasado publicó su primer libro "Desde acá, teatro en el puerto", que contiene algunas de sus mejores obras, las mismas que ha presentado junto a Talita Cum en Perú, Argentina, Uruguay, Francia y Suiza.
Muy pocos saben que hubo un tiempo en que el actor estaba decidido a convertirse en sacerdote. "Fue en la misma época en que murió mi padre y lo veía como una forma de poder ayudar a la gente que más lo necesita", dice Pontigo dando cuenta de su sensibilidad con los más pobres.
En ese tiempo se hizo muy amigo del cura de la parroquia de San Antonio, el conocido Ricardo "Chocolito" Reyes, con quien a menudo discutía acerca de su vocación sacerdotal.
"El padre Chocolito me manifestó una cosa que me marcó muchísimo. Me dijo que no era necesario usar sotana para ayudar a los más pobres, y que eso también podía hacerlo desde el teatro", rememora.
Entonces Claudio, todavía una persona muy creyente, se olvidó de la sotana y optó por recorrer el camino de las tablas.
"Fueron dos conocidos de él que tomaron su taxi justo antes de que regresara a la casa. Como los conocía, decidió hacer la última carrera de esa jornada. Lo asaltaron y lo mataron para robarle lo que había ganado en el día".