El festival que tuvo a los músicos de la Sonora San Antonio seis días sin dormir por culpa de las almas en pena
Raúl Farías, guitarrista y director de la mítica banda, recuerda su inolvidable paso por Alhué, localidad donde aprendieron que sí existen los hechos paranormales.
Raúl Farías Jerez no recuerda con precisión las fechas, pero sí el horror y el espanto que vivieron todos los integrantes de su banda, la mítica Sonora de San Antonio, aquella inolvidable semana.
Escarbando en el amplio baúl de su memoria, el guitarrista y eterno director artístico de la sonora relata que el episodio ocurrió en una perdida semana de los años "90, cuando en pleno verano fueron invitados a tocar al festival de la Semana Alhuina.
"Nos habían contado lo que se decía en torno al pueblo: que era la cuna donde había nacido el Diablo, porque Alhué estaba lleno de minas de oro. Pero al principio nadie le prestó mayor atención a ese comentario", rememora Raúl Farías.
Cuando arribaron a la localidad cercana a Melipilla los músicos sanantoninos vieron algo que los dejó atónitos e inquietos. "El Cristo de la iglesia tenía pelo natural y en todas las casas había cruces blancas en la entrada. Recién ahí nos empezamos a preocupar", relata el guitarrista de 61 años.
Los miembros de la sonora llegaron puntualmente a las 3 de la tarde a la primera prueba de sonido, tal como estaba estipulado. El sol pegaba más fuerte que nunca en el poblado y la temperatura llegaba fácilmente a los 35 grados a la sombra. Era un infierno terrenal.
Lo que Raúl Farías y sus compañeros no sabían era que la Sonora San Antonio había sido contratada no sólo para brindar su propio show, sino también para acompañar al resto de los muchos artistas que ese año se presentaban en el festival.
"Ese primer día empezamos a probar sonido a las 3 de la tarde y no paramos hasta las 6 de la mañana del otro día", asegura Farías.
Sencillamente agotados por tan extenuante jornada de trabajo, los músicos del puerto se fueron rendidos a la escuela básica de Alhué, donde pernoctarían durante las seis noches del festival.
"Lo único que queríamos era dormir, pero no pudimos pegar las pestañas en todo lo que quedaba de la mañana. Sentimos penar todo el tiempo y de verdad que daba mucho miedo", desclasifica el sempiterno guitarrista de la sonora más popular de San Antonio, que está cumpliendo 44 años sobre los escenarios.
Farías rememora que todos los miembros del grupo sintieron lo mismo al interior de aquella escuela: puertas que se abrían y cerraban sin explicación y unas energías extrañas que recorrían las salas y los pasillos.
"Las llaves de los baños también se abrían solas. Daba mucho miedo ir solo al baño, pero la gente de allá decía que eso era común, que no había de qué asustarse", señala.
DOBLE TORTURA
El problema fue que la doble tortura duró las seis jornadas del certamen artístico. Doble tortura porque todos los días tocaron entre las 3 de la tarde y las 6 de la mañana; y después de eso debían soportar a los espíritus que se habían apoderado de la escuela básica.
"Fue muy agotador porque prácticamente estuvimos los seis días sin dormir por culpa de las almas en pena. Al final queríamos puro volver a San Antonio", indica Farías sobre aquella experiencia vivida hace más de dos décadas.
Pero tanto esfuerzo y tanto miedo al menos tuvieron su recompensa. La organización del festival los premió con un galvano donde reconocía a la Sonora San Antonio como la "mejor banda que ha pasado por Alhué en los últimos 20 años". El galvano, recibido como un verdadero trofeo de guerra, todavía ocupa un lugar importante en la casa de Raúl Farías, en la calle Ejército de Barrancas.
PERDIDOS EN LOLOL
Como ésta, son varias las anécdotas que guarda la sonora en estos 44 años de carrera musical.
Otra de las historias memorables se produjo a mediados de los "80, en plena dictadura militar. "Se nos presentó una gran disyuntiva un fin de semana, porque nos habían contratado para tocar dos días en la Semana de Lolol, en la Sexta Región; pero en San Antonio también nos habían pedido que tocáramos en el casamiento de la hija del comandante de Carabineros. Y en esa época no se podía decir que no a una autoridad", apunta Farías.
Entonces se tomó una decisión salomónica: tres integrantes del grupo, entre ellos Raúl Farías, se quedaron en San Antonio para amenizar el matrimonio; y el resto de los músicos partió temprano y en dos autos rumbo a Lolol, junto al periodista Eduardo Rodríguez, quien había realizado el nexo para llevar a la sonora a la ciudad de la provincia de Colchagua.
La presentación de la primera jornada estaba pactada para cerca de las 21 horas. "Se suponía que Eduardo Rodríguez conocía bien el camino, pero al parecer quisieron tomar un atajo y se extraviaron entre los cerros. Me llamaron como a las 10 y media de la noche para decirme que todavía estaban perdidos", cuenta Farías.
En uno de los autos iba una caja con pescados que Eduardo Rodríguez les llevaba a sus familiares de Lolol. Después de tantas horas a pleno sol el olor a pescado comenzó a impregnarse en los cuerpos de cada uno de los músicos que viajaban en aquel vehículo.
Al final la Sonora San Antonio arribó al lugar del evento cerca de las 11 de la noche, cuando la gente ya empezaba a retirarse ante la ausencia de la banda encargada de poner el principal ingrediente de cualquier fiesta: la música.
"Como llegaron atrasados se tuvieron que subir al escenario tal cual venían, hediondos a pescado y a otras presas. A mis compañeros no les quedó más que apechugar y tocar así nomás. Al otro día nos fuimos los que nos habíamos quedado en San Antonio y brindamos un gran espectáculo. Nos aplaudieron harto, claro que a Eduardo Rodríguez todavía lo están esperando para que llegue con el pescado fresco", se ríe Farías al recordar una de sus anécdotas más sabrosas.
REENCUENTRO
En diciembre pasado, luego de que algunos de los integrantes más jóvenes de la banda decidieran iniciar proyectos independientes, Raúl Farías tomó la decisión de reunir a los miembros más antiguos de la sonora, casi todos de la categoría sub 60.
Al llamado llegaron el emblemático vocalista y principal rostro de la sonora, Luis Urra, Carlos Herrera (guitarra), Emilio Cabello (bajo), Eduardo Pizarro (batería), Juan Carlos Morales (teclado), Fernando Calderón (segunda trompeta), Patricio Oliva (saxo), Alejandro Valdebenito (trompeta) y el propio Raúl Farías.
"La química surgió de inmediato cuando nos juntamos a tocar. Sólo sentíamos las ausencias de Luis Santibáñez y Hernán "Chatito" Ortiz, ambos fallecidos", dice el director de la agrupación.
Desde el reencuentro se juntan a ensayar todos los viernes en la casa de Raúl Farías y el primer gran desafío lo tuvieron para el Año Nuevo pasado. Tocaron en pleno paseo Bellamar ante miles de turistas y residentes que viajaron al pasado con los éxitos de Pachuco, Tommy Rey y la Sonora Palacios.
"Mucha gente nos vio y se emocionó, porque a lo largo de estos 44 años hemos estado en cientos de matrimonios, fiestas y fondas acompañando a los sanantoninos".
Farías dice que hubo un tiempo en que la Sonora San Antonio era grito y plata. Fue en la década de los "80 cuando recién comenzaban a salir los cassette. A Luis Urra la gente le decía que cómo podía andar manejando un colectivo si era el vocalista de la Sonora de San Antonio. "La gente nos veía como estrellas, pero nosotros siempre fuimos humildes", reconoce Farías.
-Don Raúl, ¿cuáles son las canciones que más le gustan de su repertorio?
-Hay un bolero que se llama Remembranza; una cumbia que hicimos nosotros y que bautizamos como "Mono Caliente", en honor a la fonda más grande del estadio Municipal, donde tocamos más de 20 años; El Colectivero; y El Patita de Pollo, también de nuestra autoría.
Esta última canción tiene una historia muy particular. El Patita de Pollo era un niño de Barrancas que se hizo famoso por cantar en las calles y en las micros de la comuna y que tuvo una relación especial con la Sonora San Antonio. "Cada vez que teníamos una presentación aparecía el Patita de Pollo, y Luchín Urra, nuestro vocalista, lo subía al escenario para que cantara con nosotros. Tenía mucha gracia el muchacho y siempre decía que él era un miembro más de la sonora".
Un día de la década del "80 Farías y sus compañeros recibieron un duro golpe en lo más profundo de sus corazones. El Patita de Pollo había sufrido un mortal accidente mientras jugaba en unos roqueríos cercanos a Cartagena. "Desde ese día, cada vez que me pagan mi sueldo, voy todos los meses al cementerio a dejarle un ramo de flores al Patita de Pollo", confiesa Raúl Farías con auténtica emoción.
"Lo único que queríamos era dormir, pero no pudimos pegar las pestañas en todo lo que quedaba de mañana. Sentimos penar todo el tiempo y de verdad que daba mucho miedo", Raúl Farías, guitarrista y director de la Sonora San Antonio