J.L. Brito cumplió su sueño de niño: viajó a Ecuador para conocer las islas Galápagos
El defensor de la fauna silvestre estuvo en su salsa: compartió con tortugas gigantes, serpientes, iguanas y aves que sólo había visto en los libros.
Cuando tenía seis o siete año José Luis Brito no leía cuentos infantiles. Su máxima entretención era repasar una y otra vez una enciclopedia sobre Galápagos, un fascinante archipiélago compuesto por seis islas grandes y 30 islotes, ubicado a mil kilómetros de la costa de Ecuador, en medio del océano Pacífico.
El director del museo de San Antonio no sabe cuántas veces releyó aquel libro donde se mostraban tortugas gigantes, iguanas y un montón de aves endémicas, o sea, que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.
"Conocer Galápagos siempre fue uno de mis mayores sueños", confiesa el defensor de la fauna silvestre.
A principios de febrero, después de viajar 4.217 kilómetros, aterrizó junto a su novia, la periodista y ex candidata a diputada Marcela Espinoza, en el archipiélago con el que había soñado desde pequeño. Y el maravilloso lugar lo dejó encantado y de alguna manera lo transportó a su niñez. A los 47 años llegaba a conocer todo, o casi todo, lo que había visto en la enciclopedia que se transformó en su libro de cabecera.
"Lo que más me gustaba era el hecho de que Charles Darwin haya estado en Galápagos (en 1835) antes de llegar a Chile. Este lugar fue su inspiración para su teoría de la evolución de las especies", comenta Brito.
-A Darwin le llamó la atención los pinjones, un pajarito pequeño similar al gorrión de Chile. Se dio cuenta que estaba presente en todas las islas de Galápagos, pero con distintos aspectos. Los pájaros venían de un antecesor común, pero habían adaptado su pico y su plumaje de acuerdo a las condiciones de cada isla. Esto le permitió entender la teoría de la evolución de las especies.
en su salsa
En su viaje de 16 días por Ecuador Brito se sintió en su salsa. Estuvo tres días en la selva viviendo en una comunidad indígena, donde compartió con serpientes, papagayos y lagartos.
"Un día me estaba bañando en un río que estaba con pirañas, que en todo caso no atacaban a los hombres. En un momento pasó una canoa llena de gringos que me empezaron a fotografiar. Al parecer, por mi pelo largo, creyeron que yo era un indígena del lugar, jajaja", recuerda el ecologista.
tú eres José Luis Brito
En un centro de rescate de Galápagos vivió otra experiencia que quedó marcada en su bitácora. "Se me acercó una chica y me dijo tú eres José Luis Brito. Me contó que era alumna de veterinaria de la Universidad Mayor. Es raro que alguien te conozca a tantos kilómetros de San Antonio".
el trago amargo
En medio de toda su felicidad, el profesor sanantonino sintió un trago amargo. Aquella enciclopedia que leyó desde niño tenía como principal atracción al Solitario George, un macho de tortuga gigante encontrado en 1970 en la isla Pinta y que era el único ejemplar de su especie. En 1972 fue llevado a un corral de la estación científica Charles Darwin, en Santa Cruz, otra isla del archipiélago.
"Ahí se hicieron muchos esfuerzos por reproducirlo con ejemplares de otras especies, pero ninguno dio resultado. Aparentemente el Solitario George ya estaba muy viejo cuando lo encontraron. Siempre quise conocerlo, pero lamentablemente murió en junio de 2012. Eso me quedó marcado eternamente", confiesa Brito.
Tras su muerte, el Solitario George fue llevado a Estados Unidos para embalsamarlo. "Se le extrajeron tejidos de ADN para en el futuro ver la posibilidad de clonarlo y revivirlo", cuenta.
El Solitario George forma parte de las 6 especies de tortugas gigantes -de un total de 14- que desaparecieron en Galápagos a partir del 1800 a raíz de su caza masiva. "Los corsarios las cazaban para comérselas. Lo mismo ocurrió con muchas aves que, como nunca habían visto al hombre, se acercaban inocentemente".
José Luis Brito estuvo en el corral donde el Solitario George pasó sus últimos años, con temperaturas que oscilan entre los 35 y los 45 grados. Ahí, mientras observaba a dos hembras que compartieron con el extinto macho, reflexionó largamente e hizo un compromiso consigo mismo: "Me comprometí a contar su historia y a transmitir el mensaje sobre la importancia de la conservación de las especies, hasta el día en que yo me muera".
Brito dice que las islas Galápagos tienen una magia especial que se arrastra hace muchos años. "Antiguamente le llamaban las Islas Encantadas, porque los navegantes que andaban en veleros las veían, pero no podían llegar a ellas debido a las particulares corrientes marinas que existen".
-¿Qué fue lo que más te sorprendió de Galápagos?
-Lo más maravilloso fue tocar en vivo y en directo a las tortugas gigantes. Era lo que siempre había querido hacer. Me sentí todo un Darwin.
-Algunas, las que están en peligro de extinción, las tienen en corrales donde se reproducen. Las liberan después de los seis años para evitar que sean depredadas por otros animales. Se está haciendo un muy buen trabajo de conservación, porque están recibiendo bastante apoyo internacional para evitar que otras especies se sigan extinguiendo.
RESPETO Y HONRADEZ
RESPETO Y HONRADEZ
Brito dice que, a diferencia de lo que muchas veces ocurre en Chile, allá hay un respeto absoluto por los animales. "Si una iguana está en un asiento, nadie llega a espantarla para sentarse. Por el contrario, el gringo la deja ahí mismo y él se sienta en el suelo. Ojalá pudiésemos imitar algunas actitudes como esa en nuestro país".
Otra de las cosas que le llamó la atención al ecologista sanantonino fue la ausencia de robos y, por su puesto, de ladrones, algo tan típico en nuestro país. "La gente dejaba sus cámaras, bicicletas y sus bolsos en cualquier parte y nadie se las robaba. Las oficinas las dejan sin llave porque nadie roba nada. Eso es algo raro cuando vienes de Chile", comenta con humor.
-Es más caro que Santiago y eso que Santiago es una de las ciudades más caras de Sudamérica. Ocurre que todos los traslados entre islas son largos, de dos horas como mínimo, y se usan taxis marítimos que no cobran menos de 60 u 80 dólares (entre 33 mil y 45 mil pesos chilenos). En la selva era todo más barato. Podías pasar un día por 10 dólares ($5.500).
-La mayoría son estadounidenses, luego europeos, orientales y argentinos. Los chilenos llegan en muy poco número.
-Sin duda la honradez de la gente y la conciencia que tienen para cuidar su patrimonio natural. A los niños desde muy pequeños les enseñan la historia de su lugar de nacimiento, lo que obviamente crea un lazo para que en el futuro puedan cuidarlo y protegerlo. Y el respecto absoluto por los animales. Aquí tenemos un santuario maravilloso como la desembocadura del río Maipo, y muchas veces no lo cuidamos como se debe.
-Claro que quedan sueños. El más importante es tener un hijo, ojalá una hija, y crear un proyecto de ecoturismo donde poder plasmar todos mis conocimientos sobre gastronomía indígena, expediciones y naturaleza. Mi idea es concentrar todo lo que he visto en un solo lugar.
"Un día me estaba bañando en un río. En un momento pasó una canoa llena de gringos que me empezaron a fotografiar. Al parecer, por mi pelo largo, creyeron que yo era un indígena".