Madres que perdieron un hijo cuentan cómo viven con el dolor
Para ellas no ha sido fácil, sobre todo porque el mundo sigue y la sociedad quiere que ellas olviden una parte de sus vidas.
La mañana del 26 de octubre de 2012 Milca Hidalgo recibió un mensaje a su celular de su hijo Cristian (18) que le decía que la quería mucho.
Más tarde su marido la llamó para decirle que algo raro pasaba con su hijo porque lo estaba llamando y él no contestaba.
Milca es paramédica y en ese entonces estaba trabajando en Algarrobo, así que después de recibir el llamado de su marido se vino de inmediato a San Antonio para ver qué pasaba con su amado "Chinito", como ella lo llamaba cariñosamente.
"Llegué a mi casa a ver qué pasaba y de repente en el patio veo a mi hijo... colgado. Como soy paramédica lo primero que hice fue ver si aún estaba vivo y después llamé a carabineros. Le dije a mi marido y a mi hija que no quería show y que después íbamos a llorar", recuerda Milca.
"Así estuve tres meses, con una coraza, hasta que ya no pude más. No pude seguir aguantando la pena, la rabia y todo eso que estaba sintiendo. Fue ahí cuando decidí asumir que mi hijo ya no estaba", confiesa.
Tras la muerte de Cristian, María Santana, quien perdió a su único luego que este se suicidara pegándose un tiro en la cabeza, invitó a Milca a participar del grupo Renacer.
"Le dije que éramos puras mamás que habíamos perdido a nuestros hijos y que la ibamos a acoger, escuchar, porque quién mejor que nosotros para entenderla", cuenta María.
Milca se sumó a este grupo de mujeres que dos veces al mes se reúnen en el colegio Sara Cruchaga para apoyarse mutuamente.
"Acá conversamos, lloramos, nos reímos, nos apoyamos, nos distraemos, pero nuestro dolor sigue ahí. Nosotros hemos vuelto a renacer después de perder a nuestros hijos, pero no pasa un día en que no pensemos en ellos", explica Gladys Guerra, quien perdió a su hija el 13 de abril de 2009.
Acá no hay sicológos que las escuchen ni siquiatras. Son solo ellas, que se conectan con sus emociones y con el dolor.
No es fácil conversar con este grupo de mujeres porque en su mirada está reflejado el dolor de haber visto partir a un hijo, pero tal como dicen ellas, " la vida tiene que seguir", solo que deben aprender a convivir con este dolor que las invadirá hasta el fin de sus días.
culpable
María Lizama perdió a su hijo, Carlitos Pino, cuando tenía apenas 15 años.
"Todavía me siento culpable", reconoce María. Y agregó que "y es que si yo no le hubiera dado permiso a mi hijo para ir a jugar al Eisa ese día, él jamás se habría caído del techo cuando fue a buscar esa pelota", asegura la mujer.
"A mí me pasa lo mismo", confiesa Rosa Aguilera. "Si yo no hubiera dejado a mi hijo solo ese día, él jamás se habría suicidado", asegura la mujer.
"Eso ha pasado con todas nosotros. Sentimos mucha culpa por la muerte de nuestros hijos, culpa que con el tiempo se ha ido pasando, pero el dolor sigue estando ahí", confiesa Juanita Moreno, cuyo hijo, Rodrigo Cornejo, se ahogó en una poza de San Juan el 6 de enero de 1998. Tenía 14 años.
"Mi hijo murió el mismo día del cumpleaños de mi esposo, así por eso ahora celebramos el cumpleaños el 7 de enero", agrega la mujer.
duelo
Para estas valientes mujeres no ha sido fácil sobrellevar esta pena, sobre todo porque la sociedad las "martiriza" constantemente.
La sociedad les exige seguir adelante con sus rutinas, no olvidarse del resto de sus hijos y vivir como si nada hubiese pasado.
Todas han recibido ayuda sicológica después desde la partida de sus hijos, pero la mayoría se aburrió porque "te miran, te escuchan los 15 ó 30 minutos que dura la sesión, te dan unas pastillas y listo", cuenta María Santana.
"A mí un sicológo me dijo que yo había convertido a mi hijo en un monstruo. Me acuerdo que me paré y le dije cuando usted pierda un hijo hablamos", relata Milca Hildalgo.
"Después de perder a nuestros hijos, la gente quiere que nosotros estemos todo el día llorando, pero si nos ven riéndonos, es porque somos unas insensibles", manifiesta María Santana.
ya estai llorando"
"A mí me ha hecho muy bien reunirme con las chiquillas porque si ando triste acá puedo llorar y las chiquillas lloran conmigo porque a veces en nuestras casas nos dicen "ya estai llorando". Al final nadie te entiende mejor que nosotras mismas que hemos compartido el dolor de perder a un hijo", señala Milca.
"su hijo está mejor allá arriba,
"Muchos nos dicen "su hijo está mejor allá arriba, pero yo creo que mi hijo estaría mejor a mi lado, no allá arriba", recalca Milca.
Han pasado dos décadas desde que María Elsa Olivares falleció producto de una extraña enfermedad llamada takayasu y a pesar del tiempo que ya ha transcurrido, su madre, María Meza, la recuerda a cada momento, sobre todo cuando mira a su nieta que ya tiene 20 años. "Es igualita a su madre. Si hasta camina como ella", dice María.
Día de la Madre
Este domingo se celebra el Día de la Madre y para estas mujeres es una de las fechas más tristes del año porque no podrán besar y acariciar a sus retoños como quisieran.
Pero este año no piensan echarse a morir. Por el contrario, se reunirán en el colegio Sara Cruchaga y compartirán una rica tortita.
"Sabemos que nuestros hijos ese día estarán acompañándonos y eso obviamente nos deja más tranquilas porque todos ellos eran muy especiales", reflexiona Juanita.J
"Así estuve tres meses, con una coraza, hasta que ya no pude más. No pude seguir aguantando la pena, la rabia y todo eso que estaba sintiendo" Milca Hidalgo, madre de Cristian Sepúlveda.
Por varios motivos, algunas de las integrantes del grupo Renacer no pudieron estar presentes en esta nota, pero el resto de las mamitas quiso recordarlas.
"Algunas de las chiquillas no pudieron estar pero igual queremos mandarles saludos a la Luisa, a la Margarita, a la Esmeralda, a la Elvita y la Angelina", explicó María Santana.
Estas mujeres también realizan algunos bingos para reunir fondos y así poder participar en los congresos que realiza esta agrupación a lo largo del país.
Integrantes
"A mí un sicológo me dijo que yo había criado a un monstruo" Milca Hidalgo, mamá de Cristian Sepúlveda