Las rancheras y el rock clásico: diversas formas de vida que se muestran en el paseo Bellamar
socrates orellana.
Al pasear por el Bellamar es frecuente ver a artesanos y artistas mostrando sus trabajos. En ese recorrido, hay dos exponentes que llaman poderosamente la atención: uno por desarrollar la música tropical ranchera, tan apreciada en el puerto y, el otro, por mostrar una habilidad impresionante con la guitarra.
Vivir de la música en Chile es difícil, pero no imposible. Prueba de ello son estos dos artistas, ya sanantoninos, que le dan vida y ritmo al tradicional paseo costero.
Alimer Belmar es un artista consolidado, ya tiene 17 discos, todos los que publicita y vende a diario en el paseo Bellamar.
Pero no todo fue fácil para este artista que promueve y vive la música tropical ranchera.
'Soy nacido y criado en San Carlos, Ñuble, en la Octava región. Vengo de una familia precaria y quería sobresalir de lo que estaba viviendo', cuenta con la mirada perdida Alimer. 'Es que, además, mi madre era alcohólica y me pegaba tres fletas diarias, todos los días', explica.
Una de esas golpizas fue, precisamente, el motivo que lo obligó a irse a Santiago cuando apenas tenía 14 años.
'Fue una etapa súper dura, viví en la calle, me tapaba con cartón y mi vida, en ese momento, era puro llanto, hambre y frío', contó con la mirada perdida Belmar.
A pesar de las dificultades, el cantante reconoce que 'después crecí y me hice hombre, ahí también le prometía Dios que nunca iba a castigar a mis hijos y lo cumplí, porque nunca les levanté la mano', cuenta con una sonrisa que denota orgullo y alegría.
A pesar de lo difícil de sus primero años en Santiago, Alimer mantuvo su pasión: la música. 'Este estilo de música es lo que me calma, es lo que hago bien, le gente me dice que lo hago bien', recalca sonriendo.
Era tanto su entusiasmo por este estilo musical que en el año 1981 se atrevió a mostrar su voz ante todo Chile, en el Festival de la Una, conducido por Enrique Maluenda, donde fue uno de los ganadores.
'Ese mismo año, además, fui ganador de la semana de Cuánto Vale el Show, siempre me gustó la música, pero no me decidí a vivir de ella hasta 1992', contó Belmar.
Sin embargo, la decisión de dedicarse por completo a la música y abandonar la estabilidad que pueden dar otros trabajos, trajo consecuencias para Belmar.
'Después de varios años de matrimonio, en el año 2000 me separé de la mamá de mis hijos, por la música. Desde ahí crié solo a mis dos hijos, también gracias a la música', contó con la voz un poco quebrada el cantante.
Eso pasa cuando habla de sus hijos, que 'a pesar de que ya tienen 30 y 23 años, son todo para mí, junto con mi pareja. Me adoran y yo a ellos, es que siempre conversé las cosas con ellos, nunca les pegué y siempre los cuido', cuenta el cantante.
Sin embargo, ninguno de sus hijos siguió sus pasos en la música, 'aunque tienen buena voz', explica con orgullo.
'Eso sí, yo creo que mi nieta, Sofía, va a seguir mi camino, porque le encanta mi estilo musical, canta y ya tiene aburrido a mi hijo con la música, es preciosa mi nieta', dijo con ojos soñadores.
Reconoce también que en el pasado la música fue un escollo para sus relaciones amorosas, pero hoy su pasión no es un problema para su actual pareja, con quien lleva casi 13 años. 'Con ella estamos felices, luchamos codo a codo y me apoya en todo', dijo con una sonrisa.
'Una de las cosas que me llamó la atención es que sea una producción nacional y la forma en que el artista promueve su música, la hace, la graba y la vende. Suena bien, está bien grabada', dijo Galo Arce, uno de los tantos visitantes del paseo Bellamar que escuchó la música del cantante sanantonino y decidió comprar alguno de sus discos.
Belmar con orgullo cuenta que sus producciones son hechas 'en el mismo estudio en que graba Américo, porque el tecladista de él tiene una discográfica en Melipilla y ahí grabo. Es lo mismo que graba él', explica.
Otro de los artistas que cultiva la música en el Bellamar es Sergio Álvarez, quien junto a su esposa Raquel Morales, lleva una década mostrando clásicos de la música universal a todos quienes visitan el tradicional paseo.
'Toda mi vida he sido un enamorado de la música, mi padre era concertista en guitarra, mi abuela en piano y mis hermanos todos músicos: lo llevo en la sangre. Siempre mi sueño fue tocar frente al mar, por eso ahora estamos aquí', cuenta Álvarez.
Antes de decidir dedicarse a la música Sergio y su esposa vivían en Santiago.
'De hecho, yo trabajé toda mi vida como camarógrafo en todos los canales de televisión y mi esposa era jefa de ventas de una importante tienda del barrio alto', cuenta el músico.
Durante casi diez años Sergio trabajó como camarógrafo con José Alfredo Fuentes, 'El Pollo', y otros tantos años con Alfredo Lamadrid. 'Todavía mantengo el contacto con varios de ellos, son mis amigos, aunque nos vemos poco', señala.
De hecho, hace poco tiempo atrás el hijo del Pollo Fuentes lo pasó a visitar y le compró un disco con la música de su padre. 'Me preguntó por qué no tocaba más música del Pollo, pero yo le dije que como era mi ídolo máximo, yo no quería tumbarle su música', contó con humor el guitarrista.
A pesar de que recorrió todo Chile actuando como segunda guitarra de ídolos de la Nueva Ola, como Gloria Benavides, Luis Dimas y Peter Rock, durante esa época la música sólo era una afición para Sergio Álvarez.
Hace cuarenta años que Sergio está casado con Raquel Morales.
Después de varios años de compatibilizar la música con su trabajo como camarógrafo, 'un día le dije a mi esposa quiero dejar todo, vámonos a la playa y hagamos lo que yo siempre quise hacer, tocar frente al mar. ¿En la calle? me dijo ella, en la playa le contesté. Y me dijo que bueno', cuenta con una gran sonrisa Álvarez, mientras mira a su esposa.
Y así fue. Hace diez años decidieron jubilar anticipadamente y se vinieron a Pelancura, dejando atrás todo el estrés de Santiago.
Desde ese momento Sergio comenzó a encantar a los sanantoninos con el sonido de su guitarra, mientras Raquel promociona y vende los discos 'que un hijo nos ayuda a grabar en un estudio en Santiago', comenta a mujer con una tímida sonrisa.
'Ella me acompaña en todas: es mi brazo derecho. Lo único que le falta es tocar la guitarra. Sin ella no lo habría hecho, no hubiese podido. Soy el más feliz del mundo, doy gracias Dios todos los días', dijo Álvarez con una sonrisa.
Para Sergio el mar es un gran amor, por eso es tan feliz tocando frente a él, de hecho, explica que 'cuando llego acá y toco, siento en mi alma una conexión con el cielo'.
Su amor comenzó desde la primera vez que vino a vacacionar con su familia al Litoral Central. 'Veníamos en un camión, partimos de noche y llegamos cuando amanecía. Levanté la carpa y miré. Quedé encantado. Ese día me propuse vivir mi vida frente al mar', recuerda.
Tan especial es esta relación que inclusive cuando su esposa tuvo una insuficiencia renal, que la llevó a dializarse, él siempre le decía que 'siguiera estando aquí, frente a la playa, que el mar le va a devolver toda la salud'.
'Y ahora ya la sacaron de diálisis y está cada día mejor. Nadie podría creer eso. El mar te devolvió todo y uno lo tiene que tomar así, el mar tiene la fuerza de Dios', explica el guitarrista autodidacta.
Pero no sólo el mar llena su corazón. Otra parte importante es 'mi bisnieto, él es mi amigo, es mi todo. Tiene tres años, pero es tan inteligente, lo amo, es mi joya', explica con orgullo.
Es que cuando Sergio y Raquel decidieron venirse se trajeron, de a poco, a toda su familia. 'Si inclusive mi suegra se va a venir a vivir, desde Villarrica, con nosotros, a vivir feliz cerca del mar', contó el músico. J