Las peleas más duras del boxeador Jorge Santis
socrates orellana
Un hombre está contra las cuerdas, cabeza gacha y con las manos caídas…
Su rostro abatido denota dolor y cansancio.
Se rendirá.
Jorge Santis Gaete (56) está acostumbrado a recibir golpes durante toda su vida. Desde pequeño en la población Juan Aspeé tuvo que salir a ganarse los pesos como todos; después, de joven se calzó los guantes para intentar ser alguien en el rudo mundo del boxeo y ya de adulto, la vida le depararía el dolor más grande que un padre puede soportar.
Hace años que colgó los guantes, pero siempre pensó que el boxeo lo llevaría a tener una mejor vida. Creyó que con los golpes de sus puños daría el salto de una población pobre en este puerto olvidado de la Quinta Región a un mundo de hoteles, premios millonarios, viajes, luces, cámaras de televisión, autógrafos y reconocimiento.
En su casa hay fotografías de la época en que se lució sobre los cuadriláteros. Tiene un bolsa negra de donde saca álbumes con fotos en blanco y negro y una serie de recortes amarillentos de diarios de los años 80 donde se le puede ver cruzando guantes con otros pugilistas que estaban en la misma idea que él: tratar de ser alguien.
Por eso cuando mira los antiguos guantes de boxeo que tiene colgados en la pared de su casa, no puede evitar que los recuerdos se agolpen en su memoria.
Parece que Jorge se emociona. Se le vienen nombres a la cabeza: el entrenador Luis Miranda, el recientemente fallecido presidente de la Asociación de Boxeo, José María Lira sus amigos Iván Corral, Manuel Pinto, Carlos Portiño…, algunos de sus rivales Cardenio Ulloa, el porteño 'Estilete' Ramírez, Vicente Abarcia, entre otros nombres que se le escapan. Recuerda las largas jornadas en el recinto que antiguamente se ubicaba cerca del terminal de buses de la ciudad y donde a trompadas aprendió que el boxeo es para hombres y que en esto, no vale ser débil. También las horas que pasó entrenando en la sede de calle Pudeto y las trastiendas de los combates al amparo de una botella de vino donde la conversación se alargaba y los rivales del cuadrilátero quedaban de lado para ser todos amigos con un vaso de tinto en la mano.
Hoy con sus 56 años reconoce que eso también le pasó la cuenta como deportista de los golpes. Muchos de sus conocidos terminaron mal, abandonados, solos, en la calle. 'Fue una pena. El chico Pinto murió tirado en la calle ahí en El Molo. Ya no daba más', dice.
A los 16 años de edad, Jorge Santis se calzaba los guantes de boxeo por primera vez. Había dejado el fútbol porque reconoce que era malo para la pelota; más aún, era bien malo. Así es que en ese ámbito no tenía nada que hacer. Por eso el boxeo lo atrajo desde el primer momento, sólo se valía de sus puños.
Entró a trabajar a una pesquera en la época dorada de ese rubro en San Antonio. Tuvo el respaldo de sus empleadores para los permisos e ir a pelear. Así fue a su primer combate en un lleno total. 'Había tanta gente que se vino abajo una galería. Yo entrenaba hace poco y me tiraron a los leones altiro', cuenta.
-Perdí.
Pero esa primera derrota le forjaría el temple para crecer en este deporte. El 1975 ya se tituló campeón de boxeo de los barrios de San Antonio. Se trataba de torneos tradicionales en esta ciudad y que llevaban gente al gimnasio. Era la época en que se podía pensar que con golpes se podría surgir.
Jorge Santis a sus 56 años luce delgado. Siempre fue flaco. De hecho en su época de boxeador llegaba con suerte a los 50 kilos. Tiene el pelo negro y largo, lo tiene así desde esos años de boxeador. No tiene cicatrices visibles en su rostro. La nariz no está achatada, las orejas no son de coliflor. Pero una ceja oculta un profundo corte ocasionado en la disputa de un Nacional de boxeo en Valdivia.
'Estaba jugándomela toda, ya no me quedaba mucho y en una de esas le metí el cabezazo nomás, pero salí pa' tras y me corté, jajaja. Eran mañanas que uno iba conociendo. También de pronto le metía su codo por ahí, siempre que el árbitro no se diera cuenta. Yo quería pelear, me pusieron vaselina y seguí nomás…Al final, perdí por puntos', recuerda.
Campeón de los barrios de San Antonio, tres veces presente en un Nacional (Santiago, Valdivia, Curicó). De ahí el paso al profesionalismo era sencillo, más fácil.
Pero no, todo fue más complicado.
'Yo siempre había peleado representando a San Antonio. Y Ahora me las tenía que ver por mí mismo. Hice buenas peleas, aunque a ese nivel se notan las diferencias. Recuerdo que me enfrenté dos veces a Cardenio Ulloa, quien después pelearía el título mundial', dice.
-Bueno, hice una buena pelea, pero me ganó por puntos.
-No, ahí anduve mal. Me ganó por nocaut. Es que él ya estaba peleando con extranjeros y se preparaba para la pelea por el título. Me pegó en la guata.
-Me dejó sin aire, pegaba fuerte. Llegué a ver lucecitas. Ahí pensé: quien me manda a hacer esto. Pero después de unos meses ya estaba peleando de nuevo.
Las grandes peleas en el Maxim en Santiago, con luces, cámaras de televisión y gente linda y de dinero en el ring side hicieron pensar a Santis que estaba cerca de su sueño. Todo sería un espejismo.
Tres peleas perdidas por nocaut y los regentes del boxeo nacional lo tenían en la mira. 'Si perdías por nocaut no podías volver a pelear en tres meses'.
Esos golpes y más encima las jornadas nocturnas donde se celebraba por si se ganaba la pelea o por si se perdía, fueron el término de una época para este sanantonino.
Ahí comenzaba a verse el final del camino.
'El entrenador Luis Miranda me dijo: 'tenís que ver hasta cuándo pelear. Ya a los 30 es una buena edad, eso depende de ti' Y yo le hice caso. Colgué los guantes en una velada que se hizo en el gimnasio Montemar. Los cabros más jóvenes tenían más velocidad, más fuerza y yo no podía seguir así. Lo dejé', recuerda.
Ese no sería el nocaut más duro de su vida.
Lo triste llegó en noviembre de 2013. Un salvaje asesinato le traería la peor de sus derrotas.
Ese mes fue encontrado sin vida su hijo Jorge (37), en medio de un sitio eriazo en el fundo Llolleo a un costado de Avenida Los Aromos. Jorge Santis Gaete pensó lo peor cuando fue a reconocer el cuerpo de su hijo.
'Si no encontraban a los responsables del asesinato de mi hijo estaba dispuesto a hacer justicia por mis propia manos. Nadie se merece morir así. Lo vi como estaba. Mi hijo no era una persona de pelea, no le iba a hacer mal a nadie, pero terminó muerto', dice.
'Se ensañaron con mi hijo. Ahora detuvieron a quien lo habría matado y se investigará su caso. Ojalá haya justicia'.
Jorge muestra los recortes de diarios. Hay algunos de diarios de la capital, otros de San Antonio, pero hay uno donde aparece una imagen donde se le ve contra las cuerdas, cabeza gacha y con las manos caídas…
Su rostro abatido denota dolor y cansancio.
El texto borroso del 8 de agosto de 1985 señala: 'el boxeo terminó cruelmente para el sanantonino Jorge Santis. En su última pelea en el profesionalismo cayó por nocaut cuando los relojes marcaban las 23.15 horas, a manos de Vicente Abarcia. Fue su combate del adiós después de cuatro años en el campo rentado, con una exigua campaña de nueve peleas'.
Nueve peleas en los que Santis se jugó la vida… y sus sueños. J