El sacerdote que se inspiró en el padre Alberto Hurtado
El padre Benjamín Ulloa (90) camina lento por el patio interior del hogar de ancianos de Llolleo. Mira las rosas que crecen en el lugar y de pronto se sorprende por la presencia de un gorrión. Lo queda mirando un instante, hasta que el ave lo mira y emprende el vuelo.
Ese simple momento de tranquilidad refleja la etapa de su vida en la que se encuentra. Un momento de tranquilidad y de contemplación, después de toda una vida ligada al sacerdocio.
El padre Benjamín se mueve con fluidez por todos lados, se apoya en un bastón, pero eso no le resta movilidad. Es alto, delgado y ya le queda escaso cabello blanco. "Son cosas de la edad", como diría posteriormente. Pero así y todo reconoce que no puede estar alejado de la tecnología. Cada vez que puede se conecta en internet, busca material para sus homilías y se mantiene informado. Aunque dice que la cuesta y harto, porque con esto de los años, de pronto se le olvidan las cosas.
El padre Benjamín va camino seguro a los 100 años de edad. Hoy recuerda con entusiasmo cuando siendo un joven empeñoso en la zona de Santa Cruz descubrió su gusto por el campo, la misma fascinación que lo llevó a estudiar Agronomía y en esa labor comprobar una vez más la injusticia que apreciaba en los campos chilenos en la primera mitad del siglo pasado.
Amó la tierra, pero también reconoce que se sobrecogió con la forma en que vivían muchas familias inquilinas de fundos propiedad de grandes familias. Eso no podía ser lo que quería Cristo.
Esa misma inquietud lo llevó a acudir a un retiro en Semana Santa. Lo dictaba un sacerdote jesuita que se estaba haciendo muy conocido en su lucha por los más pobres, por apoyar esas causas de desposeídos a quienes él llamaba afectuosamente "patroncitos".
Era un sacerdote carismático, un líder espiritual que ya en aquellos años, aparecía como una persona que trascendería. El joven Benjamín Ulloa de pronto se encontró en el camino de eso sacerdote llamado Alberto Hurtado Cruchaga.
Fue sin duda un momento que lo marcaría definitivamente y que le dio vuelta el mundo que hasta el momento conocía. Lo escuchó, puso atención a lo que predicaba aquel jesuita y de pronto, comprobó que en su vida había algo más, una necesidad que no podía explicar. Existía un camino por el cual no se definía y que sin duda, lo haría sentirse pleno.
El ingeniero agrónomo Benjamín Ulloa era un profesional joven, con unos 25 años de edad, exitoso en la administración de haciendas y fundos. Pero cada vez que se tomaba un momento volvía a su cabeza el ejemplo del cura Alberto Hurtado. Ya no tenía vuelta atrás: él también quería ser sacerdote.
Quizás a su edad podría ser demasiado mayor para decidirse a ser cura, pero con alegría comprobó que cuando fue a consultar al seminario, le indicaron que la edad no era un problema, sólo que debía estar muy seguro de abrazar la causa de Dios.
Pero ya estaba decidido. En 1951 ingresó al seminario y el 1958 fue ordenado sacerdote en Santiago.
Así comenzaría un camino que lo llevaría a ingresar a la Acción Católica Rural Campesina, siempre fiel a su unión con el campo. Obediente acató el llamado de cumplir con su labor sacerdotal en diversos lugares como Malloco, Chiloé, Puangue, Cuncumén, Curacaví, Melipilla, Llolleo, entre otros.
Hoy a sus 90 años reconoce que era un cura atípico. De partida no le gustaba usar sotana en una época en que era obligación, así es que cuando fue a pedir permiso para dejar de utilizarla, sus superiores se mostraron extrañados.
"Claro, era costumbre en esos años; imagínese le estoy hablando de al menos 50 años atrás, pero entendía que había que modernizarse y además, como yo me trasladaba de un lugar a otro en moto, me incomodaba. Así les dije a mis superiores y ellos me entendieron, jajaja. Me dieron permiso altiro", cuenta y ríe de buena gana.
También en esa época no entendía por qué las misas debían decirse en latín. La comunidad no las entendía. "Además a mí me costó muchísimo el latín. Cuando me encontré en el seminario, de pronto debía aprender, pero me costó un montón. Así es que después en el Concilio Vaticano Segundo, celebrado entre 1962 y 1965 se ordenó la introducción gradual de misas en español y para mí ya fue mucho mejor. Aunque debo reconocer que para mí las prédicas siempre fueron una complicación. No sé por qué, sentía la responsabilidad de decir algo que le llegara a la gente. Si bien era un tipo muy normal, no tenía problemas de personalidad. Son cosas de uno nomás", dice.
El padre Benjamín Ulloa está retirado, vive en el hogar de ancianos de Llolleo, rodeado de personas que lo aprecian y le muestran su estima todos los días. Además diariamente dice misa; incluso hay jornadas de fin de semana donde debe hace dos o tres diarias, pero si bien la memoria a veces le hace algunas malas jugadas, él lo realiza feliz porque sabe que ese momento es parte de la esencia de ser sacerdote.
El padre Hurtado
-Fue muy importante para mí. Yo en esa época era un laico muy ligado a la iglesia, pero sin duda que tenerlo al frente y ver cómo vivía su sacerdocio, el amor a Dios que demostraba, fue para mí el impulso necesario para seguir este camino religioso.
-Era un líder, un motivador. Hablaba con tal convencimiento que te emocionaba. Era muy inteligente, un hombre muy de Dios, muy ubicado. Hablaba de la justicia social, del trabajo por los más pobres y concordaba con lo que yo pensaba. Su defensa de los pobres y los trabajadores llevó a que los sectores más acomodados le dijeran que era comunista. Era el pensamiento de la época. Yo había visto cómo vivía la gente en los campos, como estaba la gente pobre en las ciudades; entonces, como Jesús había que hacer algo. Pero también me marcaron otros religiosos en este camino.
-Como el cardenal José María Caro y el cardenal Raúl Silva Henríquez, con quien tuve la oportunidad de compartir en muchas ocasiones. Sus pensamientos y su lucha por la justicia me conmovieron. Además el cardenal Silva tuvo una dignidad y un discurso permanente que sorprendían y hacían que uno también quisiera seguirlo.
-Una satisfacción de seguir el camino de Cristo. Con él como compañero no puedo estar mejor. Yo me siento bien con él y así traté de demostrarlo durante toda mi vida; en todos los trabajos que realicé, en todas las parroquias en que estuve, en todas las cosas que emprendimos junto a otros sacerdotes, jóvenes y laicos que apoyan a la Iglesia.
-Estoy en una etapa de oración personal. Son momentos de uno mismo. Vengo a la capilla, ubico al Santísimo en el altar y me doy mi momento de oración. Ya son tantos años, que llegó un instante en que el cuerpo y la mente no me acompañaron; entonces le comuniqué a mis superiores y di un paso al costado.
-Sí, aunque se me olvidan algunas cosas. Aquí en el hogar he encontrado mi lugar, pero de aquí me voy derechito al cementerio, jajaja. J