1 de noviembre
Entre el ir venir de la gente, los funerales, el dolor y la muerte. Así viven las personas que trabajan en la administración y mantención del Cementerio Parroquial de San Antonio.
Olga Salinas Medina (55) es la secretaria de la oficina de administración que dirige el diácono Luis Poblete. Ella ya cumplió 20 años recibiendo a los deudos que llegan a realizar los trámites previos a la sepultación de sus seres queridos.
Esta mujer, madre de Andrés, Judith y Pía Fernanda, cuenta que su actividad laboral "no es un trabajo normal", pues "hay que tener un carisma muy especial para atender a la gente, que viene con mucho dolor; también hay que tener paciencia para atender los reclamos y darles solución".
Hace dos décadas, cuando enfrentaba sola la crianza de sus tres hijos, Olga Salinas recibió la oferta de trabajar en el cementerio. Le pareció que era un desafío que tenía que asumir por y para el beneficio de su familia.
Son muchas las leyendas que las comunidades tejen en torno a los cementerios, pero Olga aclara que no le tiene miedo a nada, menos a los fantasmas o las almas en pena. "No creo en nada de eso, todo está en creer mucho en Dios y tener fuerzas", admite ella mientras de fondo, sobre su cabeza, se puede ver una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, que parece custodiarla desde la altura. "Acá hay pura paz y tranquilidad, nosotros nunca hemos visto nada extraño", enfatiza.
Por la parte exterior de su oficina, Olga ve pasar todos los días los cortejos fúnebres, pero eso no la hace ni más ni menos temerosa de la llegada de la hora final de los humanos. "No le tengo miedo a la muerte, es un paso que tenemos que dar todos", asevera.
Con orgullo, Olga nos comenta que pese a que su trabajo "no es alegre", se siente feliz cuando percibe que ha atendido "bien a la gente".
Su jornada comienza a las 09.00 horas y ella trata siempre de crear un buen ambiente laboral con los demás empleados del cementerio, entre los que están otra funcionaria administrativa, el jefe de patio y los panteoneros.
La gran satisfacción de Olga es haber logrado, con su esfuerzo y sacrificio, una buena educación para sus hijos. Andrés es profesor, Judith una carabinera de San Antonio y Pía Fernanda está a punto de titularse de tecnóloga médica.
construye tumbas
Albañil de toda la vida, por 34 años ha trabajado en el cementerio. Comenzó vendiendo agua, luego fue ayudante del maestro Daniel Cerda. "Él me contrató para que trajera agua en baldes desde una laguna que había antes acá; trabajamos en la construcción de cientos de nichos y mausoleos grandes cuando todo esto era puro peladero y bosque de pinos", recuerda.
No tiene pensión, no cotiza en AFP y menos le da sus ganancias a Fonasa. "La plata que gano no alcanza para eso, si me enfermo, me muero", dice sobre dicha situación que enfrenta junto a su mujer en la casa que ambos comparten desde hace 27 años en La Campiña. En un primer matrimonio tuvo un hijo, el que vive actualmente en Quillota.
A la pega nunca le hace el quite. Cuando termina una tumba, empieza a buscar de inmediato otro "pololito". "La gente me ve trabajando y me pide que le haga las obras que necesita", detalla.
Patricio Muñoz, humilde y amistoso, desde lo alto del cementerio observa los barcos en el puerto y toma aire para seguir con su oficio. No hay más que lo acompañe que su propia voluntad de superarse. Entre las pocas cosas que lleva en sus jornadas de laburo, están sus herramientas, su vieja billetera y una botella de Coca Cola. Y aunque tiene teléfono celular, no lo usa y lo deja guardado en la casa. Su existencia es de una sencillez gigante.
Una sola vez a "El Chihuahua", como le dicen sus amigos, se le ocurrió "una cosa rara en el cementerio" cuando vio a seis perros negros y uno blanco que tenían una apariencia fantasmal y que le acercaban. "Salí arrancando, yo tenía 18 años, pero no pasó nada más", narra al recalcar que le llama la atención que últimamente ha habido "hartos entierros de cabros jóvenes que se suicidan".
A Patricio lo dejamos seguir con su pega en medio de la paz del camposanto. Es fácil advertir que él fue sincero en su relato pero también vemos en su rostro una mirada que lo muestra no muy convencido de que un diario se interesara en su historia. Pero la vida no es sólo de certezas, y él hoy es el protagonista de su propio cuento y "El Chihuahua" se siente más grande que nunca. J
l Para recibir a las personas que llegarán el próximo de 1 de noviembre, la administración del Cementerio Parroquial ha realizado una serie de trabajos de limpieza en el camposanto.
Además, el día 31 de octubre habrá una misa a las 17 horas, mientras que el 1 de noviembre estos servicios religiosos están programados para las 9.00 y las 11 horas.
Ese día 1 de noviembre, el cementerio abrirá sus puertas a las 6 horas, y cerrará a las 22 horas.