Don José y doña Rosa dan siete consejos para llegar a las bodas de oro y no fracasar en el intento
Del amor se escriben y hablan muchas cosas. Pero practicar este antiguo arte durante toda una vida es solo de pocos. Y este es el caso de José Abarca (86) y Rosa Araya (80), un matrimonio santodomingano que tras 61 años de compromiso aún tienen prendida la llama del amor.
En los campos del sector las Brisas de Santo Domingo se teje esta romántica historia de amor. En 1942, cuando la única forma de ganase la vida era labrando la tierra, un apuesto joven de 14 años llega con su familia hasta el fundo de los Fernández León.
"El Lolo", como le dicen sus seres queridos, venía desde Bucalemu a ganarse la vida junto a sus padres. Al lado de su humilde casa vivía el matrimonio de Escolástico Araya y Alba Cerda. De los 10 hijos de aquel matrimonio, una joven y morena niña llamaba la atención de todos los jóvenes de la época.
"Cuando llegué me gustó de inmediato. Fuimos amigos, nos mirábamos, pero no se había dado la oportunidad de hablar", recuerda don José en el living de su hogar, ubicado en la parcela 11 de Santo Domingo.
Además de trabajar en el fundo, por esos años los jóvenes tenían que cumplir con las misiones que realizaban los curitas, y don José, ni tonto ni perezoso, aprovechó de conocer a esa morena que le había robado el corazón.
"Íbamos hartos chiquillos en el coloso. Yo con mi poncho castilla bien puesto me coloqué más adelante para estar más cerca de ella. De repente, el tractor hizo un movimiento y le agarré la mano. Tenía que hacerlo con cuidado porque al lado de ella estaba su hermano, así que debajo el poncho teníamos nuestras manos unidas", rememora con emoción.
Ella agrega que "a mí me gustó, porque era un buen chiquillo. Trabajador, muy lindo y caballero".
Que el chileno es ingenioso, no hay ninguna duda y a la falta de redes sociales, que hoy parecen imprescindibles, por esos años cualquier mensaje, y no de WhatsApp, servía para estar un ratito con el ser amado.
Pai, pai, pai',
"Le decía que la quería, que estaba enamorado de ella y que la iba a amar para siempre. Ella leía la carta, me escribía la respuesta y yo iba al mismo lugar a retirarla", relata.
Es que esa era la única forma de pololear que tenían, porque para hacerlo público el único camino era el matrimonio.
"Una vez estábamos de lo mejor pololeando en un arbolito y nos pilla mi mamá. Nos asustamos, porque antes los papás de uno eran distintos a los de ahora", añade Rosa.
'qué están haciendo'
Pasaron los días y llegó el momento en que José Abarca tenía que ir a hablar con su futuro suegro para formalizar la relación.
"Era un verdadero juez. Te hablaba golpeado y tenía una cara de serio que era de temer. Entré a la casa y comenzó la conversación", adelanta.
"Ahí empezamos a conversar y le dije que me quería casar con su hija. Me quedó mirando más serio todavía y me preguntó que cuándo. Le expliqué que cuando se pudiera y él me dijo la próxima semana. Quedamos en eso entonces", le replicó a su suegro.
1- Casarse enamorado
La fiesta de matrimonio duró dos días, como se hacía a la antigua usanza. La carne asada era el plato principal y el vino Dama Juana, en garrafas de 12 litros, era el líquido con que se hidrataban para durar las 48 horas de celebración.
"Yo a ella siempre le dije que quería estar a su lado para toda la vida. Por supuesto que hay momentos difíciles, pero hay luchar para arreglar las cosas, porque uno ama al otro", reconoce José.
2- Amor desinteresado
"Antes uno recibía los regalos de los familiares y amigos y se armaba la casa. Yo cuando me casé con ella le dije: 'Rosita, mi amor, yo no tengo nada para entregarte, sólo mi amor incondicional'. Nos unimos sin tener nada. Hablamos con el patrón y nos autorizó para construir una casa. No teníamos silla ni mesa. Y en verdad no nos importaba. Solo queríamos ser felices el uno al lado del otro", dice "El lolo", quien por más de 41 años se ha dedicado a los trabajos agrícolas en la comuna parque.
3- Fidelidad
"Hoy hay muchos matrimonios jóvenes que se separan porque son infieles. Lo principal es no engañar al cura. Si eso no se hace, todo es más fácil. Cuando el cura nos preguntó si estábamos dispuestos a estar juntos para toda la vida, nosotros dijimos que sí, y así ha sido", explica doña Rosa.
4- Hijos
Ricardo, Mario, Raúl, Juan, Guillermo, Gladys, Sonia, Patricia, Isabel y Eugenio Abarca son los frutos de este amor interminable.
"Los hijos son fundamentales, porque son producto del amor. Ellos refuerzan el cariño y uno a veces antes de tomar cualquier decisión piensa en ellos", explica José, quien junto a su esposa tienen 21 nietos y 7 bisnietos, y uno que está por nacer.
5- Respeto
"Es lo principal", dice don José. "Cuando ella está enojada, yo no lo estoy. Cuando yo estoy enojado, ella no lo está. Se imagina a los dos enojados, quizás qué haríamos. Por eso siempre hay que mirar con respeto al otro y poner el amor ante cualquier cosa", dice el gurú del amor.
5 ...y en las malas
El momento más duro que le tocó vivir a este matrimonio fue en el año 1973, cuando José Abarca fue detenido en la época de la dictadura.
"Es difícil, pensé que no lo iba a ver nunca más, pero ahí estuvimos, apoyándonos uno al otro a la distancia. Fue difícil, porque yo estaba embarazada y con 9 hijos por cuidar", dice la matriarca de la familia.
6- hacer cosas juntos
"Cuando estamos solitos hacemos el almuerzo. Yo hago las ensaladas, salimos a ver el huerto y lo pasamos bien", describe Rosita en su jardín.
7- conversar
"En las mañanas, nos levantamos y conversamos de lo que hemos vivido, de las cosas buenas y malas. Otras veces de las cosas que pasan en el mundo o de lo que sentimos. Siempre hay que comunicarse", recomienda doña Rosa, quien hoy está de cumpleaños.
-Lo mismo que hacemos hace 61 años. La despertaré con un besito, desayunaremos juntos, conversaremos de la vida. Almorzaremos y tomaremos once. Luego nos iremos a dormir como lo hacemos sagradamente hace 61 años. J