Guillermo Lizama: la vida del iriólogo de los sanantoninos
Al entrar a la consulta de Guillermo Lizama, lo primero que realiza este iriólogo médico es poner música. "Es orquestada y son himnos a Dios principalmente. La idea es ayudar a la gente a través de todas las opciones y la música es una terapia también", cuenta con orgullo.
Guillermo es uno de los profesionales de medicina alternativa más reconocidos de la provincia y, según confiesa, vienen personas de diversas partes de Chile y el mundo a visitar su consulta de Pedro Montt. A todos los recibe con música y una sonrisa.
Sin embargo, su vida no siempre fue así. "Comencé a interesarme en esto por cosas más personales, porque mi familia me abandonó cuatro años en el hospital San Juan de Dios, cuando era adolescente", recuerda con la voz quebrada.
"Me quedé ahí y fui viendo a la gente, estaba entre puras personas adultas y yo los ayudaba, los peinaba, los afeitaba y les sacaba la chata. Entonces, se fueron transformando en mi familia", dice emocionado al recordar.
"Cuando iban a hacerle visitas a ellos, yo me escondía, porque nadie me visitaba. A raíz de eso, me empecé a preguntar por qué la gente sufría. Ahí comencé a estudiar fitoterapia, que es todo lo que tiene que ver con hierbas, después naturopatía, homeopatía, paramédico y así he estudiado en varios países y sigo estudiando", contó con su habitual alegría. Esa que aparece también cuando habla de su otro amor, su esposa, con quien lleva cinco años de casado y viviendo en Alto Mirador.
Su otra pena
A sus 65 años, Guillermo sigue cada día más enamorado de su profesión. Pero reconoce que tiene otro gran dolor en su vida.
"En mi otro matrimonio tengo dos hijos, pero el contacto, por problemas de familia, es difícil. Es bien fácil ubicarme, ojalá se pueda establecer un contacto, porque es una herida que uno tiene, ya que traer un hijo al mundo es un proyecto de vida y es difícil cuando las cosas no resultan", confidencia.
La consulta
"Si pudiera yo estaría todo el día aquí, me gusta mucho mi trabajo, sobre todo el lograr que una persona que llega mal se vaya con una sonrisa", explica el experto.
Cada día Guillermo atiende entre 10 y 20 personas, depende del tiempo que se demore con cada uno, porque puede tardar 15 minutos con unas y con otras más de una hora.
Al llegar por primera vez como paciente, su asistente mide y pesa. Anota todo en una ficha. En ningún momento preguntan por qué va el paciente. "Después de eso, las personas pasan a mi consulta, yo miro y empiezo a buscar lo que la persona tiene. Indico todo lo que me dice el iris de la persona", cuenta Guillermo.
Luego de diagnosticar, da la receta, "pero todo es natural y para solucionar lo que causa el problema, no sólo el síntoma", explica.
"Las mujeres vienen más por problemas a las mamas y el cáncer cervicouterino y en los hombres por el hígado y los problemas prostáticos. También los sanantoninos viene harto por estados depresivos, el estrés post traumático y cosas emocionales", dice.
Los precios de la consulta van entre los cinco y los diez mil pesos. "Ojalá la gente aprenda a cuidarse, porque la mejor receta es tener actitud y pensar en lo que le hace bien a uno", explica. J