Los recuerdos y anécdotas de Fernando Ponce, el sanantonino que estuvo 48 años en Junaeb
El pasado 31 de marzo, Fernando Ponce firmó su renuncia y puso fin a 48 años de brillante carrera en la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb).
Ingresó como bodeguero el 1 de diciembre de 1966, a dos años de la creación de la institución y desde entonces, a punta de trabajo y esfuerzo comenzó a escalar hasta convertirse en un destacado funcionario que sirvió en todo el país, incluida la Isla de Pascua.
En casi medio siglo de trabajo vio el nacimiento de muchas de las escuelas de la zona, y lamentablemente, el cierre de varias a lo largo de los años. Por supuesto, las conoció todas.
El inicio
Cuando empezó sus funciones en el año 1966, con sólo 19 años, la Junaeb local, que por entonces funcionaba en avenida La Marina, era muy distinta a lo que es ahora.
"Se daba la alimentación, calzado, ropa y hasta dinero a los niños para el transporte", recuerda Fernando.
"Eran juntas comunales y después con el tiempo se formaron en la provincial. Algarrobo y El Quisco dependía de Valparaíso y San Antonio era parte de la Región Metropolitana", agrega.
"Llegamos a ser 106 personas trabajando para la Junaeb. En esa época las manipuladoras de alimentos dependían de nosotros y cocinaban de acuerdo a su criterio", relata.
"Fue una época muy linda. Es el periodo en que más escuelas se levantaron. Donde había un espacio se paraba una escuela, la pintaban con cal y de atrás íbamos nosotros entregando la comida para hacerle el almuercito a los niños", cuenta.
En la década de los 80, se comenzó a privatizar la elaboración de los alimentos y las manipuladoras pasaron a depender de empresas externas y a preparar estudiadas minutas.
Pero con el paso del tiempo también fueron incorporándose nuevas tecnologías que no dejaron indiferente a Fernando.
"Teníamos que calcular en una máquinas que les decíamos los molinillos. Al tiempo después aparecieron las sumadoras que no podían hacer otra cosa más que sumar. Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que llegaran los computadores", recuerda.
RECORRIENDO LA ZONA
A medida que pasaron los años comenzó a especializarse. Estudió en distintas instituciones como Inacap e Inta, y con eso, empezó a desempeñar tareas cada vez más complejas.
A bordo de distintos vehículos recorrió cada escuela de la compleja provincia de San Antonio. Fue a las aisladas escuelas de El Asilo, La Floresta y Huinca, entre muchas otras. En cada una de ellas había pequeños grupos de alumnos que en muchos casos no superaban la veintena.
"En el año 1969 tuve que aprender a manejar un camión que había sido usado en la Segunda Guerra Mundial, el que luego sirvió para transportar los alimentos que entregaba la Cooperativa Americana de Remeza del Exterior (Care), lo cual complementaba la carga aportada por Junaeb, por ende se necesitaba de un vehículo de gran capacidad. Y en esa época no contábamos con móviles propios. Fue una gran hazaña aprender a usar esa máquina", cuenta.
Las uvas con cianuro
La anécdota del transporte es sólo una de los cientos de historias que vivió en 48 años de trabajo. En 1989, fue uno de los funcionarios públicos a cargo de repartir miles de toneladas de uva en la zona, luego de que encontraran dos granos con cianuro en Estados Unidos y se paralizaran los envíos a ese país.
"Me mandaron a San Felipe y de ahí salían trenes y camiones llenos para todos los colegios. En esa época estaba a cargo un coronel y mandó a los militares a repartir miles, pero miles de cajas. Uno veía por la calle a los niños con uva de todo tipo", recuerda a 26 años del hecho.
Su buen trabajo no pasó indiferente. En varias oportunidades quisieron llevárselo a trabajar a otras partes de la región, pero nunca aceptó. "El terruño siempre tira", reflexiona el vecino de Tejas Verdes.
De todas sus andanzas y experiencias al interior de Junaeb, la que recuerda con más cariño es la ocasión en que fue enviado a Isla de Pascua a hacer un trabajo de inspección en 2012.
"Recuerdo con mucho cariño ese viaje. La forma que se trabaja allá no es muy distinta a la forma en que se hace acá, pero fue una gran oportunidad. De esas que no se dan todos los días", comentó.
"Como parte de mi trabajo pude recorrer casi todo el país. Sólo en la región conocí más de 570 escuelas", agregó.
Los recuerdos
Con todo sus años dentro de la institución, Fernando conoce los secretos mejor guardados de los sabrosos alimentos que ha entregado Junaeb por décadas. Y bueno, hay que decirlo, de los que no eran tanto.
-Esas galletas se mandaban a hacer en Santiago y de ahí se repartían a todo el país. Era bien duras por todos los preservantes que tenían porque tenían que durar mucho tiempo. Se enviaban en cajas de vario kilos. Esas reemplazaban el pan.
-Hubo uno que llegó en el año 1964, lo mandaba la Care. Era parte de la sociedad que tenía Junaeb con ellos.
-Un par de veces muy esporádicas, porque en general toda la gente y las instituciones en colaboración con las que trabajamos se preocupan de recibir bien a Junaeb, porque además esto es un beneficio para los niños.
-Claro, hoy en lo que se refiere a la alimentación es todo más tecnificado, pero además de eso hay muchos beneficios, el pase escolar y cosas que la gente ni conoce.
-Sí claro, no te imaginas la cantidad de veces que llegaron señoras a golpear las puertas dando gracias por los lentes o cosas que ni se imaginaban. La reacción de los niños también. Estoy muy agradecido de todo y de la gente también con la que me topé y trabajé en todo este tiempo, largo tiempo.
tRAS EL RETIRO.
Los 48 años de dedicado trabajo terminaron el último día de marzo. Desde ahora aprovechará ese tiempo libre para compartir con sus tres nietos y tres hijos en su casa de Tejas Verdes, la misma que comparte con su esposa Cristina Sáez desde hace 42 años.
Como dicen por ahí, detrás de un gran hombre hay una gran mujer. En 44 años de matrimonio, "la Titita" como le dicen sus nietos, ha estado con él acompañando cada uno de sus proyectos.
"Ha sido una gran compañera, que ha criado muy bien a mis tres hijos cuando yo estaba más ocupado y tal vez no tenía tanto tiempo para ellos. Ahora ya estoy acá para mis hijos", cuenta con emoción.
Fernando aprovechó un beneficio del antiguo sistema de previsión y se pudo retirar con un bono y una buena pensión.
Ahora, después de casi medio siglo de trabajo, es hora descansar, de refrescar los recuerdos y de compartirlos con sus nietos. No muchos podrán decir que tuvieron más de cuatro décadas trabajando en un solo lugar, ni menos en uno tan importante para niños y escolares del país. J