Juan y Alicia, la tierna historia de amor que se fue tejiendo en el más absoluto silencio
Juan Garrido y Alicia Ramírez están juntos hace más de quince años. Son una pareja como todas, pero su historia tiene una característica muy especial, nació al alero de las señas y gestos porque ella es sordo muda y él perdió un 60 por ciento de la audición.
"Llevamos 15 años viviendo juntos, todavía no nos casamos, pero para mí ya estamos casados", explicó Juan con señas y oralmente, mientras Alicia sonreía y lo miraba con amor.
Juan tiene 51 años y Alicia 36. "La conocía de chiquitita, porque yo trabajaba como profesor y para mí era una niña porque yo estaba grande. Después me fui a Valparaíso, estuve diez o quince años viviendo allá", recordó este profesor de Lenguaje de Señas de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y técnico eléctrico de Inacap.
Juan contó que luego de una desilusión amorosa se fue de Valparaíso a Calama, sin avisarle a nadie, ni siquiera a sus jefes de ese entonces. "Estuve como ocho meses allá y todo el mundo estaba buscándome porque no quería ni contestar el teléfono. Después se me pasó todo y llamé a mi papá, me contestó y me dijo que me echaba de menos, que dónde estaba y cuando le dije que estaba en Calama conociendo me dijo que estaban todos preocupados por mí. Ahí me devolví a San Antonio", dijo Juan.
Fue precisamente en esa vuelta a la comuna puerto que se reencontró con Alicia. "Me encontré con los papás de ella y me invitaron a celebrar el año nuevo y ahí estaba. Entonces nos empezamos a conocer y ella era más grande, tenía 19 años y yo 35. Hay harta diferencia, pero nos enamoramos", reconoció con timidez.
"Ella no sabía comunicarse mucho con las manos, entonces yo la invitaba a salir, a conocer otras partes de la ciudad y le enseñaba a hablar con señas sobre todo. Al principio yo no estaba interesado en ella y habían muchos chiquillos que se le acercaban, entonces yo me empecé a poner un poco celoso, pero tratando de protegerla, de que no le fueran a hacer daño, porque era mi amiga", explicó Garrido.
"Un día, los chiquillos me dijeron que hablaba mucho de mí y yo decía que sí no más, porque para mí era una lolita recién, una amiga. Pero un día me di cuenta que ella me gustaba y pensé que uno no tenía nada que ver con la edad, así es que la conquisté y nos enamoramos", señaló Juan.
Después de dos años de pololeo, Juan y Alicia tenían claro que querían pasar el resto de su vida con el otro. Por eso, cuando Alicia, la menor de cuatro hermanos, quedó embarazada Juan aprovechó y se la llevó a vivir con él. Aún cuando tenía miedo de la reacción de su papá. "Ella estaba un poco nerviosa, porque a lo mejor el papá la iba a retar. En mi familia estaban todos casados y mi papá era bien estricto, así es que yo creo que le tenía más miedo a mi papi que al de ella", contó medio en broma, mientras su esposa le recordaba con lenguaje de señas varios detalles de ese momento.
Ahora, Alicia y Juan tienen una hermosa familia, donde los regalones son sus dos hijos: Juan de trece años y María José de seis. "Mis hijos saben desde siempre el lenguaje de señas, porque mi señora al principio no sabía mucho y le costaba comunicarse y cuando empezamos a salir le fui enseñando, por eso, también le enseño a mis hijos siempre y les recuerdo que aunque ellos no tienen ningún problema tienen que hablar con señas para que mi señora les entienda bien", contó Juan.
A modo de anécdota, este profesor contó que su hija aprendió a hablar con señas antes que oralmente. "A a los diez u once meses ya sabía hablar con las manos", explicó con orgullo.
Audición
Juan, al contrario que Alicia, no nació sordo y puede escuchar un poco, aunque debe usar un audífono de alta potencia en cada oído. Por eso, también puede hablar con mayor claridad y, así, tiene la fortuna de lograr comunicarse más fácilmente con quienes no manejan el lenguaje de señas.
"Tengo un problema de audición desde chico, quedé sordo a las cuatro años, pero escucho con los audífonos. Cuando nací tenía un problema y por cualquier golpe que recibiera en la cabeza iba a quedar sordo. Vivíamos en el campo y había muchos caballos y burros, un día pesqué a un burro de la cola y empecé a jugar hasta que se aburrió y me dio una patada en la cabeza. No quedé sordo al tiro, fue de a poco", recordó Juan.
En cambio, "el papá de mi señora es sordo, aunque mi suegra no. De los cuatro hijos de ellos, dos salieron sordos", explicó Garrido.
Como Juan iba perdiendo la audición cada vez más rápido, se le ocurrió inventar un audífono. "En esa época no habían los aparatos que hay ahora, así es que yo hice el mío, porque aprendí mucho mirando a mi papá que era eléctrico. Eso sí, no se lo mostré nunca al doctor, me daba cosa, porque era como una bomba que andaba trayendo en un cinturón que me hizo mi mamá", dijo entre risas.
Discriminación
Desde que era joven Juan se sintió pasado a llevar a raíz de su condición. Por eso, fue uno de los impulsores de la Agrupación de Sordos de San Antonio, que hoy preside.
"En la vida me discriminaron mucho, aunque ahora no, porque me ayuda harto el audífono y me enfrento bien. Pero a veces no puedo hablar muy claro y no me explico, eso me da rabia. Por todo esto también quise que nos reuniéramos, para sentirnos apoyados", explicó Garrido quien agregó que "ahora, en la agrupación somos 34, pero hay varios jóvenes más que no se han inscrito, como 15 más".
"Hay mucha discriminación y poca comprensión, por ejemplo, cuando vamos al hospital y hay micrófono para llamar, uno pide que le avisen porque uno es sordo, pero casi nunca lo hacen. Podrían tener una pantalla donde aparezca el número de atención o el nombre, pero eso no se hace", explicó el hombre. "Acá no se preocupan mucho y hay pocas oportunidades, nosotros somos muy inteligentes y miramos todo, somos súper trabajadores. Hay gente sorda que es mecánico y que trabaja en mueblería y aprendieron todo mirando", completó Juan.
"Estas diferencias se ven en todo. Cuando era chico quise entrar a un colegio técnico a estudiar electricidad, pero no me dejaron porque era sordo. Yo después estudié en un instituto en Valparaíso y lo más bien que ahora trabajo como contratista en mi profesión, hay que educarse, comprender y respetar", reflexionó el hombre.
Cursos
Este 28 de abril Juan comenzará con un nuevo ciclo del curso de lenguaje de señas. "Se van a hacer en la Fundación Siglo XXI, que está frente al Registro Civil, el día 28 de abril, entre las siete y ocho de la tarde, los días martes y jueves. Tiene un costo de 10 mil pesos mensuales por tres meses, va con una certificación", contó.
"Invitamos a toda la gente que quiera participar ya que la hora está ideal para que puedan asistir todos. Si les complica el horario, los alumnos se ponen de acuerdo para que sea más temprano, lo podemos hacer no hay problema", explicó. Pero San Antonio no es el único lugar en que Juan replica lo que sabe y trata de abrir nuevas puertas para las personas con capacidades diferentes, ya que desde hace varios años también viaja a Melipilla y Talagante para enseñar y abrir un nuevo canal de comunicación para todos.
"Uno de los problemas de las personas a las que les enseño es que a veces no saben qué significa un concepto, por ejemplo la palabra diferente, entonces tengo que explicarle el significado. A veces uno puede leer una frase, pero no la entiende porque no conocemos el concepto. Eso me pasó a mí cuando chico, entonces por eso peleo ahora para lograr enseñar lo más que puedo", finalizó este hombre. J
"Ella no sabía
comunicarse
mucho con las
manos, entonces
yo la invitaba a
salir, a conocer
otras partes de la
ciudad y le
enseñaba a
hablar con
señas",
Juan Garrido,