La sangre sanantonina que corre por New York
Y de pronto el espectacular Flushing Meadows Park en New York, donde se juega el US Open, quizás uno de los Grand Slam más espectaculares del circuito mundial del tenis, se convirtió sin proponérselo en testigo de un abrazo del alma, de esos que traspasan los años de ausencia. El abrazo de dos sanantoninos que por circunstancias del destino habían tenido que esperar más de 30 años para sentirse uno cerca del otro.
Cuando Miguel "Moki" González escuchó que a su espalda le gritaban con inconfundible acento chileno "Qué queris comprarte Moki conche..." supo de inmediato que ese tono de voz provenía de Carlos Reynoso, "El Curco".
Miguel estaba mirando recuerdos referentes al US Open. Llevaba unos días en New York, cumpliendo el anhelo de tener unas vacaciones soñadas junto a su familia en la ciudad que para muchos es "la capital del mundo". Pero apenas "El Curco" (hijo del goleador sanantonino que brillará en Santiago Wanderers a finales de la década del cincuenta, llamado del mismo nombre) le gritó con un chilenismo de por medio, las vacaciones se volvieron secundarias, y las lágrimas brotaron espontáneas. La emoción de un abrazo del alma entre dos sanantoninos de corazón se hizo sentir desde New York hasta la ciudad puerto.
el sueño del madison
Miguel Ángel González Serrano es barranquino de corazón, está casado con María Elena Abarca y tiene dos hijos: Matías y Martín. A sus 60 años lleva en su mochila de recuerdos aquellos años dorados como jugador del club de básquetbol Esparta. También las horas de trabajo acumuladas mientras se desempeñó en la Empresa Portuaria de Chile (Emporchi). Ahí se hizo conocido como el "Moki". Sus compañeros lo bautizaron así al poco tiempo de llegar a trabajar a la estatal portuaria.
Fue alumno de la Escuela 4 (ubicada donde hoy está el Grupo Escolar) y posteriormente pasó a sentarse en los pupitres de la Escuela Industrial de San Antonio (Eisa). Durante la década de los 60 y 70 conoció a muchos jóvenes con los que mantiene contacto hasta el día de hoy y que son sus grandes amigos.
Los sueños más grandes Miguel Ángel los tenía con el básquetbol, en aquellos años en que el gimnasio del club Esparta, en el mismo terreno donde ahora se encuentra un supermercado, se llenaba para ver apasionantes duelos de baloncesto.
Dentro de estos sueños, había uno que tenía perfume a imposible: estar algún día en el Madison Square Garden, el templo del deporte para los norteamericanos. Un gimnasio que ha sabido de grandes veladas de básquetbol, boxeo, y también de conciertos con los mejores cantantes o grupos del momento. El recinto más emblemático de New York.
"Era el sueño que me faltaba por cumplir. Quería un matrimonio que fuera para toda la vida, y llevo casado con mi mujer 32 años; quería que mis hijos fueran profesionales, pudieran valerse por sí solos, y los dos ya son independientes. Por el básquetbol y todos los años en Esparta, mi gran sueño era conocer el Madison Square Garden. Lo veía por la tele, en películas, y de imaginarlo ya era una sensación difícil de explicar", cuenta Miguel González.
Fue una conversación el año pasado con su señora María Elena (quien es nutricionista) en la terraza de su departamento en el edificio Puesta del Sol la que quebró el destino. Ella le dijo que después de tantos años de trabajo y crianza de sus hijos, cumpliera su gran sueño. Miguel Ángel, después de analizarlo, también pensó que era lo más óptimo. Para sorpresa suya, su hijo mayor Matías le dijo que le regalaría el pasaje hacia New York.
"Desde que llegué al aeropuerto que estaba ansioso, como un chico de 15 años. Fue sentirse joven de nuevo, una sensación muy reconfortante. Lo único que pensaba era cómo sería el Madison, quería estar ahí lo antes posible", recuerda.
El viaje para cumplir su sueño empezaría el 1 de abril pasado. Una vez en el avión no pudo pegar ni por un instante los ojos y no logró dormir nada. La ansiedad había hecho posesión de su cuerpo. El corazón le latía a mil, y lo que menos quería hacer era dormir. En su cabeza solamente había espacio para el imponente Madison Square Garden. "Y que apareciera pronto por la ventanilla del avión la Estatua de la Libertad", reconoce.
"New Antonio"
Miguel Ángel González llegó hasta el aeropuerto internacional John F. Kennedy junto a su señora y sus hijos Matías y Martín. Ahí los esperaba Gustavo Urbina, primo de su señora María Elena, y su esposa Bernardita Alcántara.
Aprovechando el viaje, su intención era ver a la mayor cantidad de coterráneos posibles. Desde hace unas décadas (principalmente a finales de los ochenta), un buen grupo de nacidos en San Antonio fue a "hacer patria" a Estados Unidos para ver qué tan cierto era el lema de que aquella tierra era la de las oportunidades.
"En el aeropuerto llamé de inmediato a Luis Abarca y Andrés Figueroa, dos de mis amigos espartanos que estaban en San Antonio, para contarles lo emocionado que estaba", detalla Miguel González, quien al segundo día de su estadía recibiría la primera de sus grandes sorpresas.
Denis González, "El Loco Denis", espartano también de corazón así como Luis Abarca y Andrés Figueroa, se comunicaba con el "Moki" y le exigía la presencia suya y de su familia en su hogar. "El Loco" había sido uno de los sanantoninos que a finales de los ochenta decidió cruzar fronteras sin tener un destino cierto y seguro.
La sorpresa sería mayor para Miguel González cuando al llegar a la casa de Denis González, las caras que vio apenas abrió la puerta le eran muy conocidas. Un poco distintas físicamente por el paso de los años, pero con el mismo espíritu que caracteriza a los sanantoninos.
Ahí estaba uno de sus grandes amigos durante las jornadas escolares en el Eisa: Johny Hernández, quien hace más de 25 años vive en New York, y que con una memoria fotográfica se acordaba de todos los imborrables momentos vividos con el "Moki" en las salas de clases junto a los demás compañeros de curso con los que compartieron adolescencia y juventud; también estaba Roberto Meza, otro espartano de nacimiento con quien disfrutó aquellas jornadas gloriosas de básquetbol; los hermanos Jorge y Mario Santis, barranquinos hasta la médula, hermanos del querido y conocido "pelado" Santis, quien aún vive en Barrancas y se junta constantemente con Miguel para recordar las mismas anécdotas que aquella noche newyorkina en casa del "Loco Denis" salían al compás de los brindis y los abrazos.
Miguel González era el que llevaba la bandera desde la ciudad puerto, uniendo en cosas de segundo los miles de kilómetros de distancia existentes entre San Antonio y New York. Tratando de enhebrar dos mundos totalmente opuestos. Dos formas de vida que ni siquiera dan para comparaciones. Porque en ninguna esquina de Manhattan el empleado que atiende una panadería va a preguntarle al "Loco Denis" cómo está su familia; en ningún quiosco de Time Square van a saludar a los hermanos Santis como los saludarían en cualquier local de Barrancas.
Aromas que se extrañan
"Fue muy lindo encontrarme con coterráneos que fueron en búsqueda de un sueño a otro país y que añoran todos los días respirar el aire de San Antonio. Me comentaban que estando allá solamente se pueden alimentar de los detalles, de lo que leen en internet gracias a la prensa local. Revisan todas las mañanas la página web de diario El Líder para saber lo qué pasa. Pero que eso no los llena del todo, porque les falta el detalle sabroso que les da el amigo del barrio, el "cahuineo" entre los vecinos o los colegas. Les falta ese olor al paseo Bellamar, o los ruidos de la ciudad, y para que decir todas esas tallas que en New York no se ven", reconoce emocionado Miguel González.
Es que había ido sin quererlo en busca del sueño de conocer el imponente Madison Square Garden, y al segundo día de vacaciones ya estaba más que pagado. Aquella tertulia sanantonina era quizás el tesoro más preciado que se llevaba. Solo comparado con aquella sensación que sintió cuando su amigo Carlos Reynoso, el popular "Curco", le gritó desde las entrañas aquella frase tan chilena que decía "Qué queris comprarte Moki conche...".
"El Curco" había sido compañero de Miguel González en la Emporchi y no lo veía hace más de tres décadas. Aquel abrazo entre ambos duró varios minutos en uno de los sectores exclusivos de Flushing Meadows Park.
Lo primero que le dijo Carlos Reynoso a Miguel González fue que había pensado que no lo vería nunca más. Pero la vida da vuelta, y ahí estaban ambos amigos enfundados en un abrazo, como si el tiempo no hubiera pasado. El "Moki" ahora sí que ya podía sentirse pagado.
"Porque antes de ir al asado del "Loco Denis", había pasado al Madison Square Garden y cumplí lo que me había prometido cuando era fanático del básquetbol y jugaba junto a los amigos por el club Esparta. Era espectacular, hice el tour de tres horas, entré al museo, a los camarines, estuve en las galerías. Veía a los gringos jugar y me daban ganas de ir a la cancha. Luego de este viaje estoy seguro que me puedo morir tranquilo. ", reconoce Miguel Ángel González Serrano, el sanantonino que sin proponérselo, llevó un poco de los detalles y los aromas de la ciudad puerto que tanto extrañan aquellos hombres que han hecho correr sangre sanantonina por las frenéticas calles de New York, esas que en nada se parecen a las tranquilas calles de San Antonio. J