Tania Ojeda, la dueña de una farmacia homeopática que le ganó a la pobreza a puro esfuerzo
Cuando Tania Ojeda Contreras (56) tenía 18 años vio un aviso en el diario El Mercurio en donde el laboratorio Hochstetter ofrecía empleo. Dice que siempre tuvo alma de comerciante, a pesar de que su sueño era ser bibliotecaria. Sabía que esta oportunidad no la podía dejar pasar, así que decidió postular, junto a otras 150 personas, a los tres cupos disponibles. Para su fortuna ella fue una de las elegidas.
Los primeros años de trabajo en el laboratorio, que en ese entonces contaba con tres farmacias en el centro de Santiago, fueron de mucho aprendizaje para esta mujer, principalmente porque, tal como ella lo reconoce, "no sabía de qué se trataba la homeopatía, así que lo busqué en un Larousse antes de postular al trabajo".
"Cuando llevaba tres meses trabajando, yo le pedí a mi jefe que me pusiera a vender porque eso era lo que quería hacer, además tenía muchas ganas de aprender", recuerda.
Tania es de esas personas que no desaprovechan las oportunidades que la vida les presenta, principalmente porque todo lo que ha logrado hasta ahora, es a base de puro esfuerzo y trabajo.
dura infancia
Tania vivió una infancia muy dura, marcada por la pobreza en que estaba sumergida su familia. "Nosotros vivíamos en la calle y la mayoría de las veces no teníamos qué comer. Mis papás se ganaban la vida vendiendo maceteros de greda y no les alcanzaba para mucho. Recuerdo que cada Navidad mi mamá se la pasaba llorando porque no tenía qué regalarnos a mí y a mi hermano", recuerda. Y agrega: "en una ocasión saltábamos de alegría porque mi papá había llevado cuatro plátanos, ya que eso era lo único que íbamos a comer en varios días".
Hubo un episodio en la vida de esta auxiliar de farmacia que la hizo ver su triste realidad, a pesar de que apenas tenía seis años.
"Mi papá nos había llevado a una ramada en Vitacura y me acuerdo que me gustó mucho el olor a anticucho, así que le dije si me podía comprar uno. Él me respondió que esa comida era de ricos, pero nosotros éramos pobres, así que no íbamos a comer eso. Ese día me propuse no ser pobre, y a pesar de que era muy chica, sabía que tenía que derribar esa barrera", cuenta.
Desde muy pequeña, Tania fue amante de la lectura y siempre estuvo dispuesta a aprender. Por eso la dueña del prestigioso Santiago College le ofreció una beca para que estudiara en este colegio que quedaba muy cerca del negocio de greda que sus padres tenían, pero este ofrecimiento fue rechazado por su progenitor. "Él le dijo a la dueña los ricos no se mezclaban con los pobres. A lo mejor si él hubiera aceptado ese ofrecimiento mi vida habría sido otra", recuerda.
a San Antonio
Al poco tiempo de haber ingresado al laboratorio Hochstetter, Tania se casó. Por cosas de trabajo, su marido se trasladó hasta San Antonio, mientras ella seguía viviendo en Santiago. Esta distancia estaba causando problemas en su matrimonio, así que decidió tomar cartas en el asunto. Al poco tiempo presentó su renuncia al laboratorio.
"Me costó mucho tomar la decisión porque la verdad es que yo estaba muy contenta con mi trabajo porque me gustaba mucho el contacto con los clientes, pero sobre todo lo que estaba aprendiendo en este lugar. Pero no tenía otra salida", rememora.
camino al éxito
Cuando sus jefes le preguntaron qué pensaba hacer, ella les respondió que se instalaría con un bazar naturista. Los dueños del laboratorio le hicieron una propuesta. Le dijeron que mejor pusiera una farmacia homeopática en San Antonio y que ellos mismos la ayudarían. "Ellos me pasaron los productos sin que yo les pagara un peso durante nueve meses y apenas abrí la farmacia en la galería Rosales (centro de la ciudad), en 1989, ésta se convirtió en todo un éxito".
A pesar de que aún no contaba con los permisos correspondientes para la comercialización de estos medicamentos, Tania recuerda que la gente hacía fila para adquirir sus productos.
La base de su éxito se debió a que ella reunió en su farmacia a los laboratorios más prestigiosos de la medicina homeopática que existen en el país. Su idea siempre fue que sus clientes encontraran todos los remedios que buscaban en un solo lugar.
Fue así como su farmacia llegó a transformarse en el Centro Homeopático San Antonio M.R, que actualmente cuenta con un local en San Antonio (Pedro Montt 129, local 3) y otro en Melipilla (Ortúzar 482), el cual es administrado por su esposo.
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-Principalmente porque las personas están cansadas de la mala atención que reciben en la salud pública donde solo les dan paracetamol. Además los medicamentos homeopáticos atacan el problema de fondo a diferencia del resto.
-En mi farmacia nosotros no vendemos pomadas, vendemos soluciones. Todas las personas que trabajan conmigo están instruidas en el tema, por eso le entregamos una atención completa a nuestros clientes. Además el químico farmacéutico que trabaja con nosotros es muy competente y los más de 4 mil productos que vendemos son de laboratorios.
"Acá nosotros nos damos el tiempo de conversar con las personas, les preguntamos sus síntomas, y si nos damos cuenta que puede ser algo más grave, los enviamos de inmediato al médico. Acá no les vamos a vender un producto por vender. Si bien es cierto que me crié en la calle, tengo principios y jamás engañaría a un cliente".
-Las dolencias reumatológicas son por lo que más consultan en San Antonio al igual que, por la menopausia, frigidez femenina, impotencia, entre otros. Además en San Antonio hay mucho problema de droga.
Tania cuenta que las emociones enferman a las personas, ya que siempre debería haber un equilibrio entre la mente y el cuerpo, pero esto no siempre es así.
"Muchas veces cuando las personas comienzan a sentir alguna dolencia se debe a que estuvo expuesta a algún tipo de desequilibrio en su vida o por alguna situación que le tocó vivir", asegura.
aprendizaje
Durante todo este tiempo, Tania ha participado en innumerables cursos, capacitaciones, seminarios y en todo donde pueda aprender algo nuevo. Dice que le gusta mucho lo que hace, por eso pasa gran parte de sus días atendiendo a su fiel clientela. Además, en su afán por seguir aprendiendo, ha conocido gran parte de Europa. Incluso en uno de sus tantos viajes por París visitó la tumba de Samuel Hahnemann, precursor de la homeopatía.
"Yo nunca dejo de aprender. Es cierto que no fui a la universidad, pero siempre supe que para derribar la barrera de la pobreza debía estudiar. Por eso que a mis dos hijos les dejé la mejor herencia que un padre le puede dejar a sus hijos: la educación. Nosotros con mi marido no escatimamos en gastos al momento de educarlos y ahora ellos son dos excelentes profesionales", recalca.
Tania es una mujer muy agradecida de la vida y en especial de las oportunidades que esta comuna le ha brindado en estos años, por eso no ha dudado en devolverle la mano, de alguna manera, a este puerto.
"A mi segundo hijo le pusimos Fernando Antonio en honor a esta ciudad y, como segunda cosa, fui parte, por mucho tiempo, de los Rotary Club y estando en esta institución entregamos mucha ayuda. Pienso que, de alguna manera, uno debe retribuir todo lo que he conseguido", dice.
"La verdad es que yo no tengo grandes cosas materiales porque soy una mujer bien simple, que me gusta mucho lo que hago. Mis amigos son las personas que a diario llegan buscando alguna solución. Acá nadie se va con las manos vacías y si no tiene dinero, se verá la forma en cómo lo podemos ayudar", recalca. J