La vida de una madre tres años después del suicidio de su único y amado hijo
El 8 de septiembre de 2012 María Santana Flores (41), supervisora de mantención de la caja de compensación La Araucana, se dirigió desesperada al hospital Claudio Vicuña de San Antonio. Ni siquiera se acuerda si cerró la puerta de su casa, en Alto Mirador, al salir rumbo al recinto asistencial. Segundos antes le habían informado que Guillermo Enrique Leiva, su único hijo, de 16 años, se había disparado.
Al arribar al hospital, uno de sus hermanos le contó que el disparo había sido en la cabeza. Ella supo de inmediato que no había vuelta atrás y que había perdido a lo más amado y valioso que tenía en la vida.
En medio de su infinito dolor, una doctora le dijo que sólo podría despedirse de su hijo si estaba tranquila. Ella, no sabe cómo, sintió una tranquilidad inmensa. Entró a la sala donde él se encontraba. Lo abrazó, lo acarició y lo besó. Era lo que le nacía del corazón, del alma.
En ese momento una enfermera le contó que habían encontrado una carta en el pantalón que llevaba Guillermo cuando decidió poner fin a sus días, en el segundo piso de la casa de su abuelo, Hugo Santana, que era como el padre que nunca tuvo.
Sin pensarlo, María abrió la misiva y leyó el texto que mantiene grabado en su memoria hasta hoy. "En la carta me pedía perdón y me decía que el momento más feliz de su vida había sido el 23 de octubre de 1985, el día de su nacimiento. Y eso era porque yo siempre le contaba que cuando nació, lo primero que hice fue decirle que lo amaba con todo mi corazón y le di un beso. Siempre le quedó grabado eso", recuerda a pocos días de cumplirse tres años de ese doloroso momento que marcó su vida para siempre.
MADRE SOLTERA
María Santana tenía 22 años cuando supo que estaba embarazada. Su pareja de aquel entonces la abandonó y ella, como miles de mujeres, se convirtió en madre soltera.
Todo su tiempo y su vida los volcó en regalonear y atender las necesidades de su único hijo. Nunca más volvió a tener una relación seria, en parte porque estaba decepcionada de los hombres, y en parte porque toda su existencia giraba en torno a Guillermo. No había espacio para otras personas. Con él era inmensamente feliz.
Guillermo, por su parte, también se veía un niño feliz, pero con el correr de los años comenzó a presentar problemas de autoestima. Tenía una moderada obesidad y al salir de octavo básico era el más alto de su curso en la escuela de Placilla.
"A él lo acomplejaba ser tan grande. Medía 1,95 metros cuando se quitó la vida. Y eso que recién tenía 16 años", confiesa la madre, que por estos días prepara la misa que hará para orar por su hijo, el próximo domingo 13 (11 horas) en la sede de la parroquia San José Obrero de Placilla.
depresión
Pese a que al ingresar a la Escuela Industrial de San Antonio había perdido más de 30 kilos de peso, Guillermo comenzó a desarrollar los primeros síntomas de una depresión. María se dio cuenta de inmediato y pidió ayuda en su colegio. "En el Eisa los profesores y las personas con las que hablé no me creyeron. Pensaron que yo estaba exagerando. Por eso creo que es fundamental que en los colegios atiendan y apoyen a los alumnos con depresión para evitar nuevos suicidios".
A pesar de no recibir ayuda en el establecimiento, la madre llevó a su hijo al sicólogo y al siquiatra, y también al gimnasio de La Araucana. "El estuvo tratando de salir adelante. Yo traté de hacer las veces de madre y padre, pero creo que a él le faltó la figura paterna. Él veía como papá a su abuelo y a mis hermanos, pero no es lo mismo ", reconoce María.
El 20 de agosto de 2011, un año antes de tomar la mortal decisión, el muchacho sufrió un duro golpe que nunca pudo superar. Su querido primo Hugo Santana, que era como su hermano, perdió la vida en un trágico y confuso incidente en la casa de uno de sus amigos. Según la versión oficial, uno de los jóvenes empezó a manipular un arma de fuego y se le escapó un tiro. El disparo hirió de muerte a Hugo.
"Él siempre se preguntó por qué le había pasado esto a su primo", recuerda María sobre el sufrimiento y la pena que empezó a experimentar su hijo, alumno del 3º C del Eisa.
A los pocos meses la madre empezó a apreciar un cambio de actitud en Guillermo. Se veía más pleno y contento. Se había enamorado perdidamente de una de sus amigas, con quien comenzó una relación sentimental. Era su primer amor.
María detalla que el 7 de septiembre de 2012, Guillermo recibió una noticia que, según su madre, habría gatillado su última determinación. "La niña con la que estaba pololeando terminó con él por Facebook". Al día siguiente Guillermo fue a la casa de su abuelo en el centro de San Antonio, buscó por todos lados un revólver que había en la vivienda y apretó el gatillo.
Se estableció que antes de dispararse llamó a su expolola. La llamada duró 18 segundos. "Yo pienso que él le preguntó si quería volver con él, y al recibir una respuesta negativa, se disparó", teoriza la progenitora.
Guillermo y su primo Hugo tuvieron un final muy similar. El primero, por decisión propia; el segundo, por la irresponsabilidad de uno de sus amigos.
después de la muerte
La vida después de la muerte de su único y amado hijo no ha sido fácil para María Santana. A sus 41 años, confidencia que el infinito dolor por la partida de Guillermo sigue clavado en lo más profundo de su alma, pero admite que se ha mantenido en pie gracias al apoyo de su familia, de sus amigos y de sus compañeros de La Araucana.
No tomó licencia tras la partida de su retoño. Volvió al trabajo e ingresó a la agrupación "Renacer, Padres en Duelo", donde dos sábados al mes se reúne con otros 12 padres que han perdido a sus hijos por diversas circunstancias. "Para mí hablar de la muerte de mi hijo es como una terapia que me ha permitido aprender a vivir con este inmenso dolor. Eso es lo que le tratamos de transmitir a los padres que se van integrando a la agrupación".
-Hay que tratar de poner un cable a tierra, intentar llorar y vivir el duelo. Yo trato de sonreírle a la vida, pensando que Guillermo ya está descansando y que no le gustaría verme triste. A diferencia de otros padres de la agrupación, mi caso es más doloroso, porque mi hijo se suicidó. Todos me dicen que fui una excelente madre, pero siento que algo faltó, que no le di todo.
-La ausencia de la figura paterna fue una de las carencias que tuvo Guillermo.
-Siento como si mi hijo se hubiese ido ayer, como que el tiempo ha sido muy poco.
-Porque la tecnología y los celulares están aislando a los jóvenes. El Facebook y el Whatsapp están reemplazando los espacios en familia.
-Los ayudamos a que se desahoguen y cuenten su historia. Nosotros contamos nuestro testimonio y eso les ayuda a entender que también sentimos su mismo dolor y que hay que aprender a vivir con él. Y la mejor forma de hacerlo es hablando de los hijos. La idea no es ir a llorar, sino a fortalecerse para seguir adelante en la vida.
Pese a toda la ayuda recibida, María Santana abre su corazón y confiesa que cada día echa más de menos a su Guillermo. A cada momento lo recuerda. Desde su lugar de trabajo, mira hacia el patio del Eisa y se imagina a Guillermo caminando y metiéndose la mano al bolsillo para sacar su celular. Él, casi todos los días, salía a recreo y la llamaba por teléfono para decirle que la echaba de menos. También le repetía una frase, con voz de guagua, que a María le encantaba escuchar: "mamá, estoy ashustado... necesito protección de mi mamá". J
"En la carta me
pedía perdón y
me decía que el
momento más
feliz de su vida
había sido el 23
de octubre de
1985, el día de su
nacimiento".