Alex Silva (55) y Guillermo Ramírez (59) son tripulantes de remolcadores en el puerto de San Antonio. Ambos trabajan en estas faenas desde inicios de la década de los 80.
"Empecé trabajando en el remolcador Kiwi, que era a vapor", contó Guillermo, quien recuerda que en los 80 había un reducido movimiento en el terminal portuario. Hoy, a bordo del Maihue, los turnos son más largos y extenuantes. "Ahora metemos un barco, y de inmediato sacamos otro; hoy el puerto es mucho más moderno y la convivencia a bordo es mucho más cómoda", aseguró.
Lo peor de esta vida en los remolcadores, le ocurrió a Ramírez cuando hace muchos años estaba en la cubierta de unas de estas embarcaciones, y divisó el cuerpo en descomposición de un niño que había muerto ahogado en la playa de Llolleo. "Esa fue una impresión muy grande que me dio vueltas por una semana en la cabeza", confesó.
Alex Silva, tripulante del remolcador Puquén de la empresa CPT, confirmó que esta pega es muy exigente, sobre todo cuando se está lejos de los seres queridos. "Es bueno estar cerca de la familia", dijo al rememorar sus años de marino mercante.
En las más de tres décadas que lleva navegando, Alex Silva ha enfrentado todos los desafíos de ser un hombre de mar. "He tenido unas cinco veces el riesgo de naufragar, sobre todo antes, cuando los remolcadores no eran tan fáciles de maniobrar y no reaccionaban tan rápido como los de ahora", destacó.
Estos amigos, como muchos de sus colegas, aseguraron que quien trabaja en el puerto de San Antonio, después puede hacerlo en cualquier otro. J
Tanto Alex Silva como Guillermo Ramírez reconocen que lo fome del trabajo de tripulante de remolcadores es que en cualquier momento pueden ser llamados para regresar a las faenas, y es así como se pierden celebraciones familiares. "A veces uno va a hacer las tareas con la señora y lo llaman al teléfono de la pega; hay que decir voy y vuelvo nomás, pero llegamos a las 8 de la mañana", dice Guillermo mientras Alex ratifica que es común que esto les pase.