La esforzada vida de la mapuche que vive en Santo Domingo
Mercedes Claudia Painemal nació en medio de la ruca de su familia. Ayudó a criar a sus ocho hermanos con mucho esfuerzo y compromiso, hasta que un día llegó a la comuna parque para quedarse e iniciar una nueva etapa.
Una mujer esforzada y de hermosas raíces es Mercedes Claudia Painemal (46), mapuche que viajó hace 26 años desde la IX Región para quedarse en la comuna de Santo Domingo.
Claudia, como solicita que la llamen, detalla que "llegué al mundo al interior de una ruca en Chol Chol. Alrededor del fuego y en el suelo".
Su infancia la vivió rodeada de animales, y aunque era tan solo una niña, también debía ayudar en los quehaceres de su hogar. "Me levantaba temprano a barrer, hacer las camas, buscar agua y hornear el pan", cuenta.
Painemal es la mayor de nueve hermanos, es por eso que desde muy pequeña debió cuidarlos con devoción. "Les lavaba los pañales a todos", indica.
Escolaridad
Claudia pasó toda su niñez en medio de la cultura mapuche. El único idioma que sabía hablar hasta los ocho años era el mapudungun. "Los niños de los alrededores le preguntaban a mi mamá cuándo me iba a enviar al colegio", recuerda.
Tras la insistencia de los pequeños, la madre accedió. "Mi mamá tenía miedo de que me pegaran en el colegio", aclara.
Pero lejos quedaron los temores de su madre, ya que Claudia aprendió a hablar español y a escribir sin problemas.
Painemal iba de oyente a las clases, porque no tenía sus documentos de identidad al día. "Mis papás no me inscribieron en el Registro Civil cuando nací", confiesa.
Este detalle hizo que Claudia tuviera que comenzar desde cero el colegio, porque no pudo certificar su escolaridad.
Retomó sus estudios cuando ya era mayor. "El año pasado terminé cuarto medio. Me licencié vestida de mapuche", relata orgullosa de su etnia y de su esfuerzo.
En la enseñanza media el ramo que le provocó más de un dolor de cabeza fue Matemáticas. "El profesor intentó de todo para que entendiera", sostiene.
Pero el esfuerzo dio frutos, ya que Claudia egresó con un 6.5 de promedio en la asignatura.
El nombre
Como el Registro Civil no estaba informado de la existencia de Claudia, ella misma se acercó para decir que 18 años después de su nacimiento estaba vivita y coleando.
"Cuando fui a inscribir mi nombre, me lo cambié", señala.
Anteriormente Claudia se llamaba Mercedes Yolanda. "No me gustaba", relata.
El nombre Claudia andaba hace tiempo rondando en su cabeza. "Había una amiga del colegio que se llamaba así y me gustó el nombre", dice.
Pero la dicha, lamentablemente, no le duró mucho tiempo. "Hasta hoy me arrepiento. Debí colocar los tres nombres porque Yolanda me había puesto mi abuela", reflexiona.
El viaje
Con sólo 18 años, Painemal debía comenzar a trabajar. Sin estudios, ni profesión, se internó en el mundo de las asesoras de hogar, pues experiencia de ama de casa tenía de sobra.
Trabajó con una familia que, por las casualidades de la vida, la llevó por la temporada de verano a Santo Domingo.
"El hijo de mi patrona me dijo que en la playa iba a encontrar el amor", recuerda entre risas.
El joven que no tenía ningún don especial de adivinación, le achuntó como el mejor de los videntes.
Al siguiente año ya estaba con camas y petacas instalada en la comuna parque disfrutando de su romance con el hombre que hoy es su marido.
Trabajó hasta que decidió formar su propia familia. Su ideal era tener muchos niños; sin embargo, el destino le dio sólo dos hermosos hijos. "Quedé mal de salud después del segundo embarazo. No podía ni cargar en los brazos a mis pequeños", recuerda triste.
Y aunque siempre soñó con tener una familia numerosa, su salud era su prioridad.
DE vuelta a las raíces
Ya son 26 años en que Painemal dejó a su familia y se vino la comuna de Santo Domingo.
El tiempo pasó, y como la memoria es frágil, Claudia comenzó a olvidar algunas palabras en mapudungun. "No conocía a ningún mapuche, ni alguna persona que hablara el idioma para practicar", menciona.
Painemal se sentía muy triste y apenada por lo que le estaba sucediendo en su vida. Estaba dejando a un lado su origen.
"Un día una persona me hizo reaccionar y me dijo que cómo iban a saber que existían los mapuches si no andábamos con nuestras vestimentas tradicionales. Desde ese momento me tomé las cosas con seriedad".
Claudia comenzó a vestir con el trarihue (faja que atan a la cintura), platería mapuche, entre otras prendas.
El día que volvió a reencontrarse con sus raíces fue cuando la invitaron a una clase de telar mapuche. "Mi mamá nunca me enseñó a tejer en telar porque mientras ella tejía, yo debía cuidar a mis hermanos", indica.
En el momento del taller fue cuando comenzó a fluir con más ganas y fuerza la sangre mapuche que permanecía dormida en sus venas. "Fue maravilloso ver a muchas lamien (hermanas)"
La mayoría de los participantes del curso de telar hablaban mapudungun, así que Claudia pudo volver a conversar en su idioma nativo.
Entre los sueños que Painemal tiene como siguientes objetivos están seguir estudiando. "Quiero comenzar a estudiar Educación Parvularia para enseñar a los niños lo que deben aprender, además de algunas cosas en mapundungun", explica.
Las vocales, los números e incluso el abecedario podrían ser el inicio para que los niños aprendieran de sus antepasados.
Su mayor orgullo es trasmitir su identidad y lo que sabe a los demás. "Quiero entregar mi cultura a toda la gente, sobretodo a los más pequeños", enfatiza.
Claudia reflexiona sobre su vida y dice que "soy mapuche. Nací como mapuche, pero igual llevo la sangre de los ancestros españoles".
Ahora la única certeza que tiene Painemal es que su apellido no podrá trascender en el tiempo. "Porque soy mujer mi apellido sólo se quedará conmigo. Deberían poner primero el apellido materno", agrega.
Claudia ha deseado toda la vida volver a la IX Región para reunirse con su madre y hermanos. "La sangre tira. Allá está mi corazón", sentencia.