La historia de amor del artesano que era rechazado por sus suegros
Reinaldo Carreño y Jeannette Bustamante eran de distintas clases sociales, pero el amor fue más fuerte.
En cada centímetro de su casa, Reinaldo Carreño (60) tiene alguna obra de arte para deleitar la vista de su familia y amigos.
Reinaldo es un artesano en madera, oriundo de la Lumbrera de Puangue, en Melipilla, quien se crió junto a sus siete hermanos en una humilde y pequeña casa en el campo. "En los orígenes éramos pobre. En la casa a veces faltaba el pan", confiesa.
Con los años su padre pasó de ser agricultor a vendedor de leche, y ahí la condición económica mejoró notablemente. "Nos compraba la misma ropa, los mismos chaquetones, pantalones y poleras. Parecíamos milicos", cuenta entre risas.
Su historia de amor
La historia de amor de Reinaldo es como un bello cuento de hadas.
Cuando Reinaldo tenía 16 años se bañaba y disfrutaba de las vacaciones de verano en el Estero de Puangue. Hasta que un día entre los bañistas vio a una niña que le llamó la atención. "Toda la gente se juntaba a pasar la tarde y ahí la vi", relata.
La niña era Jeannette Bustamante, que tenía sólo 13 años, y viajaba cada verano con su familia a veranear al sector.
No pasó mucho tiempo para que se hicieran muy buenos amigos. "Se hacían fogatas y ella tenía un primo que tocaba guitarra. La pasábamos bien", cuenta.
Con el paso de los años la amistad se trasformó en amor, y Reinaldo esperaba todos los veranos volver a verla. "Era un pololeo sano. Nos escribíamos cartas de amor", recuerda.
En las vacaciones de invierno, Carreño aprovechaba de venir a verla a escondidas. "Nos juntábamos en la Plaza de Llolleo porque los papás de Jeannette no nos podían ver juntos. No éramos del mismo nivel social", aclara.
Jeannette había ido a la universidad y Reinaldo no había completado su enseñanza media, sin embargo, la diferencia de clases sociales no le ganó a su amor.
A los 33 años Reinaldo se armó de valentía y le pidió matrimonio. "Pololeamos como 20 años y después decidimos casarnos", sostiene sonriente.
Con el tiempo construyeron una bella familia con tres hijos a quienes aman y cuidan. "Es una bonita relación porque ha durado mucho", enfatiza.
Artesanías en madera
Cuando sólo tenía 12 años, Carreño observaba a su papá fabricar estribos y culatas de madera.
Así es que un día le pidió a su padre una cortaplumas para hacer una figurita. Luego de unos minutos el palito se había convertido en una pequeña garza de madera. "Según yo quedó bonito", dice.
Se entretenía tallando, y con los años se interesó en el relieve. " A mí nadie me enseñó. Yo aprendí a pulso", revela.
El artesano es muy bueno para tallar, pero muy malo para dibujar. Por eso confiesa que calca el diseño en la madera para guiarse.
Corta la madera, la talla, la pule y si es necesario la pinta. "Hago los tallados de forma totalmente manual", sostiene orgulloso.
Reinaldo puede demorarse una semana en realizar un cuadro de un metro cuadrado, pero para eso debe trabajar 15 horas diarias.
El artesano le tiene aprecio a sus creaciones, pero indica que "si viene alguien a comprar y me paga la plata que pido, no dudaré en venderla".
Su casa es el testigo de su progreso como artista, ya que en cada rincón hay una obra, y también una historia.
"Yo venía y nos juntábamos en la plaza de Llolleo porque los papás de Jeannette no nos podían ver. No éramos del mismo nivel social".
Reinaldo Carreño.