Marido de mujer asesinada en San Sebastián relata la noche de horror en que murió el amor de su vida
Pedro Carrasco contó su versión de la violenta pelea que terminó con Eugenia Núñez fallecida de una puñalada en la espalda. También narró cómo fueron las horas previas al ataque y cómo han sido estos días sin su esposa.
Pedro Carrasco no encuentra consuelo. Su esposa fue brutalmente asesinada la madrugada del 7 de febrero pasado en San Sebastián, cuando quedó en medio de una violenta pelea protagonizada por una banda que llegó desde la población San Gregorio, en la comuna de La Granja, hasta el Litoral.
Según su relato, Eugenia Núñez Pinto, de 57 años, no tenía nada que ver en la trifulca. Tuvo la mala suerte de abrir el portón de su casa, en calle Primera Oriente Playa, para ver qué pasaba cuando un hombre la atacó con un cuchillo.
Su marido y el menor de sus cinco hijos, un pequeño de 12 años, fueron testigos presenciales y víctimas de la riña, que terminó con la mujer muerta producto de una letal puñalada en la espalda.
Pedro asegura que ningún miembro de su familia estaba involucrado en los hechos y que no tenían relación con los jóvenes que se enfrentaron esa fatídica noche.
Teme por la seguridad de su familia, pero afirma que no le da miedo que lo maten en la lucha por justicia para su "viejita".
Las horas previas
Como una cruel jugarreta del destino, el hombre revela que horas antes del feroz ataque, la mujer le preguntó qué haría en caso de morir y que él le juró que nunca tendría otra mujer.
"Ese día nos acostamos felices. Justo nos había ido bien (en su local de comida rápida que tienen en el mismo balneario), porque la temporada había sido mala, pero ese día repuntó. Estábamos contentos. Como nunca, nos hicimos cariños los tres (con su hijo menor), nos abrazamos harto", cuenta.
"En medio de eso, ella nos pregunta: '¿qué harían ustedes si yo me muriera?', y yo le dije: viejita qué haría yo, no haría nada. Si tú lo haces todo".
"Era tan inteligente mi guachita. Nadie le enseñaba nada. Ella sola aprendía a hacer las cosas. Le gustaba mucho atender a la gente (en el negocio). Sus empanaditas y sus completos le quedaban muy buenos. Tenía su técnica: el amor".
-¿Por qué salió su mujer a la calle aquella madrugada?
-Eran como las cinco de la mañana más o menos y sentimos unos gritos, unas peleas por la calle. Me dijo que fuéramos a dar una miradita al portón, porque podía ser afuera de la casa de mi hija (que vive en la misma calle). Estaba desesperada por salir. Ella salió adelante, se vistió súper rápido. Yo me puse el pantalón al revés y me demoré.
-¿Qué pasó cuando ella abrió el portón?
-Afuera tiraban piedras, sonaba algo como si fueran balazos. Había una cuestión tremenda, pero cuando vio que la casa de mi hija estaba cerrada, se dio vuelta para entrar a nuestra casa. Ahí el gallo (el imputado por el crimen, que actualmente permanece en prisión preventiva), empujó y le metió una puñalada en la espalda. Mi señora arrancó. No se había dado cuenta y cuando llegó al lado mío me dice me dispararon. Pensé que no había escuchado ni un disparo cuando veo el chorro de sangre que le salía.
-¿Qué hizo usted al ver que su mujer había sido herida?
-'Qué te pasa', le dije yo al desgraciado y le di un golpe. Lo tiré al piso, pero se paró altiro. El diablo ese era un grandote de ojos claros y grandes.
La pelea
El grupo que acompañaba al sujeto, quien más tarde fue identificado como Rodrigo Antonio Sepúlveda Contreras, de 32 años, también habría intentado agredir a la mujer, a su marido y a su pequeño hijo.
"Apareció un lote de gente. No sé cuántos eran. Si eran doce o catorce, pero eran muchos. Me agarraron a palos mientras intentaba rodar por el suelo, porque el diablo ese quería apuñalarme también a mí, pero no pudo", detalla.
El viudo revela que "tenían cadenas en las manos. Había un pela'o que le decía (al hombre que apuñaló a Eugenia) 'qué estás haciendo', pero no entendía. Al final, él lo sacó".
"Ese hombre era peor que un animal. Le tiró un corte a mi hijo chico, pero por suerte no le hizo nada. De lejos le tiró un palo y le dio en la pierna. Lo dejó todo morado. No entiendo por qué, él es un niño de doce años que estaba en calzoncillos al lado de su mamita apuñalada. Todo esto es horroroso", añade.
Con el ruido de la gresca despertó todo el barrio, incluyendo a otro de los hijos del matrimonio y a un yerno de Pedro. El primero intentó defender a su padre, quien resultó con un corte en la mano, mientras el segundo intentaba socorrer a la mujer que se desangraba.
"Mi yerno trataba de sacar el auto, pero los desgraciados lo atacaban. Le dieron un fierrazo en la cabeza", recuerda.
-¿Cuándo se dio cuenta que su mujer estaba grave?
-Mi viejita se estaba desangrando mientras yo intentaba buscar un auto. La camioneta no me funcionaba. Gritaba desesperado. Cuando llegamos al hospital ella ya no respiraba, pero yo pensé que aún estaba viva. Le hablaba, le decía viejita, pero no me respondía.
-¿Qué pasó con su hijo de 12 años?
-Él iba con nosotros. Vio todo. Ahora él está mal, grita y se acuerda de ella y llora a cada rato.
-¿Supo cómo se originó la pelea?
-Después supe que en la tarde andaban peleando entre ellos.
-¿Había algún familiar suyo involucrado al principio?
-No, nadie.
-¿Cómo se explica el ataque?
-No entiendo por qué este demonio atacó a mi señora. Él no me conoce, yo no lo conozco a él. No encuentro una explicación lógica. Nunca hemos cruzado una palabra con esa gente.
Pedro Carrasco describe a su difunta esposa como "una madre ejemplar".
"Era cristiana evangélica. Nunca nos faltó algo, ni un calcetín. Nos llevábamos orando. No íbamos mucho a la iglesia porque en esta época (en verano) es donde más trabajamos", dice.
"Tengo temor por mi familia, pero tenemos que esperar que termine la investigación. Sabemos que habrá justicia. Solo queremos un castigo ejemplar".
"Yo era amigo de sus hermanos. Eran ocho. Llegaba a la casa y le decía siempre hola rucia, porque era rubia. Después me fui a la Fuerza Aérea por cinco años. Y cuando volví, los fui a ver, ella ya era grande y me sorprendí. Pinchamos, salimos a comprar una bebida y en ese entonces ella me tomó la mano y me dio un beso debajo de en un árbol. No nos separamos más", rememora.
"Ayer (el domingo), para el Día de los Enamorados, puse su foto de fondo en el celular. Pensaba en los muchos años que estuve con ella y que ahora ya no está", confiesa con una tristeza infinita.
"Fui a la Iglesia y eso me hizo bien. Pude entender que hay una misión y que la mía es cuidar a mi hijo de doce años y después entregar la palabra del Señor", finaliza.