El emotivo mensaje que le dedicaron a "Lobito Fonseca"
"Me estremecí al pensar en el dolor que estaba sintiendo su madre Elizabeth", expresó Julio Maureira.
Un hondo pesar en cientos de personas dejó la muerte del motociclista Roberto Araya Cisternas (30), quien falleció el miércoles tras un accidente que sufrió cuando competía en Ritoque.
El viernes, los restos de "Lobito Fonseca" fueron sepultados en el Cementerio Parroquial de San Antonio, donde amigos y familiares expresaron su dolor ante su temprana partida.
Julio Maureira, un lector de diario El Líder, compartió con nuestro medio un emotivo homenaje al motociclista sanantonino.
"Acabo de ver pasar el cortejo fúnebre de Roberto Araya Cisternas y la emoción más profunda me embarga. Desde el momento en que sentí el rugir de los motores de las motos de sus compañeros, mismos que tantas veces él debió sentir, me estremecí al pensar en el dolor que estaba sintiendo su madre, Elizabeth. Bajé corriendo desde mi oficina en dirección a calle Gregorio Mira y pude divisar, el solemne espectáculo que ofrecían los pilotos y sus máquinas homenajeando a uno de los suyos. La comitiva viró hacia la calle Blanco Encalada, para pasar por última vez frente a la ferretería de su abuelo. Aquel lugar que debió ser su segundo hogar, aquel lugar en donde seguramente vivió gratos momentos, aprendió lo que es la vida de trabajo honesto y de esfuerzo y en donde debe haber forjado parte del carácter que lo hizo querido muy querido entre quienes le acogieron desde su más tierna infancia hasta quienes le conocieron en su presente adultez", expresó Maureira.
El texto manifestó que "de vuelta en dirección a avenida Centenario y con la compañía de mi esposa, con más emoción aún por el rugir de motos, cuadrimotos, la sirena de un radiopatrulla y las bocinas de diversos automóviles que escoltaban la comitiva, pudimos presenciar el sentido homenaje de aquellas antiguas familias de comerciantes de nuestro San Antonio. Ya acercándose el camión de la ferretería que transportaba, tal vez, la carga más preciada que en algún momento pudo imaginar y en el cual más de alguna vez, Roberto, debió salir a recorrer las calles de nuestro puerto en la diaria tarea de llevar a diversas familias los materiales con los cuales muchos coterráneos han construido sus sueños. Pudimos oír responder a algún anónimo observador ante la consulta de "Qué ocurría?", "que era el funeral del nieto del caballero de la ferretería de la vuelta y que los comerciantes lo saludaban bajando sus cortinas". Simple y honesta respuesta para quien como muchos observadores del momento, al ver semejante espectáculo y sin conocer al homenajeado lograron captar la solemnidad del acto".
Maureira agregó que "luego de un simbólico ritual que no alcanzamos a ver por nuestra ubicación, frente a la ferretería de un, seguramente, muy dolido Don Lelo, la comitiva enfiló hacia la avenida Centenario. La gente se agolpaba a curiosear el singular espectáculo de máquinas de competencia de diversos colores, sonidos incluyendo la escolta motorizada, no podía ser de otra forma. Ya frente al paso de los vehículos y en particular al camión que parecía entender su noble y delicada misión, con un nudo en la garganta sólo pensé en desear un buen viaje a Roberto, " Y que las pistas que recorras sea donde sea te acojan con la dulzura y amor que debe haberlo hecho tu madre desde el día en que viste la luz y durante todo el tiempo que estuviste con ella".
"Acto seguido, el paso de Elizabeth. Mi respetuoso silencio y una leve inclinación de la cabeza ante su sagrado duelo. Ella, con su vista la frente como queriendo proteger el viaje de su niño amado, evidenciaba ese amor que sólo una madre puede sentir por un hijo, siguiendo el trayecto de Roberto a su última meta terrenal. Luego, los amigos, la familia y en sentimiento de pesar de todos los que fuimos testigos del último viaje de uno de los nuestros. Allí nos quedamos observando el triste transitar, allí nos quedamos muchos anónimos y muchos conocidos por él. Sólo me resta decir gracias San Antonio, por el momento en que hiciste un pequeño alto en tus actividades y con pequeños gestos, que inclusive observadores no involucrados emocionalmente con la tragedia pudieron detectar. Deseaste un buen viaje a uno de los tuyos y cual mortaja noble envolviste la pena de la familia para hacerla más llevadera. Chao Roberto, seguramente ya nos veremos", concluyó el emotivo mensaje.
30 años de edad tenía Roberto Araya Cisternas