El exitoso ejecutivo que cambió los negocios por la sanación
Lorenzo Celsi asegura que fue el primero en traer el proyecto de un mall a la zona, pero este no prosperó. Trabajaba para los hombres más ricos del país, pero de la noche a la mañana renunció para convertirse en un guía espiritual. Esta es su historia.
Lorenzo Celsi aún tiene fresco en la memoria el día de febrero de 2012 que llegó a su casa, en San Antonio, y le dijo a su señora que iba a renunciar a su empleo. Sus días como impecable ejecutivo de terno y corbata habían terminado. Tenía que dedicarse a lo que estaba predeterminado: sanar.
Diez años antes, una mujer le había leído la carta astral y pronosticado lo que pasaría esa tarde de verano. Le dijo que tuviera calma porque que no le faltaría nada, pero que tenía que dedicarse al rol de guía. Y así fue.
Cambió el traje por la ropa más holgada y armó un pequeño santuario en su casa. Junto a su señora, la tarotista Carol Mena, atienden gente en busca de respuestas esotéricas y de sanación para el espíritu de los sanantoninos.
Según él, los habitantes de esta ciudad padecen cada vez más de severas depresiones y de drogadicción.
"Acá llega gente muy mal. Que están hartos de los remedios y que ya no saben qué hacer para sentirse mejor", revela.
De entre los muchos métodos usados para las limpiezas, el más nuevo para él es el de los cuencos tibetanos.
Aunque se trata de un ritual milenario, recién ahora están llegando a Latinoamérica. ¿Pero qué son los cuencos?
Bueno, son vasijas hechas con una aleación de metales como bronce y cobre, entre otros. Se fabrican en países como la India, Nepal, China y Tailandia tal y como se hacían hace cientos de años antes de Cristo. Es más, nadie sabe su origen con exactitud. Algunas teorías incluso hablan de que son de origen alienígena.
Lorenzo aprendió todo estudiando. No tiene nada que ver con los alienígenas, aunque sí le inquieta saber qué son. Ni siquiera ha podido ir al Tíbet, pero espera hacerlo a fines de este año. Por ahora se conforma con transmitir la enseñanza de la autosanación a través de ellos.
"El cuenco emite una vibración que purifica el agua. Los seres humanos estamos compuestos en un 70% por ciento de agua", explica.
¿como lo hace?
En palabras sencillas, lo que el hombre hace es sentar a la persona y hace vibrar uno de sus cuencos con un instrumento especial. A través de esa vibración la persona encontraría el equilibrio espiritual e incluso podría curar dolores.
"Esto no cura el cáncer ni el sida. Eso sería una mentira, pero sí hay gente que me dice que le ha curado algunos dolores. Aunque también hay otros a los que les duele la cabeza o que les ha dado digestión y eso porque en el fondo estas vibraciones limpian el cuerpo", afirma.
-¿Hay algún tipo de contraindicación?
-No, pero no lo pueden usar niños menores de 14 años o mujeres o animales en gestación. Esto podría provocar hasta un aborto.
-¿Alguna experiencia usando estos cuencos que lo haya marcado?
-Sí, hace un tiempo en la quebrada El Peral, en El Tabo. Fui con una amiga como a mediados de enero y me puse a batir el cuenco.
-¿Y qué pasó?
-Tenía los ojos cerrados y en algún momento los abro y veo que el agua estaba haciendo ondas y que estaba limpia como un espejo. Fue muy lindo y es algo que se puede volver a hacer para los que no me creen.
-¿Así como limpió ese arroyo se supone que se limpia el cuerpo humano?
-Así es.
Una dinastía
La historia de los cuencos es casi tan larga como la de Lorenzo y su familia. Según cuenta, él proviene de una dinastía italiana con su mismo nombre y apellido, quienes eran duques de Venecia por el año 1363.
Su abuelo, quien era conocido con su misma identidad, habría sido uno de los primeros en traer cepas de vino a Chile, las cuales fueron plantadas en la localidad de Isla de Maipo, en la década de los sesenta.
Lorenzo creció en esos sectores. Su abuelo paterno tuvo un pujante negocio de pompas y ataúdes a finales del siglo pasado en la comuna de Talagante.
"Fue el primero en organizar el sindicado de trabajadores fúnebres en la época de Pinochet", recuerda el nieto.
Asegura que él siempre fue inquieto y que le permitían gozar de ciertos privilegios que otros niños de su edad no podían en la época. Por ejemplo, hablar libremente con los adultos.
"Los cabros chicos tenía que estar callados, pero a mí me dejaban. Incluso había gente que se acercaba a hablar conmigo y me pedían consejos. Me decían el brujito", rememora.
Siendo un adolescente se cansó de la educación y dejó sus estudios a medio completar. Cursó hasta segundo medio y se retiró de un estricto colegio de sacerdotes canadienses que se habían instalado en Talagante.
Reconoce que ha sido un autodidacta, pero también que se le han abierto muchas puertas gracias al apellido y a la influencia de su familia. Tanto así, que incluso se fue un tiempo a Argentina como administrador de un fundo. ¿Su gran ventaja? aprender rápido.
"Me destaco rápido. Intento aprender y hacer las cosas bien", agrega con modestia.
Los negocios
De vuelta en Chile se dedicó de lleno al mundo de los negocios. Comenzó a codearse con grandes inversionistas nacionales y extranjeros, pero sin dejar de lado su pasión por lo esotérico.
"Mi jefe llegaba y me decía que, por ejemplo, habían llegado unos chinos buscando donde hacer negocios. Yo tenía que hacer todo los esfuerzos para que ellos pudieran invertir", revela.
En busca de esas oportunidades fue que llegó a San Antonio hace más de quince de años. La idea era comprar unos terrenos cercanos al puerto a nombre de otros empresarios. No se pudo, pero siguió frecuentando la comuna. Tanto así que decidió quedarse para siempre. Junto a su mujer, Carol Mena, quien también se dedica a la lectura de cartas y al tarot, compró una casa y se instaló en las cercanías del puente Arévalo.
"Acá en San Antonio hay algo, como que los proyectos no se concretan. En el año 97 nosotros fuimos los primeros en tener estacionamientos privados donde hoy está el mall. Yo tenía el poder de los dueños y arrendé a Vicente Sabatini (director de teleseries) el lugar para que pudieran grabar allí El Circo de las Montini. Recuerdo que lo primero fue por tres meses", detalla.
"Nosotros fuimos los primeros en hacer los estudios para que instalara un mall, pero no se pudo concretar", confidencia.
Por ahora, completamente alejado de ese mundo de dinero e inversión, el cual no extraña en absoluto y del que tampoco guarda ni una fotografía, se prepara para ir a Centroamérica y a finales de año recorrer el Tíbet, en la lejana Asia.
Si usted está interesado en los servicios de Lorenzo, o bien aprender de qué se trata el cuenco tibetano, puedo ponerse en contacto con él llamando al 953355682.