José Pinto, el rey de la chatarra, escarba en sus mejores historias
"El Calla'o Santis", como es conocido este vecino del sector de Tejas Verdes, tiene de todo, absolutamente de todo, en su hogar. Aquí recuerda el día en que se encontró tres anillos de oro puro en una caja.
José Pinto Fernández (56) es chatarrero hace más de 46 años y confiesa que "cuando hay un muertito me hago la América acá en San Antonio".
"La mayoría de las veces que fallece alguien acá en la comuna, lo primero que hacen los familiares, después de que pasó todo el tema del velorio y el funeral, es botar todas las pertenencias del muertito. Esas que no sirven, claro, o que a lo mejor creen que tienen menor valor. Y ahí aparezco yo", dice con su buen sentido del humor.
Así fue como en una ocasión este vecino de Tejas Verdes halló un verdadero tesoro en su horario de trabajo, el cual, como él mismo cuenta, "parte bien temprano. Salgo en mi triciclo antes de que pase el camión de la basura. Salgo como a las 6 de la madrugada a buscar chatarras".
Hace muchos años, en un día que no logra recordar con precisión, "El Calla'o Santis", como es conocido este tejino, se encontraba buscando algún artefacto en los desperdicios de los contenedores de basura.
"Mi pega es salir temprano en mi triciclo por las calles de San Antonio. Ahí voy viendo lo que está botando la gente. A veces se encuentran buenas cosas como este caso que me ocurrió", adelanta.
En esa oportunidad, Pinto estaba en el sector de Los Geranios, en Llolleo, puesto que ya se había enterado del reciente fallecimiento de un vecino del barrio.
"Pasé a los días y ahí estaban las cosas. Había que esperar nomás", detalla. "Encontré una caja de herramientas que estaba llena de clavos. La eché arriba del triciclo y me vine para mi casa. Yo pensé que eran puros clavos nomás", agrega.
Al llegar a su pintoresco hogar, ubicado en calle Cirujano Francisco Guzmán 1052, "El Calla'o Santis", sobrenombre que heredó de su padre por ser un hombre de pocas palabras, dejó este cofre en el patio de su residencia.
"No la quise poner a la venta porque tenía clavos y me iban a servir para arreglar las mismas chatarras que encuentro", rememora. Luego agrega que "un día fui abrir la caja porque tenía que reparar un mueble que me llegó y adentro había un pañuelo que algo envolvía. Lo abrí y había tres anillos de oro. ¡Un verdadero tesoro!".
"Camión parado no gana flete. Uno tiene que moverse y salir a buscar cositas por aquí y por allá. Como me pasó con esta cajita. Después que encontré estos anillos los fui a vender, pero igual me hicieron leso. Me dieron 200 mil pesos nomás. Le pude haber sacado más. Pero bueno, a veces se gana y otras se pierde", dice optimista frente a su palacio de la chatarra.
"Esta casa me la regaló el Estado. Esto de ser chatarrero me lo tomo bien en serio", cuenta entre risas.
En el antejardín de su hogar, José Pinto tiene a la vista lo mejor de su negocio: cuerdas de barco, refrigeradores averiados, una campana de chimenea, máquinas de escribir, maniquíes, catres y hasta una máquina para hacer ejercicios, entre muchas otras cosas.
"Siempre viene gente buscando cositas. Algún repuesto para lavadora, motores de refrigeradores, mesas, sillas, de todo. Ahí le sacamos algunas luquitas. No es mucho lo que pido. Por ejemplo, una mesa con tres sillas la vendo a tres luquitas nomás. Un refrigerador se lo llevan en 15 mil pesos, pero si tienen 10 mil, igual se lo llevan. Trato de mantener acá todo bien puesto para que la gente vea qué le puede servir".
-¿Es ordenado, usted?
-Sí. A veces salgo y se me pasan las manos con el copete, pero...
-Noooo, me refiero a si es ordenado con las chatarras que usted encuentra y luego vende.
-Jajajaja. Ahhh, sí, sí. Voy ordenando cada vez que traigo algo. Así se ve un poco más bonito también. Mire, entre a mi casa.
-¿No ha tenido problema con los vecinos?
-Gracias a Dios no, amigo. Acá la gente es tranquila. Me vienen a comprar incluso. Mire, ese vecino que viene caminando para acá viene a buscar algo. Pero pase a mi casa mientras lo atiendo.
Mientras esperamos en el comedor, se aprecia por la ventana cómo el vecino busca un trozo de metal para instalarlo en el horno de su casa, tal como le cuenta a nuestro entrevistado.
"Acá todos vienen y encuentran lo que andan buscando. Incluso a veces la gente me hace encargos. Ayer (martes) nomás vino una señora a preguntarme si tenía el repuesto de una máquina para coser. ¿ Y adivine? aquí estaba", cuenta al interior de su vivienda.
Reciclaje
La decoración interior de la casa de José Pinto esta hecha de puro reciclaje. Y no podía ser de otra forma. "En la basura se encuentran hartas cosas que uno puede volver a utilizar. Como dicen por ahí: 'lo que bota el rico, al pobre le sirve'".
Varios vinilos son los que adornan las paredes, los que son acompañados por estrellas de mar, un tubo de oxígeno, cuadros de pintura y un marco de ventana , entre otros adornos perfectamente ordenados y limpios. "Todo está a la venta. Mientras algo caiga al bolsillo, se vende", manifiesta Pinto casi como un principio de vida.
Sin embargo, una roca de cuarzo (hallada hace años cerca del Cristo del Maipo) y una pecera son los bienes más preciados para este recolector de chatarra.
"No los vendo por nada del mundo. Me gustan mucho estas dos piezas y no hay cómo hagan cambiar mi parecer", relata mientras nos muestra un helicóptero hecho con piezas recicladas.
"Todo lo que tengo en mi casa lo he conseguido cachureando por todos lados. Arreglo las cosas y sirven para decorar", describe.
-¿Y por alguna calle de la comuna encontró el amor?
-Hace años ya tuve una relación que terminó con cuatro hijos. Pero nos separamos. Nunca nos casamos eso sí. Ahora vivo solo acá en mi casa. Mis hijos están repartido por acá en la provincia.
-¿Pero tiene a sus padres o hermanos?
-Yo soy el único que quedo vivo. Mi padre (Mario Pinto Santis), mi madre (Clarisa Fernández) y mi hermana (Mariana) ya fallecieron. Mis viejos murieron hace tiempo. Yo de chico que me dedico a recolectar chatarra.
-¿Pero me imagino que terminó la escuela?
-Iba a puro comerme la colación nomás. No terminé, amigo. Tuve que salir a trabajar como a los 10 años. De esa edad que me dedico a esto.
-¿Sabe leer?
-Poco. Pero algo leo. Las matemáticas me cuestan, por ejemplo, sumar sí que no sé. Pero da lo mismo. Yo soy feliz así.
-¿Le gusta lo que hace, entonces?
-Me encanta. Es una aventura día a día, porque uno no sabe con qué se va a encontrar en el camino. Esto es como la vida misma.