De la tanatoestética a la artesanía: Karina se la juega por su pasión
Karina Ratinoff Oliva (37) trabajó maquillando muertos para llevar el sustento a su casa. Ahora se luce con sus bellas creaciones en la Expo Expresión, que se realiza en las dependencias de la Oficina de Turismo en el centro de San Antonio.
Los fantasmas, los muertos y estar en el cementerio hasta altas horas de la noche, son cosas que a la mayoría de los chilenos le daría miedo, pero Karina Ratinoff Oliva (37) es la excepción a la regla.
A ella le encanta desde muy pequeña el silencio, específicamente el que se produce en el cementerio.
"Es muy bueno para ir a leer un libro o hacer algo que no necesite bulla", indica.
Karina acompañaba a sus padres al camposanto los fines de semana porque trabajaban en un mausoleo. Este empleo quizás no era el más cotizado, pero servía para que no le faltara nada y se distrajera un poco.
-¿Te daba miedo trabajar ahí?
-No, nunca tuve miedo de nada. A mí me gustaban las películas de terror, los vampiros y los muertos. Estar en el cementerio para mí era genial.
-¿Alguna vez te penaron?
-No, jamás. La gente se asustaba porque a veces se escuchaban llantos de guaguas, pero en realidad eran gatos (ríe a carcajadas).
Karina ayudaba a limpiar las placas, a botar las flores marchitas y a poner agua limpia en los floreros. "Ahí me hice buenas monedas. La gente me veía chica y me daba más plata por ayudar", cuenta.
Con el tiempo sus padres se separaron y Karina tuvo que ir a vivir con sus abuelos.
Ellos la criaron y la regalonearon. "Mi abuelita era mi mamá. Ella murió hace unos años. Fue doloroso porque le dio Alzheimer y varias veces no me reconoció".
La pequeña Karina siguió yendo a trabajar al cementerio hasta que cumplió 18 años.
"Yo estaba embarazada de siete meses, y me seguía subiendo a unas escaleras inmensas para limpiar el mausoleo español del Cementerio General de Santiago", aclara.
Ella trabajaba ahí porque tenía un conocido que la llamaba durante los días previos a la celebración del Día de Todos los Santos para que fuera a "amononar los nichos" y se ganara unos pesitos extras, pues tenía que mantener a su primer hijo.
"Él sabía que a mí me gustaba el tema del maquillaje, así que un día me ofreció un trabajo en una funeraria porque se avecinaba la temporada baja", recuerda.
Tanatoestética
Karina no entendía qué trabajo le ofrecían, así que le preguntó de qué se trataba. "Él respondió que en la Funeraria Carrasco (Santiago) necesitaban una maquilladora de muertos".
Esta práctica se llama tanatoestética. Consiste en bañar, vestir y maquillar a los difuntos para que sus familiares le den el último adiós.
-¿Qué hiciste cuando llegaste a la funeraria?
-Me empezaron a mostrar lo que tenía que hacer. Me pasaban los más "compuestitos", porque así se habla allá, para taponearlos.
Aunque sólo trabajó haciendo un remplazo de un mes, maquilló a tres difuntos por día.
"Me encantó la pega, pero nunca más volví".
Con los años y la llegada de la maternidad, Karina se replantea ese capítulo de su vida y recalca que "ahora no lo haría porque estoy más sensible. No puedo ver nada de eso ahora".
Artesanías
Luego de trabajar maquillando muertos, se dedicó a ser trabajadora social, pero al tener su tercer hijo decidió retirarse de su empleo y venirse a vivir a San Antonio.
"Estaba cansada del estrés y llegamos acá en la búsqueda de una mejor calidad de vida".
Se vino al Litoral Central y encontró trabajo de inmediato. "Fui asistente de sala y profesora porque no habían, pero me di cuenta que tanto trabajo no me dejaba ver crecer a mis hijos".
Nuevamente renunció y buscó un empleo de media jornada. "Entré a Conaf y me dio tendinitis. Me dio rabia porque no podía hacer artesanías".
Finalmente, decidió dedicarse tiempo completo a su pasión. "Vendía mis creaciones en el suelo del Paseo Bellamar, pero no me gustaba estar ahí. Todo cambió cuando conocí la Oficina de Turismo".
-¿Cuándo fuiste qué te dijeron?
-Me dijeron que trajera mis artesanías para que las vieran, pero yo andaba con todas mis cosas (ríe).
Después de la entrevista pasaron unos meses para que su esfuerzo rindiera frutos. "Me llamaron para la primera exposición. Me fue súper bien y me encantó estar acá".
Karina es la voz en off de la Expo Expresión. Ella promociona los productos de sus compañeras que son el regalo perfecto para el Día de la Madre. "Lo que más vendo son los aros de cobre y cremas. Además, mis compañeras tienen muchas cosas bonitas".
-¿Qué es lo que más te gusta de hacer artesanías?
-Las artesanías me divierten y me relajan. Es bonito ver que la gente valore lo que uno está haciendo. Por ejemplo, el otro día vinieron unos extranjeros a comprar unas cosas, o sea mis trabajos han ido a Estados Unidos, Alemania y a varios países más.
Ahora, la artesana se prepara para lanzar su primer taller. "Quiero que la gente aprenda a hacer colgantes y decoraciones en botellas con masa de artesano", explica.
Los interesados en asistir a las clases de artesanía de Karina pueden acercarse a la Oficina de Turismo, ubicada en Ramón Barros Luco 104, para obtener mayor información. Además pueden seguir la página de Facebook "Expo Expresión San Antonio" para enterarse de las nuevas fechas y ubicaciones de las exhibiciones.
El reencuentro
Karina, como ya lo han notado, no es sanantonina de nacimiento, pero sí de corazón.
Hace casi ocho años vive en el sector de Bellavista, y esta ciudad la permitió reencontrarse con una de las personas más importantes de su vida: su madre.
"Yo siempre quise estar con mi mamá. Cuando llegué ella no se tardó en ser cariñosa conmigo", rememora.
Cuando era pequeña ella no entendió el porqué de la separación de sus padres, pero el tiempo y la madurez le hizo comprender las razones del alejamiento de su madre.
-¿Cómo es su relación ahora?
-Es una relación muy bonita, afectiva y cercana. Ha sido un apoyo para mí.