El abogado Arturo Prat
por Pablo Suckel Ayala, fiscal Epsa
Arturo Prat Chacón fue el primer oficial de la Marina chilena en recibirse de abogado, el 31 de julio de 1876, cuando tenía 28 años de edad, estaba casado, era padre de dos hijos y restaban menos de tres años para que saltara a la Gloria en la rada de Iquique.
Tras grandes esfuerzos, pues en ningún momento dejó de atender sus obligaciones como oficial de la Marina, finalmente llegó el día en que debió rendir el examen final ante los ministros de la Corte Suprema, el 31 de julio de 1876. Los detalles de este examen permiten revisar la madera de que estaba hecho nuestro héroe.
En primer lugar, cuando a las 11:00 horas de ese día ingresó a la Corte Suprema, se enteró que el Tribunal había resuelto no oír exámenes ese día. Sin arredrarse, pidió audiencia para hablar con el Presidente del Tribunal, don Manuel Montt Torres.
No sabemos el detalle de lo conversado en la audiencia, tal vez Prat le señalara que no era de Santiago, que debía volver a su destinación, o quizás le recordara que habían navegado juntos al Callao en 1864, Prat como guardiamarina, Montt como jefe de nuestra delegación al Congreso Peruano.
El caso es que Montt dispuso se efectuara el examen, tras el cual fue aprobado unánimemente, siendo felicitado por la extraordinaria competencia demostrada.
Lo segundo que llama la atención es la presentación personal de Prat al examen, vistiendo su uniforme de gala, colleras de marfil grabadas con sendas anclas de oro, espada al cinto. Lo anterior refleja el orgullo que sentía Prat de ser marino, para él su levita de Capitán de Corbeta era la mejor forma posible de presentarse ante el máximo tribunal del país.
Lo tercero es la conocida anécdota de su espada. Antes de entrar a la sala donde sería examinado, fue detenido por el portero, quien le manifestó que al Tribunal no era permitido llegar ni con bastón ni mucho menos con espada y que tuviera a bien quitársela. Por primera y única vez en un acto oficial, entregó su espada en manos ajenas, acatando la tradición de que las armas deben deponerse ante el Derecho.
Ejerció como abogado en el periodo 1876-1879, como ayudante de la Comandancia General de la Armada y en su estudio particular, durante las horas que le quedaban libres. Incluso su ejercicio fue interrumpido entre noviembre de 1879 y enero de 1979 por la misión confidencial que se le encomendara en el Río de la Plata.
En abril de 1879 su vecino de oficina Joaquín Larraín relata que conversó por última vez con su colega Prat. Estaba contento, por fin se embarcaría rumbo al Norte, a la guerra.
En tono de broma, Larraín le dice que va a volver de Almirante. Prat le responde "¿Almirante? No, por cierto. En las campañas, la gloria es para los grandes; el sacrificio y el deber para los pequeños. Cumpliremos el nuestro, he ahí todo".
Tras ello, se despidió cortésmente y bajó con paso firme por última vez la escalera de su oficina, precisamente rumbo a la gloria que la historia reserva a los grandes.