La dura batalla de una familia para que su hijo le gane al cáncer
Cristóbal Vera, de 8 años, está en un momento crucial en su lucha contra la enfermedad. En los próximos días se debe realizar un examen que revelará si desaparecieron o no los tumores cancerígenos.
Hace cuatro meses la vida de Eduardo Macaya (30) y su esposa Katherine Arce cambió para siempre. El 12 de febrero pasado, tras una serie de exámenes, una doctora de la clínica AvanSalud les dio un diagnóstico que ningún padre querría escuchar: su hijo Cristóbal Vera, de sólo ocho años, era portador de cáncer.
"Hasta noviembre del año pasado Cristóbal era un niño sano. A partir de ese mes comenzó a tener dolores abdominales, vómitos y diarrea", recuerda Eduardo Macaya, vendedor de la Coca Cola.
Eduardo está con Cristóbal desde que tenía tres años. Lo ama con todo el corazón. Por eso se le partió el alma cuando la doctora le dijo que el niño tenía el linfoma de Hodgkin, una enfermedad cancerígena que puede ser mortal. En palabras sencillas, es un cáncer que afecta a los ganglios.
"Para mí y mi esposa esto ha sido muy duro. Ningún padre está preparado para enfrentar una enfermedad de este tipo. Un niño de ocho años como Cristóbal debería estar jugando, saltando, y no sometido a un tratamiento tan terrible", confiesa Eduardo, quien comenta que el pequeño debió abandonar sus estudios en el Lions' School.
Momento crucial
El proceso de quimioterapia ha sido lo más complicado de enfrentar. Después de cada sesión, el pequeño sufría los efectos de la poderosos fármacos. "Quedaba como pollito, muy débil, desanimado y sin fuerzas durante los tres días posteriores a la quimioterapia. Cuando quería jugar, lo hacía cinco minutos y se cansaba. Tenía que parar", relata Eduardo.
Después de ocho quimioterapias -la última fue hace tres semanas- Cristóbal y su familia atraviesan por un momento crucial dentro del tratamiento contra el cáncer. En los próximos días será sometido a un costoso examen nuclear -llamado Pet/Can- que revelará si los tumores cancerígenos que tenía en los ganglios del cuello fueron eliminados por las quimioterapias.
Si los resultados son negativos, el pequeño deberá someterse a una nueva serie de tratamiento. "Uno no entiende por qué un niño tiene que pasar por esto. Como adulto uno preferiría que le diera la enfermedad a uno, y no a un hijo", insiste Eduardo, quien junto a su esposa espera que el examen les regale noticias positivas para comenzar a dejar atrás esta pesadilla y para que Cristóbal pueda retomar su vida de manera normal.
-¿Cómo asumieron el momento cuando la doctora les dijo que el niño tenía cáncer?
-Fue complicado, porque el tema de la muerte se viene de inmediato a la cabeza. Uno se pregunta en qué etapa está la enfermedad y si se podrá salvar o no. Afortunadamente, en el caso de mi hijo no estaba tan avanzado y fue detectado a tiempo, según lo que nos dijeron los médicos.
-¿Cómo cambia la vida después de una enfermedad como esta?
-En 180 grados. Como familia teníamos varios proyectos, pero tuvimos que parar todo. Cristóbal es un pilar fundamental en nuestra familia y por eso hemos concentrado todos nuestros esfuerzos en su recuperación. Las otras cosas pueden esperar.
-¿Queda alguna lección después de un proceso tan duro como este?
-Que a los hijos hay que disfrutarlos en todo momento. Uno tiene que ser fuerte para darle ánimo y alegría a él, especialmente en este instante, que es cuando más lo necesita para salir adelante.
"Quedaba como pollito, muy débil, desanimado y sin fuerzas durante los tres días posteriores a la quimioterapia",
Eduardo Macaya
"A los hijos hay que disfrutarlos en todo momento. Uno tiene que ser fuerte para darle ánimo y alegría a él, especialmente en este instante",
Eduardo Macaya