El impresionante milagro que salvó la vida de Liliana Fuentes
La llolleína enfermó de la noche a la mañana en 2003. Estuvo al borde de la muerte y se recuperó inexplicablemente. Hace dos años algo sobrenatural le volvió a dar otra oportunidad. Su caso -asegura- es único en el mundo.
Liliana Fuentes contrajo un resfriado súbitamente cuando trabajaba como cajera del extinto supermercado Egas del centro de San Antonio. Era comienzos del 2003. Lo que se suponía que sería una dolencia de solo unos días se resistía a abandonarla. Tuvo que ir al médico, pero a pesar de los remedios, su organismo no daba señales de mejoría, por el contrario, cada día empeoraba un poco más.
Pesadilla
Hasta ese momento a nadie se le pasaba por la mente que ese resfriado sería el comienzo de una travesía que desafía nuestra capacidad, incluso la de los médicos, de entender cómo funciona el cuerpo humano. Es una historia sorprendente que ha dejado boquiabierto a todo quien la ha escuchado. Es única, y hasta el momento, sin comparación en los libros de medicina del mundo entero.
La joven, entonces de 22 años, no podía dormir por culpa del resfrío. Se ahogaba en cuanto se recostaba sobre la cama. "Eso me indicó que algo estaba mal. Fui a Urgencia y me dejaron hospitalizada con neumonía", recuerda Lily.
Dos semanas después dejó el Claudio Vicuña e intentó recuperar su vida, pero su cuerpo no le daba tregua. "Empecé a tener desmayos".
Las visitas a los médicos, tanto del hospital como de las clínicas privadas, no servían de nada. Exámenes, medicamentos e inyecciones eran esfuerzos inútiles. Liliana no sanaba.
Un día, a la salida del trabajo se encontró con Charlie Cabrera, su pololo del momento, hoy su marido, y se desató la tragedia.
"Me desmayé en la calle, él pedía auxilio desesperado", recuerda la joven.
Tras el colapso en la vía pública, los doctores descubrieron que tenía un edema generalizado. "Tenía el cuerpo hinchado y lleno de moretones".
Pasaron tres meses en un intenso ir y venir entre doctores y exámenes. Nada. No había señal de diagnóstico ni de mejoría.
"El mismo día que me dieron el alta empecé a tener fuertes dolores en el pecho, pensaba que iba a morir. En la casa, mi papá no entendía, decía que en el hospital nos iban a devolver porque había salido horas antes solamente", cuenta.
La angustia se apoderó de Liliana. Lloraba pidiendo ayuda. No podía respirar, pensaba que la muerte estaba cerca.
En el hospital tiraron la toalla. Había que derivarla a Valparaíso. "Las enfermeras me tocaban. 'No sabemos qué hacerte', me decían".
A la mañana siguiente, la muchacha no sentía su cuerpo. Veía y escuchaba débilmente. Alcanzó a oír a su madre que le decía que irían en auto tras la ambulancia.
El vehículo de emergencias salió a toda velocidad, pero cada cierto tiempo se detenía a un costado de la ruta. Cuando los padres de Liliana preguntaron al llegar al Van Buren qué había pasado, los paramédicos le dijeron que habían tenido que reanimar a su hija en varias oportunidades. Estaba en estado crítico.
"Recuerdo un tubo gigante que salía de mí, era el respirador mecánico", confiesa ella.
De ahí en adelante, todo lo que sabe sobre su condición es a partir del relato de sus familiares. Lily entró en un coma profundo, que en el mejor de los casos la dejaría en estado vegetal.
"Los médicos dieron un diagnóstico. Dijeron que no sabían qué virus me atacó, pero sí los estragos. Tenía insuficiencia en todos los órganos vitales", explica.
La única luz de esperanza que asomaba por entonces era la de un trasplante de corazón. El suyo había crecido y no era capaz de bombear oxígeno.
"Joven llolleína en estado crítico en Valparaíso: Solo la salva un trasplante de corazón", tituló Diario El Líder el 19 de mayo del 2003.
Nada que hacer
Con el paso de los días el veredicto de los médicos volvió a cambiar. El estado de los órganos vitales no era capaz de resistir una operación. Ya no había nada que hacer, solo esperar su muerte. Fue desahuciada.
"Lamentablemente en su caso, se han asociado otras dificultares a raíz de su insuficiencia cardíaca global como es una encefalopatía hipoxia, que le provocó daño cerebral irreversible", indicó el médico tratante Munier Massou a Diario El Líder los últimos días de mayo de ese año.
Charlie, su marido, recuerda que los profesionales a cargo de Liliana le decían: "No pida por ella, será vegetal, un estorbo en la casa".
Vuelve a la vida
Fueron dos meses de angustia. La muchacha permanecía dormida en una de las salas del hospital Van Buren hasta que de pronto volvió a la vida. Los médicos, los mismos que tiempo antes se habían resignado a esperar el deceso de su paciente, no podían descifrar lo que estaba pasando. Era un auténtico milagro.
"Tuve un momento de lucidez y en ese instante le pedí a Dios que me llevara, porque no daba más, me sentía muy cansada. Y si me vas a sanar, hazlo, le dije. Ahí fue cuando, según yo, desperté", revela por primera vez desde que le dieron el alta hace trece años.
"Para muchos es una locura, pero cuando uno experimenta algo así te cambia la forma de ver la vida. Después de hacer esa oración sentí una corriente en mi cerebro, fue muy fuerte. Abrí los ojos y me vi sentada en un campo, me paro y veo puras flores altas, con tallos altos, me pasaban la cabeza, empecé a correr", recuerda.
"En un momento vi una puerta suspendida en el aire, me acerco y veo una mano grande que me está indicando la manilla, y una voz me dice 'abre'. Cuando la tomo, abro los ojos y veo a mi mamá. 'Mamá, qué me pasó', le pregunté", agrega.
Increíble
Nancy Silva, su madre, salió corriendo. Nadie le quería creer que su hija había recobrado la conciencia. Amenazó a los doctores, quienes la miraron con incredulidad, con que la desconectaría del respirador mecánico y salió corriendo de vuelta a la sala donde estaba internada.
Los doctores, probablemente pensado que se trataba de un delirio por el dolor que estaba pasando, trataron de explicarle que era imposible y fueron tras ella. Al llegar a la sala Lily ya estaba desconectada. Estaba respirando por sus propios medios. ¡Viva!
Pesaba sólo 33 kilos y, para el asombro de todos, en solamente un mes aprendió a caminar otra vez.
El virus había dejado dos secuelas. Le borró varios años de la memoria y, peor aún, le advirtieron que no podría ser madre. Trece años después lo dice con risa. Los pequeños Efraín y Arleth son prueba de lo errada que estaba -otra vez- la medicina.
Su historia no ha dejado indiferente a quien la ha escuchado. Un director de cine trabaja en el guión de una película y su caso es expuesto en congresos médicos alrededor del planeta. Pero eso no es todo.
Hace dos años cayó desmayada en el segundo piso de su casa, en la comuna de Santo Domingo. "La vi muerta por 40 minutos", dice Charlie, su esposo.
Minutos después, Liliana Fuentes Silva despertó como si nada. Los doctores descubrieron que la vena aorta estaba tapada en un ciento por ciento. De manera sobrenatural, se habían creado dos venas auxiliares que le salvaron la vida.
¿Qué pasó ahora?, ¿qué pasó en 2003? Nadie lo sabe, pero si no se trata de un milagro, qué más podría ser.