A los 69 años sigue luchando por un gran sueño: la casa propia
José Roldán Zúñiga vive día y noche en su local de la caleta Pacheco Altamirano. "Tengo mi platita ahorrada, la libreta de la vivienda, pero aún no pasa nada", indica.
En su puesto de venta de conchitas de mar en la caleta Pacheco Altamirano, José Plácido Roldán Zúñiga trata de subir la temperatura de su cuerpo como sea.
Está sentado y tiene un brasero cerca de sus pies para poder estar a salvo del frío. Quizás este artículo no es el más fino, pero cumple un rol fundamental: que José no se enferme.
Su vida en la Caleta
Hace más de diez años que vive al interior de su local, situación que lo apena, ya que hace tiempo está postulando para alcanzar el sueño de la casa propia.
"Ya han pasado dos postulaciones y me he quedado abajo. Me gustaría que las autoridades reaccionaran ante mi situación y me dijeran que ahora sí se puede".
Llegó a vivir a la caleta cuando lo perdió todo, y aunque admite con humildad que "soy culpable en parte", no puede hacer nada para cambiar su incómoda situación.
Durante una época, de un momento a otro su vida comenzó a tornarse gris. "Comía de los tarros, pero después mi vida se transformó en gloriosa".
Su vida cambió cuando se encontró con Dios y dejó de lado todos los vicios.
"Tengo fe, pero no en las religiones, sino que directamente en Dios, pues el Dios de toda la humanidad está en la mente y en el corazón", indica con seguridad.
LA casa propia
Antes que canten los gallos, José se levanta en su local. Todo está ordenado y limpio, pero a su avanzada edad no es muy cómodo vivir en un espacio tan reducido. No tener un baño y un hogar donde pasar las frías y largas noches de invierno son todo un problema.
"Vivo acá hace mucho tiempo, esto es mi casa y mi negocio. Lo que más lamento es que yo no tengo baño, pero me las arreglo para estar siempre limpio", confiesa.
Tocar tantas puertas sin tener respuesta lo ha desanimado un poco y señala que "yo estoy un poquito en desacuerdo con la autoridad porque ya tengo casi 70 años, tengo derecho a tener mi propio hogar, y no han hecho nada por este anciano".
Su suave voz y su tranquilidad al hablar demuestran que el paso de los años lo han llenado de sabiduría y, aunque su situación lo molesta, aclara que "tengo mi platita ahorrada, la libreta de la vivienda, pero aún no pasa nada".
José no pierde la esperanza de poder tener una vejez tranquila, y agradece poder admirar con sus ojos cada nuevo día. "Yo estoy de acuerdo con vivir, pero tengo un poco de pena por vivir aquí".
El anciano abre su local todos los días esperando que alguien llegue a comprar o tan solo a conversar, ya que no le gusta salir a recorrer la ciudad. "Soy como ermitaño y cuando salgo a pagarme me da cosa ver tanta gente", dice emocionado mientras finaliza la frase diciendo que "vivo muy solo".
José es un hombre a la antigua. Sabe muy bien cuáles son sus derechos y sus deberes. "Yo solo le pido a la autoridad que se acuerden de este anciano. Yo no les quiero pedir nada regalado, tengo mi sueño y quiero pagarlo".
José es feliz con poco, vive el día y dentro de todo no pierde el optimismo. "Con mi negocio voy viento en popa. Ya pasó lo peor".