Sanantonina recuerda a los pescadores desaparecidos en el mar
Corina del Carmen Silva Cerda (76) participó en la celebración de San Pedro, patrono de los pescadores, para rezar por los pescadores que fallecieron en un naufragio ocurrido hace más de 30 años frente a San Antonio.
Ayer Corina del Carmen Silva Cerda (76) se levantó de la cama en su casa ubicada en el sector de Cerro Alegre, con sentimientos encontrados en lo más profundo de su corazón.
Se vistió con su buzo rosado, una chaqueta abrigadora decorada con lentejuelas y se colocó sus aritos con figura de zapatos de tacón. Así inició el ritual que repite todos los años: celebrar a San Pedro, patrono de los pescadores
Luego de tomar desayuno se fue de inmediato a la parroquia de San Antonio con algunas de sus amigas, para iniciar la procesión llevando en sus manos a un pequeño San Pedro que ella misma compró hace algunos años para la ceremonia .
"La figura la compré en el centro y el barco me lo hizo un querido amigo que falleció para poner al santito arriba", indica caminando, mientras con sus manos arrugadas y de esfuerzo sostiene uno de los extremos de la estructura del santo patrono.
Al son de la marcha que interpretaba la banda femenina del Colegio Sagrada Familia, Corina fue haciendo memoria y recordó aquel fatídico día, en donde el mar le robó al amor de su vida,
"Mi marido se perdió el 10 de abril del año 1980. Exactamente falleció hace 36 años", rememora con pena.
El naufragio que acabó con la vida de su marido Juvenal Esparza, dejó como resultado 19 desaparecidos y cientos de dolientes, que lloraban la partida de sus seres queridos.
Para mala fortuna de esta mujer, toda esta tragedia se provocó debido a una mala decisión.
Los hombres de mar salieron a sus faenas, pese a que se esperaba mal tiempo.
A las horas se desató un temporal tan violento que hizo que la embarcación volcara y lanzara al agua a toda la tripulación.
Corina confiesa que "antes no había la tecnología ni los elementos que hay ahora para saber si se puede o no salir a pescar. Ese día había mal clima y unos compañeros le dijeron que 'los hueones cobardes arrancaban' (sic), y por no ser menos, se embarcaron".
Lamentablemente, ese fue el último día en que sus miradas se cruzaron, porque a pesar de la intensa búsqueda, el mar nunca le devolvió el cuerpo de su marido.
Hoy cada paso que da por la avenida Pedro Montt en dirección a la caleta Pacheco Altamirano con San Pedro a cuestas, la impulsa a seguir luchando por su vida y la de su familia, aunque ella no es la única que ha pasado por esta triste experiencia.
Su hija pudo sentir en carne propia el sufrimiento de perder a su alma gemela por culpa de las aguas turbulentas.
"Mi yerno falleció de hipotermia en el mar. Lo encontraron y lo sepultaron en el Cementerio Parroquial. Me ha tocado vivir cosas súper fuertes", aclara mientras detrás de ella caminan cientos de sanantoninos que se dirigen a la misa que se realiza para recordar a los pescadores que ya no están presentes, y para pedir que el mar no cobre otra víctima.
Trabajar entre botes y redes, es un oficio sacrificado que no está alejado de los accidentes, pero aunque Corina proviene de una familia de pescadores, nunca pensó que podía pasar por una situación así.
Trabajo
En el local N°5 "La Sirenita" esta sanantonina ofrece a su clientela pescados y mariscos frescos.
Los comerciantes y clientes le tienen mucho cariño y respeto, pues la conocen hace muchos años.
"Primero tenía un local pequeño en San Antonio, después en el muelle y ahora en el mercado. Mucha gente me conoce ", indica con una pequeña sonrisa.
Trabaja de martes a domingo durante todo el día junto a uno de sus cuatro hijos. Ahí, se distrae y conversa con sus amigos, ya que a pesar de la gran pena que lleva en su alma, no pierde la alegría de vivir. En sus ojos aún se puede ver una chispa de felicidad la que sin duda son sus hijos.
"Tengo tres hijos pescadores, uno de ellos trabaja conmigo en el puesto y, ahora, están conmigo en la procesión", señala mientras apunta con su mano al lugar en donde están sus retoños.
Ellos son su vida, es por eso que cada domingo al mediodía se dirige a la iglesia para asistir a misa y pedirle un favor a Dios.
En la parroquia se persigna, junta las manos y cierra los ojos para orar.
"Le pido a Dios que me brinde fuerzas para seguir porque aún me quedan mis hijos. Como ellos son pescadores, los encomiendo todos los días para que no les pase nada. Ellos son casados y tienen hijos".
El miedo a perderlos está latente cada vez que se embarcan para recolectar jibia y jaibas, y así llevar el sustento a sus hogares.
"Con el mar no se sabe nunca. Cuando quiere llevarse a alguien, se lo lleva", agrega con resignación.
Corina se encomienda todos los días a Dios para que sus hijos no sufran el mismo destino que su padre y, así, sus nietos puedan crecer con ellos a su lado.
"Rezo para que los cuide mucho, al igual que a todos sus compañeros que salen al mar", aclara mientras se le nota en el habla que está un poco cansada por el trayecto, pero como ella misma indica: "es algo que tengo que hacer todos los años".
Al llegar a la caleta Pacheco Altamirano dejó en un sector del escenario la estructura que fabricó para pedir que no les pase nada malo a los pescadores.
En ese instante pudo descansar, y a la mitad de la ceremonia religiosa, subió a la tarima con una hoja en sus manos para nombrar uno a uno a los pescadores desaparecidos frente a las costas de San Antonio.
Cuando nombró a su marido, se le vinieron muchos recuerdos a la cabeza, pero siguió leyendo sin titubear.
La celebración del patrono de los pescadores contemplaba una intervención folclórica en el sector de los juegos de ajedrez del Paseo Bellamar. Corina disfrutó y aplaudió el espectáculo encabezado por el tío Memo, en una fecha tan importante para ella y toda su familia.
Durante el tiempo en que sonaba la cueca, Corina estaba preocupada porque no sabía si su figura de San Pedro recorrería el borde costero de San Antonio en bote.
-¿Se va subir a alguna embarcación?
-No. Le tengo mala al mar porque se llevó a mi marido.
La sanantonina no se subió al bote, ni llevaba flores para lanzar al mar, pues el océano que antes miraba con alegría, ahora es símbolo de dolor.
Hasta que terminó la ceremonia, Corina esperó a sus amigos y familiares en tierra, lugar donde se siente segura y mucho más tranquila.