Hockey sanantonino llora la partida de su primer entrenador
Eduardo Gatica fue el primer técnico que enseñó este deporte en la comuna. Además impulsó el patinaje artístico junto a su mujer Catalina Castro
Eduardo Esteban Gatica Pavez no nació en San Antonio, pero como contó su mujer Catalina Castro "quería tanto a este puerto que prefirió venir a morir acá".
Y su amor por esta ciudad lo plasmó en obras, porque se destacó como un gran deportista, en las dos disciplinas que lo acompañaron durante su vida de 77 años. Primero el ciclismo como seleccionado juvenil del club Esparta y también en el hockey, donde fue jugador y destacó como entrenador.
Eduardo fue el primero que enseñó el deporte de los patines y las chuecas en la comuna. Se sobrepuso a la falta de recintos, luchó por tener uno y formó a tres generaciones de hockistas en la cancha que está a un costado del gimnasio Montemar.
Nació en Viña del Mar, pero cuando tenía 14 años, a su padre Luis Gatica, lo trasladaron a San Antonio como jefe de ferrocarriles. Él también se dedicó a este oficio.
En la ciudad jardín comenzó a jugar hockey en el club Ciclón y acá en San Antonio siguió con la práctica sobre el pavimento de la calle Sanfuentes de Barrancas junto a sus amigos de infancia Teo Barahona, Pepe Martínez y Oscar Riquelme.
En el pedal fue parte de la generación dorada de este deporte encabezada por Rogelio Salcedo. "Iban a los mejores torneos de Chile. Dejó el ciclismo y se dedicó al hockey, siempre quiso enseñar", recordó Catalina.
En 1982 comenzó el curso de entrenador en la federación junto a Oscar Riquelme, pero un año antes partió el trabajo con su primer equipo, en el club Villa Pacífico de Llolleo.
"Nadie les quería prestar una cancha, porque pensaban que la iban a hacer tira con los patines y las chuecas. Por eso le pidió a José Rojas usar la cancha del Montemar. No lo dejó, pero como era de la Digeder (presidente del Consejo Local de Deportes) le ofreció postular a un proyecto. Se demoró, en 1986 se inauguró la cancha, que es igual que la del parque O'Higgins, la hicieron los mismos arquitectos", detalló Catalina.
Ahí se forjó el club de hockey San Antonio y durante 14 años hizo clases. Aprovecharon los entretiempos de los partidos para enseñar patinaje artístico. Catalina Castro, su pareja por 37 años y con quien tuvo dos hijas (Marcela de 31 y Carla de 24) se abocó a esta tarea.
Sus alumnos lo evocan con gratitud. Cristóbal González (28), quien vivía frente al Montemar, a los 5 años cruzó la calle y se unió a las prácticas del club. "Nadie lo quería porque era desordenado", recordó Catalina.
"El siempre nos enseñó a ser generosos, esa fue su gran enseñanza, me la dejó para la vida", destacó el jugador quien defendió a Everton, Ciclón, Camuvi, Universidad Católica y San Agustín.
Catalina agregó que "no le importaba gastar la plata de la casa por tener bien a sus alumnos".
El año pasado Eduardo y Catalina se fueron a vivir a Viña del Mar. En marzo de este año retornaron. Un cáncer a la vejiga le quitó la vida a los 77 años. Quería descansar en San Antonio y cumplió su deseo el jueves.
Sus restos son velados en la funeraria Belén de Barrancas. Hoy al mediodía se oficiará una misa en la parroquia Santa Luisa de Marillac.