Fue un exitoso cantante de cumbia sound y ahora vive en la playa
Ariel Ortiz cuenta que fue vocalista del grupo Voltaje, y que tras haber estado preso y superar una adicción a la cocaína, está preparado para volver a deleitar con su talento musical.
En la mano de Carlos Ariel Ortiz Galdames está el pene recién cortado del hombre que minutos antes había violado a su sobrina, de solo 12 años, en un sector lleno de matorrales de la comuna de San Bernardo. Impulsado por una furia loca, y tras encontrarse de casualidad a la menor de edad llorando desconsolada y con su entrepierna ensangrentada, no lo pensó dos veces y decidió cobrar venganza.
Fue corriendo a un almacén, pidió facilitado un cordel, y sin bajar la velocidad de su carrera se acercó al lugar de los hechos. En los mismos matorrales donde había abusado de la niña, Ariel encontró al hombre de 36 años acostado y aún con el miembro erecto. Tras reducirlo, amarró sus manos, sus pies y lo dejó inmovilizado. De su chaqueta sacó un cuchillo y sin nada de pudor le cortó el pene lentamente. Su cara, sus manos, su pecho, todo se llenó de sangre. Pero Ariel no se arrepentía. Es más, fue él mismo quien llamó a Carabineros para que auxiliaran al violador. "Ahí botado está el pico del viejo", le dijo Ariel Ortiz a los funcionarios policiales mientras apuntaba al suelo.
Por esta violenta acción sobre el hombre que abusó de su sobrina, Ariel, por entonces de 26 años de edad, fue condenado a cinco años de cárcel por el delito de homicidio frustrado, los que tuvo que cumplir en la ex Penitenciaria de Santiago.
Pese a que actuó en defensa de un familiar, la justicia determinó que quede privado de libertad. Tras entregar la sentencia, la jueza a cargo del caso no pudo contener la emoción y se le llenaron los ojos de lágrimas. Para el violador en tanto, la condena fue de 15 años.
Una vez en el recinto penitenciario, los mismos gendarmes e internos comenzaron a reconocer a Ariel. La noticia ocurrida en San Bernardo había sido protagonista de varias crónicas rojas de los noticiarios nacionales. En términos carcelarios, el joven "había hecho prensa". Sin embargo, esa no fue la única razón por la cual su cara era conocida.
Esta es la onda sound
San Bernardo era a principios de la década de los noventa la cuna de lo que sería la onda sound en Chile. Influenciados por los históricos grupos Tommy Rey y la Sonora Palacios, muchos jóvenes del sector sur de la capital poco a poco comenzaron a llenar sus oídos de música tropical. Los casetes rotaban de mano en mano y los sonidos cumbiancheros comenzaban a hacerse recurrentes.
Era una época en que la juventud chilena que había nacido en dictadura, comenzaba a descubrir durante su adolescencia otros caminos que la democracia le entregaba. Y en la música eso se notó de inmediato.
Fue precisamente en ese contexto en el que creció Ariel Ortiz Galdames. Vivía en el sector de Los Morros, en la comuna de San Bernardo junto a su familia. Tenía 11 años cuando comenzó a escuchar cumbia junto a sus amigos del barrio. Ellos pasaban horas y horas pegados al equipo minicomponente y bailando en diferentes fiestas.
Era cosa de tiempo para que los jóvenes sanbernadinos comenzaran a desarrollarse en la cumbia. El primer grupo en el que estuvo Ariel fue "La Gran Magia Tropical" (cuyo mayor éxito que aún suena en las radios es Furia Loca), donde este joven tocaba el teclado. Luego, acompañado de un grupo de amigos, y tras dejar su primera agrupación, fundó el grupo Voltaje.
De manera autodidacta, comenzó a crear canciones que marcaban diferencia por los nuevos instrumentos que se estaban incorporando a la cumbia, como por ejemplo, la batería eléctrica y las pistas grabadas. Todo este nuevo movimiento comenzó a ser conocido como "sound". Ariel, por su pelo rubio y ojos azules, además de su privilegiada voz, asumió el rol de vocalista de Voltaje.
Tras varios ensayos y horas de grabación, el grupo se hizo conocido en pequeños locales y en diferentes presentaciones en la comuna capitalina. Hasta que el fenómeno sound explotó. Era el final de la década de los noventa.
Voltaje comenzó a tocar en casi todo Santiago; las invitaciones a programas de televisión estaban a la orden del día; y las actuaciones en vivo tuvieron incluso llenos totales en el Teatro Caupolicán.
Ariel Ortiz era el creador de las letras. Cuando tenía tiempo, caminaba solo para crear las frases que le daban vida a los temas que luego desarrollaría con Voltaje. En total le dio vida a 12 canciones.
Las mismas que cuando cantaba en vivo causaban euforia entre sus fanáticas. Con su melena rubia siempre mojada, un impecable traje de colores eléctricos, zapatos con plataforma y adornos metálicos, era el dueño de la fiesta.
Noche tras noche, luego de cada presentación, varias mujeres se le acercaban para pedirles fotos, besos y hacerle diferentes propuestas. Los excesos tampoco quedaron de lado. El lado oscuro de sus 15 minutos de fama dijo presente y se entregó de forma rápida e instantánea.
Por eso cuando Ariel ingresó a la ex Penitenciaria de Santiago no era un desconocido. Aparte de "haber hecho prensa" por cortarle el pene al hombre que abusó de su sobrina, muchos reconocieron en él al ex vocalista del grupo Voltaje.
Vida junto al mar
El año pasado, estando en Arica tras una presentación como solista, Ariel tuvo un confuso incidente con Carabineros que le costó perder la mayoría de sus dientes de la mandíbula superior. Su adicción a la cocaína adquirida y reforzada en sus años de éxito, le jugó una mala pasada.
Siempre cargaba una bolsa de 30 gramos para su consumo personal y de los amigos que vivían con él en la camioneta en la que se movilizaba en suelo ariqueño. Ahí estaba cuando la policía le realizó un chequeo en el que lo sorprendieron con la droga. Cuando era dirigido al control de detención, el cantante forcejeó con los uniformados y se armó una pelea en la que terminó perdiendo sus dientes.
Pensando en buscar una mejor vida, y con 35 años a cuestas, Ariel Ortiz viajó a fines del año pasado desde el norte hacia la localidad de San Sebastián, en la comuna de Cartagena, y se internó en un centro de rehabilitación que se ubica cerca de la playa y del renovado borde costero.
Fue así como tras calmar su adicción, buscó la forma para instalarse junto al mar. Se dio cuenta que en la misma playa existía un contenedor que en el verano es usado como quiosco. Tras constatar que nadie lo estaba utilizando, lo tomó como su hogar provisorio. Ya van tres meses en que vive ahí, compartiendo también el espacio con su novia.
Su sueño, dice Ariel, es volver a cantar. El ritmo no lo ha perdido, y al tararearle una cumbia sound de aquellos años de zapatos con plataforma y pelo mojado, sigue el hilo como si estuviera presentándose ante un teatro lleno.
El próximo 11 de noviembre cumplirá recién 36 años. Según comenta, haber llegado a San Sebastián ha sido lo mejor que le ha pasado. Acá encontró la tranquilidad que hace rato no tenía y eso despertó en su mente el anhelo de volver a cantar. "Sería un sueño volver a cantar cumbia, porque siempre fue lo que me gustó desde chico cuando escuchábamos música en San Bernardo. Veremos qué pasa", reconoce Ariel Ortiz, mientras sigue compartiendo en "su casa" una cerveza Báltica junto a su pareja que románticamente le canta un tema de Ana Gabriel.