Profe Martínez: "La mejor arma que he tenido ha sido un lápiz"
Jugó en las inferiores de la Unión Española, es entrenador de fútbol, profesor normalista y fue el primer director de la Escuela Villa Las Dunas. Acá la historia de Nelson Martínez cuando se salvó de la muerte en manos de un temido cuatrero.
Basilio era uno de los cuatreros más temidos en los campos de Sauzal, una pequeña localidad perteneciente a la provincia de Cauquenes, en la Región del Maule.
Los latifundistas de aquella época decían que para "El Becho", como le apodaban a este fornido ladrón de caballos y vacunos, o eras su amigo o enemigo. Y bien lo supo el hoy sanantonino y profesor Nelson Martínez, quien por la década del 50 ejercía como profesor en las aulas del sur de nuestro país.
"Incluso había dueños de tierras que le pasaban un par de hectáreas para que guardara los animales que robaba, porque así 'El Becho' no tocaba a sus animales", recuerda este vecino de Barrancas, quien fue el primer director de la escuela Villa Las Dunas.
El profe Nelson se hospedaba en el fundo Cuyuname, desde donde cabalgaba ocho kilómetros para llegar a la modesta escuelita N° 17 de Sauzal. Allí era uno de los pocos profesores titulados de la zona y, por lo tanto, era muy necesario para que los niños comenzaran a educarse, en un periodo en que nuestro país era gobernado por los radicales con un marcado acento en la expansión de la educación pública.
"Algunos compañeros que eran radicales quedaron trabajando en Santiago, como yo no era del partido, me mandaron al sur", dice.
Ya instalado en los campos recónditos de Sauzal, Nelson Martínez tuvo la oportunidad de ayudar en uno de los trabajos domésticos que se realizaban en el fundo.
"El dueño del terreno se había asociado con 'El Becho' para sembrar trigo. Se iban a medias. Uno ponía el terreno y el otro la semilla. Yo no tenía idea pero quería aprender", describe.
En su inexperiencia confundió el trigo con un cardo y tuve que parar algunos minutos. Fue a la cocina, donde había un grupo de campesinos que bebía vino en un tarro de duraznos en conserva. Eran 14 en total los que se "hidrataban", rememora el barranquino a minutos de enterarse que "El Becho" quería su cabeza.
"Cuando llegué a tomar vino, los trabajadores se callaron. No me hablaron nada. Ni una palabra y yo no entendía. Se pasaban el vino y cuando me tocaba, me saltaron. Les pregunté por qué no podía tomar y uno de ellos me respondió: 'porque un profesor no puede tomar vino en un tarro de duraznos'", comenta.
Por esos años los maestros infundían un respeto absoluto en la sociedad chilena y sobre todo en las zonas rurales, donde escaseaban los profesionales y sobre todo los docentes.
"Les expliqué que a mí me daba lo mismo tomar en lo que fuera. Yo lo que quería era compartir con ellos así que me sirvieron un tarro con vino y me lo tomé a medias con otro campesino para demostrarle mi respeto", agrega.
Tras beber el tinto hasta su última gota, este profesor de amable trato y apasionado por la pedagogía se apartó del grupo. Se encontraba revisando sus heridas cuando se le acercó un enigmático hombre. El cuatrero más temido en los campos de Cauquenes: "El Becho".
"¿Usted es el profesor Nelson Martínez?", le dijo el cuatrero.
"Sí yo soy", respondió.
"Yo no lo había visto nunca, por lo mismo, me llamó la atención que supiera mi nombre", confiesa.
"¿Alguna mala cara que se va tan rápido?", preguntó "El Becho".
-Ninguna. Me lastimé la mano. Pero todo bien.
-Mire profesor Nelson. Lo he estado observando y veo que todos los días usted pasa a caballo. ¿Anda con alguna arma?
-Sí.
Este profesor oriundo de la comuna de Independencia, Región Metropolitana, metió su mano al bolsillo de su chaqueta y desenfundó un lápiz. "La mejor arma que he tenido ha sido un lápiz y con él me gano la vida", le respondió sin titubear.
-Me refiero a una pistola. Por aquí pasa mucha gente y uno nunca sabe qué le puede pasar...
"Me tenía sacado todo el rollo. Sabía que yo pasaba todos los días por ahí y de seguro quería...", dice pasando su dedo índice por el cuello.
Antes que pudiera dar alguna respuesta, "El Becho" lo quedó mirando fijamente a los ojos y le dijo: "Mire profesor. Yo quiero ser su amigo. Sé que usted es una buena persona, me lo han dicho muchos amigos por acá, así que le ofrezco mi amistad y protección".
"Muchas gracias. Un gusto en conocerlo, Basilio", le dijo Martínez.
Estrecharon sus manos y el sanantonino partió a su pieza extrañado por las situaciones que le había tocado vivir aquel día.
Cuando se dirigía rumbo a descansar se encontró con el propietario de la tierra en la que se había sembrado el trigo.
"Le conté acerca de este tipo que había conocido y me dijo: '¡Pero cabro, por Dios. Te has ganado el mejor amigo del mundo!'. No entendía lo que me decía y me aclaró que era uno de los cuatreros más peligrosos de la zona. Que como se conocían le había pasado unos terrenos para que guardara los animales y que gracias a eso no se los robaba. Me salvé de que no me mataran", dice hoy en el living de su casa, en calle Tarapacá, en Barrancas.
De aquella historia ya han pasado más de 60 años y Nelson Martínez sigue con las mismas ganas de aquella época. "Yo puedo hace de todo", se piropea este jubilado y primer director de la Escuela Villa Las Dunas.
"Yo llegué a San Antonio, porque vine a cuidar a un amigo. Primero trabajé en la Escuela N° 1 de San Antonio. Allí conocí a mi mujer, que también era profesora. Tuvimos tres hijas profesoras. Dos de ellas están en Estados Unidos", detalla.
Lamentablemente, su esposa falleció hace dos años producto de un accidente vascular, tras 56 años de matrimonio. "La extraño mucho. La sigo amando, incluso, más que antes".
En 1968 Nelson Martínez se quedó con el puesto de director en el recinto ubicado en el sector de Las Dunas. Confiesa que "yo solo hice mi trabajo. Ni más ni menos".
Sin embargo, su ex alumna Jessica Fuentes y varios ex estudiantes junto al propio recinto educativo quisieron brindarle un sentido homenaje a este profesor y director que enseñó con tanto ahínco a sus alumnos, no solo a los de la Escuela Villa Las Dunas, donde se desempeñó gran parte de su carrera, sino también a los estudiantes del Instituto del Puerto, Liceo Particular de Cartagena, Escuela N°1, Sara Cruchaga y la Escuela N° 17 de Sauzal, donde conoció a su amigo "El Becho".
"Mi mayor satisfacción era ver a los niños aprender. Ese era mi mejor regalo de Navidad. Yo era feliz cuando ellos aprendían a leer. Me llenaba el alma. Además me gustaba incentivarlos a hacer deportes. Jugué en las series menores de la Unión Española, incluso soy titulado de entrenador, por eso me gusta que los estudiantes hagan deporte", destaca.
Y recuerda que con "la Escuela Villa Las Dunas nos preparamos mucho para las Olimpiadas de 1969 en el estadio de San Antonio. Debutamos con el primer lugar. Los niños estaban contentos. Eso es lo más lindo de ser profesor: ver a tus alumnos felices", culmina en el comedor de su casa, donde descansa luego de una larga vida dedicada a la educación.