Periodista vivió la experiencia de convertirse en corresponsal de defensa
Cada año la Academia de Guerra del Ejército prepara a profesionales de las comunicaciones para desenvolverse en un conflicto bélico.
Cuando la Academia de Guerra del Ejército abrió las inscripciones para el Diplomado de Corresponsal de Defensa, no lo pensé dos veces y me matriculé.
Le tenía ganas desde que estaba en tercer año de Periodismo. Y no sólo yo. Había varios de mis compañeros que alguna vez soñaron con seguir los pasos de Santiago Pavlovic o con convertirse en un Amaro Gómez-Pablos.
En un principio las clases fueron teóricas. Era necesario entender qué y cómo es la guerra, esa realidad que día a día vemos pasar en las noticias y que tan lejana sentimos, a pesar de que de alguna u otra manera nos repercute como chilenos.
Lo primero que aprendí en esta experiencia fue que a nadie le gusta la guerra, especialmente cuando contemplamos cómodamente desde nuestros sillones cómo es que civiles y niños inocentes mueren en medio de conflictos armados, pero lamentablemente es una realidad que, como personas y profesionales de las comunicaciones, no debemos ignorar.
Los primeros meses fueron intensos, hasta que entramos de lleno a la acción.
Talleres sobre primeros auxilios y juegos de guerra fueron el primer bocado antes de la entrada principal: el ejercicio práctico final. Ocurrió durante una fría madrugada, en la que recorrimos al menos 10 kilómetros, acompañados por comandos que simularon una situación bélica y que hicieron lo posible porque el miedo y el estrés se apoderaran de nosotros.
La Policía Militar no se quedó atrás y más de algún momento de tensión nos hizo pasar con sus intimidantes controles.
Y es que el campo de batalla es así: un escenario donde el que pestañea pierde y al que ningún corresponsal debiera enfrentarse sin la compañía de una fuerza armada.
Ahí nadie se defiende solo, porque cualquier paso en falso puede costar la vida.
Caminamos durante horas, pusimos en práctica nuestras mejores técnicas periodísticas y comprendimos la importancia del compañerismo y de lo que significa seguir las reglas para no estropear una operación militar.
Informar ante todo
Como profesionales de la noticia queremos saberlo todo e informar con la mayor transparencia posible, pero a veces también debemos tomar en cuenta que al publicar cada detalle, podríamos poner en peligro la vida de otras personas y la nuestra.
Cuando ya lo habíamos caminado todo, estábamos agotados y apenas nos quedaban fuerzas para el regreso.
Estábamos a punto de llegar a la base, soñando con nuestros sacos de dormir, cuando nos encontramos con un feroz ataque, donde militares heridos clamaban por ayuda y otros yacían ya sin vida.
Todo esto en un contexto simulado, por supuesto, pero déjenme decirles que aunque estábamos conscientes de que solo se trataba de un ejercicio, la sensación de inseguridad e incertidumbre no dejaba de ser real.
Y ahí estábamos. 17 corresponsales buscando refugio en medio del desastre, intentando no caer, mientras los disparos y las explosiones se hacían más y más cercanos.
Había comenzado el reporteo en la zona de fuego. Unos fotografiaban y otros tomábamos nota de lo que ocurría.
Recuerdo que cada cuerpo en el suelo y cada grito de auxilio me hizo pensar en los reales combatientes de Medio Oriente, donde esta situación es pan de cada día.
Padres, hijos y hermanos que viven insertos en la violencia. Cuando cesó el fuego, despachamos como buenos corresponsales.
Ya nos sentíamos graduados, pues creo que no hay nada más fascinante para un periodista que estar en medio de la noticia, "donde las papas queman".
17 Corresponsales de defensa se graduaron este año.
10 kilómetros, al menos, recorrieron los alumnos en la campaña final.