Los dos internos que sacan aplausos con vivero habilitado en la cárcel
Leonardo Ramírez y Ricardo Lucero comenzaron esta iniciativa hace cuatro meses con el objetivo de regalar todas las plantas que se cultiven en el invernadero.
Ricardo Lucero (38) y Leonardo Ramírez (29) deberán pasar varios años privados de libertad en el Centro Penitenciario de San Antonio.
Sueñan con el día en que recobren su libertad, pero mientras tanto, decidieron ocupar su tiempo en un proyecto que los tiene muy contentos y entusiasmados con los resultados.
Reconocen que cuando empezaron con el invernadero, no sabían nada de plantas y menos de sus cuidados. A pesar de eso, decidieron aventurarse en esta experiencia, y con carpeta en mano se presentaron en la oficina del alcaide Jonny Avilés.
"Nosotros le llevamos la carpeta con todos los antecedentes del proyecto. El (alcaide) lo revisó y nos dijo que bueno. Por eso agradecemos su ayuda y la que nos entrega Gendarmería", dice Lucero.
Según ellos, al recinto de calle La Marina le faltaba algo de verde, por eso la mayoría de las plantas que han salido del invernadero han sido ubicadas en varios puntos de la cárcel, mientras que otras han sido regaladas a quienes van a visitarlos. Lucero y Ramírez quieren salir lo más pronto posible, por eso también reconocen que esta iniciativa les servirá para hacer "algo de conducta" y así reducir sus condenas de las cuales prefieren no hablar.
"Son varios años los que voy a estar aquí, por eso debo buscar qué hacer. Recién llevo un año de condena y creo que es tiempo de aprender algo porque esto después me puede servir para reinsertarme en la sociedad", afirma Lucero.
"Esto nació para aprender algo y a lo mejor, quien sabe, cuando estemos en libertad podamos dedicarnos a esto", irrumpe Leonardo, hijo del recordado presidente del club deportivo Balmaceda, Fidel Ramírez, quien falleció en octubre pasado.
Invernadero
Apenas recibieron la aprobación de parte del alcaide, Lucero y Ramírez comenzaron con la recolección de los materiales. Por razones obvias, esto no fue una tarea fácil, pero con mucho ingenio y apoyo familiar, definitivamente todo es posible.
"Lo primero que hicimos fue preguntar a los internos si nos dejaban colocar el vivero en medio del patio. A pesar del poco espacio, nos dijeron que bueno. Ellos están contentos con todo esto", comenta Lucero mientras revisa unos almácigos.
Con el nailon que se envuelven los colchones y con unos pocos palos levantaron un invernadero de dos por tres metros en la parte posterior del patio B.
Han pasado cuatro meses desde que esta iniciativa vio la luz y aunque aún faltan por desarrollarse varias partes del proyecto, todo indica que va muy bien encaminado.
"Nuestra idea es que las plantas que salen de este invernadero sean donadas a instituciones o colegios. Así la gente se dará cuenta que acá no sólo hay maldad. Nosotros estamos haciendo algo bonito además de aprender", sostiene Lucero, quien confiesa estar muy motivado con esta idea.
Asegura que apenas se levanta en las mañanas lo único que quiere es ponerse el overol que confeccionaron especialmente para el proyecto, el cual en el lado derecho del pecho lleva estampado el nombre con el que decidieron bautizar el invernadero: "Vive Florido".
Aprendizaje
Personal de Departamento de Medio Ambiente del municipio les ha dado algunas indicaciones de cómo cuidar las plantas, pero el resto lo han ido aprendido con el pasar de los días y de la propia experiencia.
"Hemos aprendido de a poco", reconoce Ramírez, quien señala que "hay plantas que se han muerto cuando las ponemos al sol, pero las dejamos en la sombra y reviven. Solos hemos ido descubriendo los cuidados y qué hacer con ellas. Así vamos pasando el día y nos mantenemos tranquilos".
Su compañero confiesa que de las 400 plantas que llegaron a tener, unas 180 murieron. ¿El culpable? Un gatito que se pasea como Pedro por su casa y que está dejando la escoba dentro del vivero.
"La orina del gato es tan fuerte que nos ha matado muchos almácigos y plantas. A veces se mete al invernadero y deja la escoba. Hace puras maldades el gato", cuenta Lucero, entre risas.
Los funcionarios municipales también les enseñaron a preparar un fumigador artesanal a base de ajo machacado en agua tibia. Eso les ha servido para espantar a cuanto bicho llega a comerse sus matitas. "Eso nos ha servido para echarles a las plantitas. No queremos que se mueran porque al final uno igual se encariña. Da pena cuando no sobreviven porque hemos visto todo el proceso y hemos aprendido mucho de eso", explica Ramírez.
Lo primero que hacen estos dos presos apenas se levantan en las mañana es ir al invernadero para comenzar con el cuidado de las plantas.
"Me encanta estar acá porque uno se va encariñando con las plantas, sobre todo porque va viendo su proceso y además vamos aprendiendo", insiste Lucero.
Agrega que "yo les hablo y paso casi todo el día acá. En este lugar se me olvida donde estoy y así los días pasan más rápido".
Rudas, mentas peperinas, centaurys y estátices, balsaminas son sólo algunas de las especies que tienen al interior del mini vivero, aunque esperan que a medida que vaya pasando el tiempo, puedan ir creciendo para así tener más variedades de plantas y flores.
El objetivo de estos internos es que estas plantas puedan ser entregadas a colegios, hogares de ancianos y diferentes instituciones.
"En marzo vamos a donar a los colegios y queremos ver la posibilidad de que alguien de aseo y ornato nos traiga material para que después vengan a buscar las plantas y se las lleven a los colegios. Esa es nuestra idea, aunque falta para eso todavía", explica Ramírez.
Ambos saben que todavía les falta mucho por aprender y en eso están ahora, absorbiendo todos los conocimientos. "Si alguien tiene libros o algo que nos pueda servir, bienvenido será,porque de verdad que estamos entusiasmados con este proyecto", dicen a dúo.