Crónica de perdición, salvación y esperanza en Cartagena
Los integrantes de la Casa de Restauración Cristiana de San Sebastián entregaron un mensaje de cambio de vida, de superación y de compromiso por enmendar el rumbo.
¡¡¡Gloria a tu nombre!!! ¡¡¡¡Eres tu rey de reyes!!!! ¡¡¡Gloriaaaa a tiiii!!!
Luis León se rompe la garganta al gritar a los cuatro vientos la obra que el Señor ha hecho en él.
Grita y parece que para él no hay nadie más en el mundo. Grita y no le importa que lo miren... grita su alegría.
Hace calor en la tarde veraniega en Cartagena y en la plaza de la comuna se han reunido unas cuantas personas a escuchar el mensaje que un grupo de hombres tiene que darles.
Algunos de los asistentes tienen biblias en sus manos, levantan sus rostros al cielo y con los ojos cerrados musitan algo entre dientes, algo inentendible, pero que culmina en un amén.
Por las calles aledañas a la plaza los estresados automovilistas luchan con el lento tránsito hacia y desde la Playa Grande. Otros tantos descienden de las micros que llegan al balneario y otros, simplemente pasan acalorados cargando bolsos, toallas y baldes plásticos en su mejor faceta playera.
Niños pequeños corretean de aquí para allá en autitos a pedales haciéndoles el quite a los peatones y a un par de viejos perros callejeros que, lengua afuera, buscan una sombra que les dé algo de tregua.
¡¡¡Gloria a tu nombre!!! ¡¡¡Aleluya!!!, repite a todo grito Luis.
Grita con un convencimiento tal que contagia a quienes lo rodean... "Amén, amén", repiten.
Luis llegó hace cuatro años a Cartagena, lo hizo en busca de una nueva vida, de un cambio que lo sacara de la miseria en que vivía y que dejara atrás un pasado de vergüenza y olvido.
Dejó una esposa, un hijo y una condición económica más o menos estable que había logrado gracias a su trabajo. Todo eso lo perdió con el correr de los años... todo lo perdió cuando en su camino se cruzaron el vil alcohol y la maldita pasta base.
Cuando probó ese cóctel fatal, la vida de Luis León -hoy de 50 años- fue literalmente cuesta abajo. Y cuando decimos abajo, literalmente es hasta el fondo.
Redención
Pero esta crónica tiene un final feliz para Luis León. Asegura con total convencimiento que su vida cambió para bien desde el momento en que tuvo una experiencia religiosa que lo hizo entender que solo siguiendo el camino de Jesús saldría del pozo en el que estaba.
No es fácil para alguien que había pasado un par de décadas en la calle dejar de tomar y de drogarse de un día para otro. No fue fácil dejar de dormir en las calles y aceptar su vergüenza.
Luis habla y dice: "estuve meses durmiendo en la plaza de Armas de Santiago rodeado de fecas. Era lo último de lo último. Lo había perdido todo, no me importaba nada, solo consumir y machetear pa' tener moneda pa' comprar más pasta base. Esa es la verdad, uno no tiene vergüenza, da todo lo mismo".
La historia continúa con pérdida total, de la familia, del amor y de la dignidad.
"Pa' llegar a la calle como estaba yo había que perder todo, los valores, la dignidad. Entendía que había personas que me querían, pero el consumir era más fuerte...", admite.
Luis León es de mediana estatura, moreno, con cabello cada vez más escaso y cuando habla mueve sus manos para enfatizar sus ideas y decir o gritar que está cambiado, que es otro.
-¿Cómo logró el cambio?
-Por el Señor, por Cristo. Él hizo el milagro en mí. Nunca lo pensé. Él tiene la capacidad de sacarte de lo más sucio, sacarte del lugar más sucio en que puedas estar y de ahí te lava y te da nueva vida. Yo puedo decir que el diablo existe, él te ciega, destroza el amor que te dan, te autoeliminas, pero Dios tuvo misericordia de mí.
-¿Alguien lo guió?
-Un amigo me dijo que existía esta oportunidad. Me entregué a Dios y ahora te puedo decir que soy otro, recuperé cariño, amor, tengo alegría, soy un hombre pleno. Llegué a la casa de acogida y entendí que como hombre era falto, que venía de un mundo de vivarachos, con patrones de la calle, del más fuerte, del más vivo.
-¿Está 100% recuperado?
-Sí, soy otro. Lamento eso sí que haya perdido a mi familia. Si Dios lo permite en un tiempo me la va a devolver, pero siempre y cuando él lo permita. Tengo tranquilidad en mi alma, pero se que tengo cosas que pagar. La perdí por mi culpa.
-¿Cómo es la vida en la sede del ministerio que usted representa?
-Somos un ministerio autónomo, tenemos personalidad jurídica y hacemos una obra que nadie más realiza y que es sacar a la gente del pozo en que están. Trabajamos en la sede que se ubica en la calle Sexta Poniente Plaza 306 San Sebastián. Somos alrededor de 40 personas, de 18 a 60 años entre damas y varones, quienes han recibido nuestra ayuda. Esto no lo hace cualquiera, porque permitirle a la gente cambiar no es fácil, pero el milagro existe y Dios lo hace. A estas personas no las cambió un médico, no las cambió la policía, no las cambió la cárcel, sino que las cambió Jesucristo.
-¿Cómo se financian?
-Hacemos pequeños trabajos, pero no es suficiente. También colaboramos con una cuota mensual que nos permite solventar lo básico de la casa como es la luz, el agua y el gas, pero necesitamos colaboración.
-¿De qué tipo?
-Ojalá que las autoridades nos ayuden con gestionar un taller para que las personas que tenemos aprendan algo para ser útiles a la comunidad, un trabajo, una labor que les permita tener sus recursos. Ya hemos conversado con el alcalde y este jueves a las 10.15 horas, tendremos una reunión con un seremi y con el gobernador para plantearles nuestras necesidades.
Luis habla fuerte y recalca sus palabras, mientras tanto en el escenario de la plaza de Cartagena el grupo sigue su alabanza al Señor guiado por el pastor Claudio Reyes Alegría, quien ha sido un líder para ellos.
"Este trabajo no es fácil pero alguien tiene que hacerlo. Les brindamos cama, comida y ayuda, pero también la palabra de Dios. Ellos han regresado a la vida y el Señor ha hecho en ellos una misericordia muy tremenda", dice el pastor.
Reyes explica su trabajo, habla de su experiencia en Santiago sacando a gente de las calles para llevarla por el camino de la salvación, sin más ayuda que la palabra y un mensaje que -asegura- le nace desde el corazón.
A un costado del escenario y bajo un sol veraniego, Luis León grita una vez más su redención. ¡¡¡Gloria al Señor!!! ¡¡¡Eres tu rey de reyes!!!! ¡¡¡Gloriaaaa a tiiii!!! Y la gente a su alrededor eleva su rostro al cielo y cierra los ojos...