La historia del salvavidas tabino que se convirtió en campeón nacional de body
A sus 30 años, Alan Muñoz es el primer rider chileno que ha destacado en campeonatos internacionales y sueña con estar entre los mejores cinco del mundo.
"Empecé con un traje regalado y una tablita bien piñufla". Así recuerda sus inicios en el bodyboard, Alan Muñoz, campeón nacional de este deporte que cada vez se toma con más fuerza las playas del Litoral.
"Siempre supe que no quería hacer otra cosa y aunque existiera otra realidad que te marca la sociedad, preferiría ser un vago y vivir del bodyboard. Cuando empecé no había cómo imaginar en vivir de esto", cuenta con convicción el joven de 30 años, que a puro ñeque logró posicionarse como el número 7 en el tablero mundial del body.
Desde pequeño inquieto, estudió su enseñanza básica en el colegio El Tabo y luego se trasladó a Cartagena para terminar su enseñanza media en el Liceo Poeta Vicente Huidobro, donde hacía la cimarra -cuenta- para pasar las horas en el mar.
"En tercero medio yo repetí con 5,5 de promedio y dos meses de inasistencia, porque veía la ola buena y me arrancaba de clases para ir a surfear", revela.
"Me saltaba el segundo piso, por la ventana de la sala, y me iba a hacer body. Tenía un amigo en Cartagena y dejaba con él mis cosas. A veces salía de mi casa temprano como para ir al colegio y me quedaba en la plaza. Como a la hora después llegaba a mi casa y les decía a mis papás que se me había pasado la micro y que ya era muy tarde y no me iban a dejar entrar atrasado al colegio. Se enojaban, yo agarraba mis cosas y me iba a la playa. Fui súper inconsciente, pero me di cuenta de eso cuando estaba más grande", confiesa el joven, que fue criado por sus abuelos.
"A mis tatas los escucho y los respeto harto, son mis viejos, mi gran familia, me importa harto lo que piensen, pero yo simplemente les trato de demostrar mi parecer sobre las cosas y le voy a dar con todo para adelante con lo que quiero hacer", insiste el incansable deportista.
Tiempos de salvavidas
Antes de convertirse en campeón, Alan trabajó diez años como salvavidas en las playas de El Tabo, oficio que lo mantuvo estable económicamente, mientras dedicaba sus días a entrenar y prepararse para cada torneo en Iquique, la ciudad con las mejores olas para este deporte.
"Desde que salí del colegio, hasta los 25 años, trabajaba de salvavidas acá, juntaba la plata de la temporada y después me iba a Iquique a trabajar de garzón. Ahí seguía entrenando y haciendo el dinero para poder dedicarle la mayor parte del tiempo al bodyboard".
"Mi día partía a las 7 de la mañana cuando me iba al agua. Después entraba a trabajar y a las 5 de la tarde volvía al agua de nuevo. A las 7 de la tarde tenía que volver al trabajo hasta las 12 de la noche. Y así me la llevé todos los días, por hartos años. Al principio no tenía nada. Llegué a Iquique con 300 lucas que junté en el verano después de que salí del colegio. Pretendía durar todo un año allá pero alcancé a estar como cuatro meses con las tres gambas y un amigo que produce eventos deportivos, me pagó la inscripción en el campeonato mundial de Arica y me ayudó con la estadía. Ese fue mi primer campeonato", manifiesta el joven, agradecido del apoyo que -dice- no haberle faltado para perseguir sus sueños.
"Por suerte nunca me faltó la oportunidad de inscribirme en un mundial y eso es lo principal, porque ahí está el roce. Uno conoce a los más pro, son olas donde uno arriesga su vida al máximo y está en la plena esencia de este deporte. Hubo una etapa súper crucial en mi vida, que fue cuando los recursos estuvieron de forma milagrosa, con un sueldo que podría cuantificar en tres gambas mensuales con las que tenía que vivir, comer, pagar arriendo y hacer el circuito mundial", reconoce Alan, que por ahora recibe auspicios de la Municipalidad de El Tabo, la Empresa Portuaria de San Antonio, una clínica que le aporta cobertura médica y la marca de accesorios, Erizos.
Inicio de un campeón
El primer equipo de bodyboard que tuvo Alan lo consiguió a los 10 años, de manos de una tía, quien se conmovió con su espíritu deportivo.
"Estaba entrando el verano, vino una tía de Santiago y vio que yo me conseguía el traje con un amigo. Estaba fascinado, no quería salirme del agua ni devolvérselo, entonces le di entre alegría y pena a ella. Para la Navidad de ese año me regaló un traje muy bacán, que me sirvió para todo el invierno y no paré más. Me compré una tabla que era súper básica, que me costó dos mil pesos y la pagué con puras moneditas que había juntado", manifiesta con orgullo.
Espíritu deportivo
Corría el año 2000 y Alan, con 14 años, ya destacaba en las playas del Litoral por su pasión en el body. "En esos años era puro instinto, a uno le gustaba el agua e iba nomás. No pensaba en campeonatos y no imaginaba vivir de esto tampoco. Hoy en día las generaciones nuevas tienen nacionales y tienen referentes que viven del deporte. Antes no existía roce competitivo más allá del espíritu de ir con tus amigos a surfear", explica.
"En el 2006 tuve mi primer premio contundente, que fueron como dos millones de pesos. Fue increíble. En ese tiempo yo ganaba con suerte cuatro gambas trabajando como garzón y contando las propinas. Tenía que pagar arriendo, comida y me quedaban como 100 lucas para ahorrar. Entonces pensé qué hacer con la plata. Tenía claro que no me iba a comprar un auto ni nada más que los pasajes que fueran necesarios para competir", afirma el campeón nacional que ha viajado por Brasil, México, Islas Canarias, Hawai, entre otros países.
Ese año, Alan logró posicionarse en el puesto número 21 del tablero internacional, en el mundo del body. "Fue histórico para Chile y para mí, porque marcó mi inicio profesional", reconoce el tabino, que ya se está preparando para defender su puesto mundial en el Sparkgreen Tahiti Challenge en abril próximo.
"Ahí tengo que ganar o por lo menos llegar lo más lejos en mi participación. Igual en todos los eventos uno trata de jugársela el todo por el todo, pero la idea es ir y plantearse sólido. Es una ola difícil, donde estás al límite de las capacidades surfeando. Más allá de los puntos, cuando llega a estar así la ola, por mi parte me olvido del casillero y me entrego simplemente a lo que estoy aprendiendo en el momento. Así miro con mayor naturalidad la magia de aprender en el instante y si estás conectado de esa forma, llegas a donde quieres", reflexiona el muchacho, que espera dedicarse al deporte hasta que le sea permitido.
"El bodyboard es súper inestable porque si bien hoy uno está haciendo ciertas cosas, compitiendo, viajando por todo el mundo en lo posible, con recursos que son de auspiciadores, si uno sufre un accidente, no hay un respaldo, como un seguro de vida o una pensión", lamenta, mientras ya piensa en sus próximos objetivos, tras haberse convertido en campeón mundial de la fecha de Portugal el año pasado, marcando tendencia y haciendo historia en el bodyboard nacional.
Su gran desafío
"Lo que quiero es quedar entre los cinco primeros del mundo y poder consolidarme en otro campeonato mundial. El año pasado para mí fue súper exitoso, nunca esperé ganar un campeonato y pensé que nunca lo iba a lograr en la vida. Ahora tengo que seguir quemando etapas, sentirme más seguro, confiar en mi surfing", dice Alan y agrega: "cuando uno se lanza de forma noble por un objetivo, sin pensar más allá de las consecuencias, sino que sabiendo que lo que uno hace es de corazón, resultan las cosas bien".