La mujer que convirtió su pasión por los gatos en un increíble arte
Leonora Collao lleva más de quince años dedicada a pintar mininos para distintas artesanías. Los estuches, las alcancías y los imanes para refrigerador son los más cotizados en el paseo Bellamar, donde se pone desde mediados del 2016.
Son las once y media de la mañana y Leonora Collao ya está lista para comenzar a vender sus productos en el paseo Bellamar de San Antonio.
Lleva un buen rato instalada frente a la bahía, pero como buen lunes la cantidad de turistas dando vueltas por el mirador es baja. No ha vendido nada, aunque sus productos han acaparado la atención de varios curiosos. Se quedan un buen rato mirando. Les cuesta creer de qué se tratan las artesanías que vende la llolleína.
Hay que acercarse un metro, cincuenta centímetros o incluso menos para recién notar que los estuches y monederos que tiene sobre un paño son hechos totalmente a mano.
Están pintados de extremo a extremo. Ninguno es igual al anterior. Al lado de ellos también hay alcancías, separadores de páginas, prendedores e imanes para el refrigerador. No hay dos iguales, aunque todos tienen algo en común: llevan el dibujo de un gato.
En algunos el felino está contento, en otros está mirando a la luna, con los ojos bien abiertos o a medio cerrar... da lo mismo. En cada uno de ellos hay un minino.
Leonora lleva quince años dibujando a los mismos animalitos y cada vez con más experticia. Partió con una socia y enviaba todos sus productos a Santiago, donde se vendían en un céntrico local del paseo Huérfanos.
Empezar otra vez
En abril pasado se acabó el negocio y no le quedó más alternativa que salir del taller que tiene en su casa, en la parte alta de Llolleo, a la calle.
"Un amigo artesano me dijo que me viniera a colocar al Bellamar, yo le dije que no tenía los permisos, pero él me insistió. Me puse afuera de un contenedor que era del museo y después, de a poco, me coloqué donde estoy ahora (a pocos pasos de la entrada de la Gobernación Marítima)", cuenta Leonora, quien tuvo un dificultoso debut.
La razón de sus problemas era muy sencilla. Nadie creía que era la creadora de sus productos. Muchos de sus compañeros y fiscalizadores pensaban que eran estampados que traía de algún rincón de Santiago.
"Los artesanos más viejos me decían cosas y los de Inspección también, porque no se daban cuenta que yo misma los hacía a mano, pero esa ha sido siempre mi forma de trabajar: nada comprado, ni copiado", confiesa poco antes de atender la consulta de dos mujeres que no ocultan su fascinación por los artículos.
Las ventas
Las dos mujeres se alejan sin comprar y se cruzan de frente con dos funcionarios municipales. Le dicen que tienen que salir, pero Leonora responde que Carabineros le permitió estar ahí. Los muchachos siguen caminando sin molestar.
Leonora cuenta que es pan de cada día, pero que entiende que es su pega. Sueña con tener un puesto estable, pero hasta el momento no ha sido posible.
"No me han respondido nada aún. Yo quería estar así (en un local) para poder ir haciendo mis cosas también", contó.
Por "mis cosas" la mujer se refiere a seguir pintando y creando. Ninguna obra le toma poco tiempo.
"Una vez llegó un niño de Santiago y me dijo 'oh que lindos los estampados, yo hago cincuenta en quince minutos', y yo le respondí que hacía 50 en un mes y que ninguno era igual, porque son todos pintados", recuerda entre risas.
"La idea es que sean únicos", agrega al mostrar poleras también con el dibujo de un gato en el pecho (muy parecidos a los que usa ella en la foto principal).
Dependiendo de la talla, estas cuestan siete mil o diez mil pesos. "Alguien me dijo que eran muy caras, pero por esa misma plata se compra lo mismo en una tienda y que lo tienen en todo Chile, lo que hay acá es irrepetible", comenta con orgullo.
Leonora, de cabello crespo y canoso, habla rápidamente. Parece que su mente avanza con más velocidad que su boca, por eso tiene la frase precisa para el momento indicado. Cuando los clientes regatean, ella les explica hasta que entienden el valor de su arte.
"Igual lo que en Santiago sale a siete lucas acá está a tres no más", revela.
Por otro lado, hay interesados que viajan kilómetros para tener un micifuz.
"En la página de Facebook (Cats & Color Art, donde hay más imágenes de los productos y se pueden hacer encargos) la gente me ubica y han venido de Melipilla, de Viña del Mar, de San Bernardo y de distintas partes solo a buscar un cuadro, por ejemplo, revela.
Trabajo
-¿Y de dónde viene esta creatividad?
-Siempre me ha gustado hacer cosas. En los noventa, cuando aún no remodelaban el paseo Bellamar, también le vendía mis cosas a algunos artesanos, botellas y cosas por el estilo.
-Pero la técnica, porque no es llegar y ponerse a hacer las cosas…
-Empecé mirando, viendo distintas cosas y con ensayo y error. Por ejemplo, el primer gato que hice no me quedó muy bueno, no soy muy buena para dibujar. Una amiga me dijo que tenía que dejar márgenes, me fue guiando hasta que de a poco tomé vuelito.
-¿Siempre con gatos?
-No, antes hacía unas chinitas, vacas también tengo unas por ahí, pero ahora el fuerte es con los gatitos.
-Supongo que tiene varios gatos... ¡no me diga que no tiene!
-Nueve tengo en la casa. Estuve casada antes y no podía tener, pero después que me separé ellos volvieron a mí. Me encantan.
Los rayos del sol comienzan a pegar con fuerza, pero la brisa marina refresca de inmediato. Por momentos es más que un simple soplido y despeina los crespos de Leonora, quien llega preparada para seguir pintando mientras cientos de turistas pasan mirando con atención.
Tiene un bolso lleno de implementos. Se alcanzan a divisar varias pinturas acrílicas y unos estuches con los primeros trazos de la cintura de un gato. El día está recién empezando.