por Cristián Aguilera, abogado y director ejecutivo Corporación cultural Los Peumos
Sin navío en la bahía, emprendió camino hacia el norte, esperanzado en Valparaíso. De esa manera se aventuraron, con hambre y cansancio, por las actuales localidades de Cartagena, El Tabo y El Quisco hasta llegar a la Quebrada de El Totoral, donde le pidieron a un campesino del lugar que viajara hasta Laguna Verde, para ver si había aún barcos de la flota de la Corona Española.
El sábado 15, el inquilino se encontró en camino de su cometido, con don Francisco Ramírez, propietario de la Hacienda Las Tablas. Le contó de manera inmediata que en el bosque de la Quebrada de El Totoral, estaban ocultos un puñado de hombres, que a juzgar por sus trajes, arreos y por la cantidad de dinero que le habían dado, eran de elevada condición.
En la mañana de ese 16 de febrero, Ramírez con el Capitán Francisco Aldao, quien se hallaba cerca con un pequeño destacamento de granaderos, cayeron en las cercanías del actual Eremitorio franciscano de El Totoral, tomando preso a los fugitivos realistas, quienes no prestaron resistencia.
Aldao reconoció de inmediato al teniente coronel de Artillería Fernando Cacho, y quien ante tal descubrimiento, no pudo más que ir designando uno a uno a sus compañeros de armas.
Todos ellos entregaron en el acto sus armas, salvo Casimiro Marcó del Pont, quien reclamó que en atención a su rango y en cumplimiento de las prácticas de guerra, se le permitiese conservar su espada para presentarla al jefe de análogo rango, solicitud a la que Ramírez y Aldao accedieron generosamente.
Días después, en Santiago, le entregaría su espada al general San Martín. El botín que cargaban fue confiscado, salvo una Virgen tallada bajo la advocación de la Merced, que Marcó solicitó a Ramírez donarla a alguna capilla del sector, y que hasta el día de hoy se encuentra en el Eremitorio franciscano de El Totoral, entretejiendo una historia en que los personajes principales llevan por nombre Francisco.