Los misteriosos días en que científicos de la Nasa buscaron ovnis en El Quisco
Los terroríficos momentos en que la familia de un comerciante fue interrogada por los efectivos de la agencia aeroespacial de los Estados Unidos permanecen ocultos en escasas publicaciones de la época. Los reportes son increíbles, pero en 1964, cuando ocurrieron los hechos, muy pocas personas cuestionaban el fenómeno de los platillos voladores. ¿Qué ocurrió con aquella inédita indagatoria en el Litoral de los Poetas?
Las películas de ciencia ficción y los falsos expertos que circulan por la televisión e internet han convertido al fenómeno de los avistamientos ovnis en un tema de poca credibilidad, que circula -muchas veces- entre teorías conspirativas tan rebuscadas como absurdas.
En la década de los sesenta el asunto gozaba de más confianza, pero de un alto grado de misterio, probablemente más que ahora. Periodistas serios y respetables fueron los primeros en consignar los hechos anormales que ocurrían en el cielo.
Los tiempos
La lucha por controlar el espacio entre Estados Unidos y Rusia estuvo en su máximo apogeo hasta 1969, cuando después de varios intentos, astronautas estadounidenses pusieron sus pies en la luna. "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad", dijo el 20 de julio de 1969 un inspirado Neil Armstrong en el satélite natural del planeta Tierra.
La agencia encargada del proyecto era la Nasa (Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, por sus siglas en inglés, National Aeronautics and Space Administration), que había surgido varios años antes de la fusión de expertos de las distintas fuerzas armadas de ese país, fundamentalmente de la aviación.
Pero antes de anotarse ese hito mundial, los expertos y científicos tuvieron una misión mucho menos bullada en un país lejano, pero nunca tanto como la luna: Chile.
En 1964, una delegación viajó desde Washington, Distrito de Columbia, a Santiago, y desde allí a la comuna de El Quisco para interrogar a un comerciante local que había sido testigo de un suceso pocas veces registrado hasta entonces en América Latina.
El caso está detallado a la perfección en el libro "Los sin nombre", de los periodistas Manuel Sáenz y Willy Wolf. Fue lanzado por la Editorial Orbe, de la Universidad Católica, en 1967, y tuvo por lo menos siete ediciones.
Pocas copias subsisten hasta hoy. En el Archivo Nacional, de la Biblioteca Nacional de Santiago hay dos de ellas y en páginas de ventas de internet está disponible otro puñado de ejemplares.
Avistamiento
La investigación, que medios de la época trataron de "apasionante", reseña desde la página 47 aquello que permanecía casi en el olvido… hasta ahora.
"Al anochecer del jueves 9 de abril de 1964, un comerciante de la zona, Florencio Ferrer, después de visitar a su madre, abandonaba la hostería Santa Elena, en Isla Negra, para dirigirse con su esposa e hijos hacia el balneario de El Quisco. En el furgón viajaba su esposa, quien estaba en un avanzado estado de gravidez y siete niños", consigna el texto, que también da cuenta de la escasez de viviendas que había por aquellos años en la zona. "Las casas están muy espaciadas", dice.
"La noche estaba sin luna (…). Luego de recorrer unos tres kilómetros, al llegar a una curva llamada Seminario, fueron sorprendidos por un resplandor potentísimo que iluminó totalmente el vehículo alrededor de las nueve y cuarto de la noche", agrega el texto.
El insólito suceso, según su reporteo, fue extensamente cubierto por las radios y diarios de entonces. El dato también figura en otro libro de las mismas características: "Noticias desde Marte", de Diego Zúñiga.
La identidad del protagonista de la hazaña coincide y es rastreable gracias a datos del Registro Civil a los que tuvo acceso Diario El Líder.
Florencio Ferrer González, había nacido en septiembre de 1933 en Viña del Mar, y había llegado a la zona junto a su familia mucho antes de ser testigo de los misteriosos objetos en el cielo. Su hermano, Francisco Ferrer González, fue regidor, alcalde y bombero del Cuerpo de Bomberos de San Antonio.
"Ferrer detuvo el furgón y bajó a mirar. En el cielo, a escasa distancia, un extraño artefacto desprendía una intensa luz, similar a la de los focos de gas de mercurio (ampolleta antigua), que bañaba los alrededores y el vehículo con un extraño color", prosigue.
"Como los niños empezaron a gritar y llorar, decidió reanudar el viaje. Sin embargo, pocos metros más allá (hacía el norte), en el pequeño puente Seminario, se detuvo nuevamente y apagó el motor. Ahora el brillo de la luz era más fuerte. El ovni no debía estar a más de cincuenta metros de altura sobre ellos. El resplandor era tan enceguecedor que no se podía apreciar su forma. En ese momento el terror de los niños llegó a su límite: era una verdadera histeria", detallan los investigadores.
Sáenz y Wolf, según registró Las Ultimas Noticias en agosto de 1975, fueron compañeros de curso en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Egresaron en 1957 y obtuvieron gran éxito internacional con el libro, que también recoge otras experiencias similares. Algunas más impactantes que la vivida por los Ferrer en El Quisco.
Pero, sigamos… "A pesar de las circunstancias, Florencio conservó la sangre fría. Dio nuevamente contacto al motor y continuó la marcha. La luz comenzó a desplazarse paralelamente a ellos a una distancia de unos cincuenta metros".
"Después de recorrer un kilómetro y medio, siempre acompañado por el ovni (…) llegaron al balneario. Durante el trayecto los focos del furgón no fueron encendidos y a pesar de no haber luz de luna, la visibilidad en el camino era optima", aseguró el hombre a los reporteros.
En las páginas sucesivas, el texto habla de testigos que habrían confirmado la forma "discoidal" del aparato, que "permaneció frente a la bahía en completo silencio por cerca de veinte minutos y realizó virajes en ángulos muy cerrados, imposibles de efectuar por cualquier avión o helicóptero. Luego el disco volador se alejó velozmente en dirección hacia Valparaíso".
El "Diario Ilustrado" caracterizó el relato como "sencillamente apasionante". Y eso no es todo.
Visitas
"Pasados algunos días, dos expertos de la Nasa le solicitaron una entrevista exclusiva. Ferrer accedió. Los representantes de la agencia se presentaron con una extraña caja, que no abrieron en un primer momento. El interrogatorio se basó en los colores que emitía (el objeto). El testigo (Ferrer) manifestó que había distinguido tres tonalidades. Cuando el ovni estuvo cerca del furgón, solo vio luz blanca; a orillas del mar la tonalidad cambiaba al azul con matices rozados. Ante la insistencia de los técnicos negó haber visto otros colores. Solo entonces abrieron la caja. Contenía un panel con un juego de luces de todas las gamas, a las cuales se les podía dar distinta intensidad. Ferrer fue sometido a pruebas bastante acuciosas", contó después.
"Las respuestas deben haber sido muy precisas, pues la Nasa lo invitó a viajar a Estados Unidos con todos los gastos pagados, (pero) fue rechazado".
Florencio Ferrer, de acuerdo a su certificado de defunción, murió el 28 de enero de 1998 a los 65 años.
La duda que se hacen los autores sigue pendiente: ¿Qué iba a preguntar la Nasa en Estados Unidos que no se pudiera contestar en Chile?.