José Machuca, el zapatero que lleva más de 50 años en el rubro
Este sanantonino continúa realizando un oficio que está casi en extinción. "Me va bien, todos los días tengo mucho trabajo, así que no me puedo quejar", confiesa este salvavidas del calzado.
Los talleres de reparación de calzado se niegan a morir y mientras exista un amante del oficio, habrá esperanza de conservar en buenas condiciones el par de zapatos regalón que tanto queremos.
Así lo reconoce José Machuca, de 65 años, que trabaja en el conocido local "Condorito", que está ubicado en la calle Lautaro, en pleno centro de Barrancas.
Apenas uno entra a su local se puede identificar el olor a cuero del montón de zapatos que rodea a José. "Me va bien, todos los días tengo mucho trabajo, así que no me puedo quejar", comenta.
Miguel Vega es un cliente habitual que viene desde el sector de las Brisas a Barrancas para reparar su calzado. En esta oportunidad vino a buscar unas botas españolas de marca "Sancho" que adquirió en el año 2010. Destaca y valora el trabajo de José porque cree que es de calidad y que lo realiza de muy buena manera.
Al mismo tiempo el reparador explica que las botas que lleva Miguel cuestan alrededor de 100 mil pesos, ya que son de cuero y es imposible pensar en botarlas porque con un buen ajuste quedan como nuevas.
Machuca recuerda que antiguamente todo el calzado era de cuero y, además, se producía en el país, por lo que su calidad era óptima y no como ahora, que todo es desechable.
"Las personas necesitaban de este oficio para hacer durar sus zapatos, debido a que las condiciones socioeconómicas no eran favorables", rememora el zapatero.
-José, ¿cuándo se inició en el oficio de la reparación de calzado?
- Uffff... hace 52 años. Cuando comencé estaba en Llolleo al lado del supermercado Carrera.
El zapatero comenta que sólo tenía 12 años cuando se encantó con este trabajo. En ese entonces vivía en la población Juan Aspeé, en donde había un taller de calzado cerca de su casa y con otros niños siempre iban a mirar porque las personas andaban prácticamente a "pies pelados", por lo que era fundamental que existiera este rubro.
"Lo que me llamó la atención es que todos los días había plata. Algunas veces no es mucho, pero sé que siempre habrá", dice.
También recuerda que el caballero que atendía el taller era Juan Rojas y que partió ayudándole como lustrador hasta que aprendió todas las técnicas que conoce y utiliza inclusive hasta hoy.
-¿Siempre se ha dedicado a este rubro?
-Yo he hecho de todo en esta vida, desde zapatero hasta maestro de cocina en el Juanita y en un restorán de Cartagena... Pero al final siempre vuelvo a los zapatos porque es lo que más me gusta.
Machuca detalla que puede reparar entre 20 a 30 pares de calzado en un día. Por este motivo, cuenta con clientes antiguos que lo prefieren y vienen desde que eran muy jóvenes, siendo ellos mismos los que se acercan para que este zapatero les arregle el calzado de sus hijos o nietos. "Mire como estoy acá lleno de zapatos por todos lados", dice.
Por otra parte, revela que siempre le ha gustado trabajar de forma independiente porque así no tiene que darle explicaciones a nadie. Además, puede escoger sus horarios de trabajo porque es tajante al decir que si quiere abre o no su taller. La comodidad que tiene no la cambia por nada del mundo.
Las herramientas que utiliza habitualmente son los cuchillos, el martillo, la tenaza y el desatornillador, siendo la más importante "la pata", ya que no quedan en el mercado. Este utensilio lo tiene desde que empezó en el rubro y sirve para poner el zapato y poder emparejar la tapilla o la suela.
"Muchas herramientas están conmigo desde siempre y el material que utilizo lo tengo que ir a comprar a Melipilla", manifiesta.
Clientes y amigos
La relación con sus clientes es única porque con muchos de ellos ha hecho amistad, pues con todos conversa y se echa una tallita. "Me gusta que el ambiente sea grato tanto para mí como para ellos, sobre todo que se vayan contentos".
En su taller no sólo se hacen reparaciones de calzado, sino que también arreglos de chaquetas de cuero y de carteras, porque asegura que le enseñaron a nunca negar un trabajo. Por eso su familia está muy agradecida por lo que hace, ya que gracias a él no les hace falta nada.
-¿Sus hijos no están interesados en seguir su oficio?
-Tengo un solo hijo y no está ni ahí con los zapatos (ríe). El ya está grande, casado y vive en Viña del Mar. No lo puedo obligar hacer algo que no quiere.
El zapatero ha recorrido todo Barrancas con su trabajo, puesto que ha estado en diferentes lugares con su negocio, como en calle El Molo, en la esquina de El Buque y ahora en Lautaro. "En este taller llevo seis años, pero me he desplazado porque busco locales en que el arriendo sea accesible para mí".
-¿Por qué su taller se llama "Condorito"?
-Es porque esta reparadora de calzados ha tenido de cuatro a cinco dueños... Entonces, la primera dueña que ya falleció le puso así y todos respetamos el nombre inicial.
Anécdota
Mientras se hace la entrevista entra otro cliente y le dice: "¡Exijo una explicación!", a lo que José ríe y comienza a explicar el significado de la frase.
En el terromoto de 1985, Barrancas y el taller en el cual trabajaba quedaron en el suelo, junto con el sufrimiento de la pérdida material de todas las personas de la provincia.
Como la reparadora de calzados llevaba el nombre "Condorito", en el marco del terremoto vino Pepo, el famoso creador de la historieta cómica que, según en las palabras de Machuca, quedó conmovido y donó dinero para que pudieran construir un nuevo taller.
"Lo recuerdo como si fuera ayer... Estaba junto a Mario Zamora y Pedro Chávez peluseando cuando de repente veo a un periodista de la zona junto al gran Pepo y lo traía porque le explicó que había un taller de calzado llamado "Condorito". El zapatero después de esa experiencia junto a sus colegas pintaron un cartel grande con letras rojas con la famosa frase "exijo una explicación", para darle un poco de alegría a la gente.
-¿Qué significó para usted esa experiencia?
-Fue increíble, de hecho tengo una foto guardada con él y siempre valoraré lo que hizo por nosotros en ese entonces porque todo San Antonio sufrió mucho.
José Machuca no piensa abandonar su pasión por lo que abre de lunes a sábado, desde las 9.30 hasta las 19.30 horas.