El peor "chiste": humilde familia iba por la casa propia y terminó viviendo en un campamento
Luis Ibaceta y su pareja Karla Guerra trabajan como payasos en San Antonio y Cartagena. Tienen una hija de apenas 22 días de vida y hoy luchan por no pasar frío en su precario hogar del cerro Bellavista.
Luis Ibaceta y su pareja Karla Guerra escaparon de Santiago para darle un mejor vivir a su pequeña hija que por aquel entonces tenía apenas un año de vida.
Aburridos de la delincuencia, de las drogas y de la dura realidad callejera de la capital, esta pareja arribó a la comuna de San Antonio hace cinco años.
"De los seis años, más o menos, que trabajo en la calle. Mi madre fue mamá soltera y como no tenía los recursos, yo me quedaba en las casas de tías, abuelo o cualquier familiar que nos pudiera acoger", confiesa el padre de esta familia.
Así, Luis ingresó desde muy pequeño al mundo laboral junto a su abuelo, quien tenía un puesto en la feria de Lo Prado.
"Soy de familia de artistas y por lo mismo siempre me gustó cantar. Partí en las ferias libres, después en las micros y así hasta el día de hoy, que me dedico a hacer reír a la gente", confiesa en su improvisada mediagua del campamento Nueva Vita, en una quebrada del cerro Bellavista.
Allí llegaron luego de ser engañados por un vecino de la población El Carmen.
"Yo vengo a San Antonio y a la Terraza de Cartagena hace 14 años, más o menos, y cuando quisimos escapar de Santiago por la delincuencia y la drogadicción lo primero que pensamos fue en venirnos para acá. Un lugar tranquilo donde nuestra hija de seis años, y ahora la otra hijita (22 días) crecieran en un ambiente tranquilo", comenta Luis, para luego confesar que han tenido que batallar más de lo que ellos quisieran producto del engaño.
Karla relata que "comenzamos arrendando una casa en El Carmen. El dueño siempre nos dijo que quería que nosotros nos quedáramos con ella. Por lo mismo de a poquito la fuimos arreglando y juntando plata para comprarla".
Estafados
Karla y su esposo Luis se dedican a contar chistes. Son humoristas, más bien payasos, como él destaca.
"Yo soy contador auditor, me recibí de eso, pero cuando ejercí me di cuenta que no me gustaba. Lo mío es hacer reír a la gente, contar chistes. Uno se siente bien cuando alguien te dice: 'por cinco minutos me sacaste de mis problemas'. Uno con esas cosas se siente gratificado", dice Luis.
Pero, paradójicamente, una vez que esta pareja se saca el maquillaje sus problemas aparecen.
"Cuando estábamos viendo el tema de la compra de la casa, con mi señora nos fuimos un par de días a Santiago para trabajar en las micros contando chistes. Necesitábamos plata para comprarla. Cuando volvimos con toda la ilusión de obtener nuestro hogar propio nos llevamos una gran sorpresa", adelanta Luis.
Karla explica que "cuando llegamos a la casa había otras personas viviendo. El dueño la había vendido y eso que nosotros le pasamos plata y harta como adelanto. Fue una pena terrible. Te sientes frustrada, no por ti, sino por tu hija, porque a nadie le gusta vivir mal, en precariedad, ni menos con niños, como ahora".
Ambos confiesan que no quisieron denunciar y demandar a este hombre que los había engañado. Para ellos la justicia divina es la que condena. "Nos sentimos estafados, pero quien juzga verdaderamente es el de arriba, Él sabe todo y nosotros seguiremos luchando, como hasta ahora", confirma Karla.
Por esa razón esta familia se hizo de un terreno en una de las quebradas del cerro Bellavista, donde 14 familias componen el campamento Nueva Vita.
Allí Luis y Karla han probado de dulce y agraz. Sufren con las lluvias, con el frío y con su hija recién nacida, que apenas tiene 22 días.
"No tenemos baño. Tenemos un balde afuera de la casa para hacer nuestras necesidades. Lavamos los platos afuera de la casa. Pero la mantenemos limpia. Pese a todo, somos felices apoyándonos entre nosotros", dice la mujer en relación a su hogar, construido principalmente de material ligero y uno que otro cartón que impide en algunas ocasiones que pase el agua de las lluvias.
"La (hija) más chica es la preocupación de todos. Tenemos que tratar de tener la casa calentita, ver que ella se encuentre bien... Hoy luchamos por ella por conseguir nuestra casa propia. Queremos dejarles algo a ellas aunque sea poco, pero para que no sufran lo mismo que nosotros", culmina este payaso de profesión.
5 años lleva esta familia viviendo en el campamento Nueva Vita, en Bellavista.