Los dramas de salud que vive un joven portuario a causa de su obesidad
El trabajador Gabriel Tarifeño tiene la esperanza de que su suerte cambie, por lo que está juntando dinero para someterse a una cirugía. Mañana se realizará un bingo en la sede del club Norteamérica de Placilla.
Gabriel Tarifeño García está esperanzado en que la tercera será la vencida. Hace tres años que el movilizador portuario, de 33 años, está intentado por distintos medios realizarse un bypass gástrico, y espera con ansiedad que este mes se concrete la intervención para dejar atrás los sufrimientos que le han ocasionado sus más de 150 kilos de peso.
Resistencia a la insulina, hígado graso y apnea del sueño son algunas de las patologías que ha desarrollado con su obesidad. A eso se suman las dificultades diarias, como problemas para caminar y para conseguir ropa de su talla, además de soportar las bromas por su aspecto físico.
Intentos fallidos
En 2015 Tarifeño tuvo la primera oportunidad para terminar con su obesidad de alto riesgo, pero a causa de movilizaciones en su trabajo no continuaron las conversaciones para un préstamo que le otorgarían.
El año pasado comenzó otro proceso, a través del plan Auge. Desde San Antonio lo derivaron al hospital Eduardo Pereira de Valparaíso, donde asistió a varios controles médicos. Paralelamente, hacía ejercicios, gracias a los que logró bajar de peso, pero no pudo continuar por una fascitis palmar en su pie, que es una inflamación en un tejido provocada por estar mucho tiempo de pie y por el sobrepeso.
Los controles médicos no eran recurrentes y conseguir la operación era difícil. "Entré prácticamente a una tómbola", señala Tarifeño, quien vive junto a su hija de 16 años en Barrancas. Por este motivo, desistió y ahora lucha por hacerse la intervención quirúrgica de forma particular.
"Yo antes era flaco", señala. En fotografías se puede ver el cambio drástico que ha tenido. A sus 15 años era un joven muy delgado y cuando tenía poco más de 20 años tenía algunos kilos de más, pero no llegaba al nivel de obesidad actual.
En el 2011 empezó a hacer servicios extraportuarios como operador de grúa horquilla, cumpliendo turnos nocturnos o dobles, por lo que no tenía horarios establecidos de comida y sólo se alimentaba con alimentos del tipo chatarra. "Cuando trabajaba en la grúa me podía tomar tres litros de bebida al día", recuerda.
"Ahí me disparé y no me di cuenta", señala Gabriel sobre ese periodo laboral. De hecho, en su peor momento llegó a pesar 165 kilos.
Actualmente, está esforzándose al máximo con el fin de bajar de peso para la cirugía, por lo que ha tenido que recurrir a una dieta saludable. "Es un proceso muy largo y difícil", confiesa. Debido a su trabajo, le es complejo mantener horarios fijos, pero lo está intentando: "He logrado ordenarme. Ahora evito la chatarra y me llevo comida sana desde mi casa, como pollo o atún con ensaladas", explica. "Yo antes no comía nada de eso y ahora ya me gusta la ensalada y el apio", cuenta sobre su cambio.
Hoy se muestra contento, porque ha logrado bajar y está pesando alrededor de 156 kilos, lo que lo acerca al peso ideal para la operación, que debe realizarse a fines de agosto.
El drama de la apnea
La apnea del sueño ha sido una de las consecuencias más invasivas de la obesidad, afectando su día a día.
En el año 2014 una expareja se percató que él dejaba de respirar mientras dormía y le insistió para que visitara a un especialista. Luego de muchos exámenes le dijeron que tenía apnea del sueño severa, ocasionada por sus problemas de peso.
Una persona con esta patología tiene fuertes ronquidos poco después de quedarse dormida. Luego, viene un periodo de silencio, porque se detiene su respiración y, a continuación, un fuerte resoplido o jadeo, cuando trata de volver a respirar.
Durante más de un año tuvo que dormir conectado a una máquina para facilitar su respiración.
Pero esta enfermedad no sólo afecta a las personas mientras duermen. Durante el día puede provocar que se queden dormidas mientras trabajan o incluso cuando conducen, y también genera dificultades para hablar.
"En esa época en el trabajo me cambiaron de funciones por precaución. Yo manejaba la grúa, pero pasé a ser movilizador", explica. Él agradece que lo hayan cambiado de labores y el apoyo que le han entregado sus compañeros y la gerencia de Muellaje Central, donde trabaja desde 2014.
Socialmente fue difícil, porque sus compañeros no entendían que se quedara dormido en todas partes. Después de un tiempo, les explicó el padecimiento que sufría y así tuvieran más cuidado para despertarlo.
Aunque su madre, Sonia García, tiene aprensiones frente a la operación, espera que su hijo se recupere. "Es un proceso bueno para que pueda vivir tranquilo, porque él se sienta y se queda dormido y no lo podemos despertar. A veces incluso cuando hablamos por teléfono con él no sabemos que nos está diciendo, debido a las dificultades al hablar que le genera", explica Sonia.
Pese a que actualmente tiene regularizada la apnea con medicamentos y han disminuido sus efectos, sigue quedándose dormido si está sin actividad, lo que significa una constante preocupación para su familia. Muchas veces deben ir a su casa cuando él no contesta el celular, para verificar que esté bien. Además, le trae otros problemas: "Para mí viajar en bus es un calvario, porque me quedo dormido y ronco tan fuerte que molesto a la gente. No es grato para mí", señala.
Bingo
A pesar de su obesidad, hasta hace un par de años Gabriel vivía como cualquier joven de su edad. Le gustaba ir a las discoteques a bailar e incluso jugaba al fútbol. "Tuve que mostrarle fotos a mis compañeros de trabajo para que me creyeran que jugaba a la pelota", cuenta.
Desde hace más de dos años que no puede pichanguear y a los pubs dejó de ir, porque le dolía la espalda y a veces comenzaba a quedarse dormido por la apnea.
Para dejar estos problemas atrás y retomar su vida, Gabriel necesita juntar cinco millones de pesos, que es el valor de la cirugía, considerada como una intervención estética.
Para reunir la suma, decidió ponerse las pilas y hacer un bingo. Durante las últimas semanas se ha dedicado a conseguir la locación, los cartones y los premios para la actividad, con la esperanza de juntar el máximo dinero posible.
El bingo se realizará el viernes a partir de las 19 horas en la sede del Club Norteamérica (al final de calle Miraflores, en Placilla). La adhesión es de $3.500.
El resto lo obtendrá de préstamos y el dinero de una negociación en su trabajo. A pesar de que aún no tiene asegurada la operación, Gabriel tiene fe en que "la tercera será la vencida".