La lucha de 30 años del sindicato por cuidar la Caleta San Pedro
Tras la escasez de recursos marinos, el Sindicato de Buzos y Pescadores realizó un giro turístico de su antiguo lugar de trabajo. Hoy continúan difundiendo su labor, con la esperanza de que las nuevas generaciones reciban su legado.
Tres décadas se cumplieron este año desde que un grupo de pescadores y buzos de Cartagena decidió organizarse a través de un sindicato, para poder regularizar con las autoridades locales la extracción de las machas, alimento que era su principal sustento en aquel tiempo.
En ese entonces el paisaje de la Caleta de San Pedro de Cartagena era muy distinto al de ahora, recuerda el pescador y presidente del sindicato, Carlos Echeverría Velásquez, quien también celebra 30 años como dirigente de esta institución.
Echeverría recuerda que cuando iniciaron las mejoras de la caleta no había nada allí. "Los viejos antiguos no nos dejaron nada a nosotros, cuando comenzamos solo teníamos un cuartito de lata y después fuimos construyendo para poder potenciarnos, pero lamentablemente el producto se nos agotó", cuenta.
Durante los primeros años, los más de 100 asociados trabajaron para mejorar el sector. Gracias a un fondo de la Embajada de Canadá, en 1989 dieron un importante paso: inauguraron siete boxes para guardar los materiales de trabajo. Hasta hoy, Echeverría recuerda ese hecho como uno de los tantos logros que han conseguido.
Tiempos de abundancia
La postal de la caleta ha ido cambiando con las décadas, y no solo por su infraestructura. Hasta fines de los años 90, se podía ver allí decenas de embarcaciones saliendo en busca de la macha.
"En ese tiempo teníamos la vaca gorda, que era la macha. Todos trabajamos en este rubro, ya sea buceando o de ayudantes. Llegaron a haber aquí 30 embarcaciones", recuerda el dirigente sindical.
Además de este producto, en la zona los pescadores sacaban jureles, merluzas y congrios.
Pero los tiempos de abundancia de la macha se terminaron y "quedaron a la deriva", indica Echeverría. Las personas comenzaron a tomar otros rumbos, porque "la pesca no te daba las mismas garantías. En el buceo era más rápido y se ganaba plata día a día, por lo que la gente prefirió buscarse otras alternativas de vida", explica Carlos.
A mediados de los 90, hubo otro tema que perjudicó a los pescadores de la zona. La rampa de la caleta quedó mal hecha y los botes no podían varar allí, debido a un mal acceso. Desde entonces, los botes deben salir desde San Antonio y solo se dirigen hasta la caleta para sus mantenciones.
Además, el sector es muy abierto y llega mucho viento desde el norte cuando hay temporal, por lo que, por seguridad, prefieren dejar sus embarcaciones en San Antonio.
Actualmente en el lugar solo se pueden ver las antiguas lanchas de madera en las que salían los "viejos" a pescar.
Atractivo turístico
A causa de estos factores, el sindicato, compuesto actualmente por 30 personas, se animó a realizar un importante giro. Hoy la histórica caleta, que data de fines del 1500, es un atractivo punto turístico del Litoral Central, donde los visitantes pueden conocer la Cueva del Pirata, guiados por quienes fueron pescadores.
A través de la postulación a distintos fondos, la organización ha conseguido mejorar el terreno que está bajo su concesión.
En los últimos años, remodelaron el restaurante, que tiene una privilegiada vista al mar. Actualmente, están regularizando los papeles para inaugurarlo en septiembre.
Con otro proyecto lograron adquirir una lancha de turismo, que ofrecerá paseos desde la caleta hasta la Virgen de los Suspiros.
Durante años, ellos han mantenido el recinto a flote, limpiando y protegiendo sus alrededores. "Si no hubiésemos cuidado este lugar, esto sería tierra de nadie. Llegarían los turistas con carpas a quedarse acá", reflexiona Echeverría.
Gracias a la belleza natural del lugar y a la Cueva del Pirata, en la caleta reciben a muchas personas. Los socios esperan que con la apertura del restaurante aumenten los visitantes, y así poder recaudar más dinero para la mantención del área de manejo y otros gastos, como la ayuda a los socios que se enfermen o que tengan algún problema económico.
Guardián de la caleta
"El único hijo que tengo es la caleta", afirma el pescador Carlos Echeverría, quien no tuvo hijos y ha dedicado su vida a la conservación de este sitio.
El dirigente se crió en el sector y aún vive en el terreno familiar, desde donde tiene una vista privilegiada hacia la caleta.
A los 15 años, Carlos comenzó a salir a la mar con los "viejos antiguos". Observándolos aprendió técnicas para pescar que ya no se usan.
Los viejos solo lo llevaban porque él tenía un bote con motor, llamado Rocío y que aún exhibe como reliquia en la caleta. Echeverría relata que los pescadores viejos "eran mañosos y no les gustaba llevar gente joven. No nos enseñaban, así que uno tenía que mirar y con la pura viveza de uno aprender".
"Salíamos en la noche a Punta de Tralca a pescar al pulso, esto se hace con un nailon que se tira con un plomo, donde se pone la carnada y se van buscando las cuevitas, los caladeros que le llaman. En esa época no había GPS, entonces los más viejos se ubicaban con las luces, miraban una luz de tierra en El Tabo y una al frente en Cartagena, entonces así ubicaban donde estaban los caladeros y ahí pillaban congrios y merluzas", recuerda sobre la década del 70 el dirigente.
Echeverría se dedicó durante más de 20 años a la pesca. En el 2000 tuvo sus últimas salidas y luego, al igual que muchos de sus compañeros debió cambiar de rumbo. En la actualidad trabaja haciendo distintos pololitos y cuidando algunas casas, pero no dejó el sector.
Durante todos estos años, Carlos se ha tomado de forma personal el desafío de mantener la caleta, liderando las postulaciones a fondos y dedicando gran parte de su tiempo a la mantención del sitio. Además, es uno de los ex pescadores que realizan guías turísticas. Por este motivo, se siente feliz de todo lo que han conseguido. "Me enorgullece, porque después de no haber tenido nada ahora tenemos casi un imperio para potenciar turísticamente", señala Echeverría sobre los avances conseguidos.
Tras la crisis, muchos se fueron, pero Echeverría y otros pescadores y buzos decidieron continuar en la caleta. "Nosotros nos quedamos por amor. Nos enamoramos de ese tiempo y queremos que se conserve, para que la generación que viene pueda observar que aquí nosotros le dejamos esto", afirmó el dirigente.