Nury, una cocinera con "mano de monja" y un sazón divino
Sus clientes vuelven una y otra vez por la calidad de sus platos. Nury Berrueta tiene un local de colaciones y empanadas en avenida La Marina, en Barrancas. Todos le preguntan su secreto culinario, sin embargo, ella asegura que no tiene ninguno.
Nury Berrueta hace decenas de colaciones y empanadas al día. Abre su local en calle La Marina, en Barrancas, justo frente a la cárcel, todos los días a las ocho de la mañana. Trabaja de lunes a domingo. Sabe que sus clientes volverán ansiosos por comer un costillar de cerdo, una carne al jugo, un pollo relleno, un pastel de jaiba o uno de los 18 tipos de empanadas que ofrece.
Le preguntan por su secreto. "¿Qué le echa a la comida que le queda tan rica?", suelen consultarle quienes pasan por el establecimiento. Ella no sabe qué responder. No tiene tal secreto.
Con el tiempo, y con la insistencia de su hijo y de sus compradores se ha ido convenciendo de que se trata de un "don", porque a pesar de la enorme cantidad de alimentos que prepara cada jornada, ella no prueba ni un bocado.
"No saco de nada. Con los olores me basta, aliño con las manos, ellas saben cuánta sal y cuánto de todo hay que ponerle a cada cosa, pero de probar, nada. En broma me dicen que tengo mano de moja", comenta entre risas.
TODOS LOS DÍAS
Hablamos con ella un lunes por la mañana. Como siempre, está con una sonrisa de oreja a oreja. Sabe que el otro elemento que hace que la gente retorne al "Rincón de Nury" es su atención.
"Si no hay nada, me las ingenio, pero las personas no salen con las manos vacías. Si se acabaron los almuerzos, hacemos un filetito de pollo. Si se acabaron los acompañamientos freímos unas papitas, siempre hay una opción", agrega mientras le da vueltas a unas presas de carne al jugo que se cuecen a fuego lento.
Ese día también tiene pollo al limón, a la mostaza y tortillas.
"La idea es hacer cosas buenas y que marquen la diferencia, porque colaciones venden en todas partes, pero como las mías no", recalca con orgullo.
Pero ese orgullo no es antojadizo, se lo ha ganado con años de trabajo. En ese local de La Marina lleva poco más de dos años. Antes tuvo otro con el mismo nombre en la esquina de Barros Luco donde funcionó por largo tiempo la extinta cadena de arriendo de películas Blockbuster.
"Ahí tenía jugos naturales y empanadas, pero cerré y me fui para la casa. La gente igual me reconocía y me preguntaban cuándo iba a abrir el local otra vez. Yo siempre les dije que pronto", agrega.
Empanadas
Esta vez está rellenando un par de empanadas que un grupo de muchachas le ordenó solo segundos antes.
"¿Va a salir en el diario, tía Nury?", consulta una de ellas. "Sí mijita", le contesta mientras abre y cierra un refrigerador.
"Mis empanadas tienen 70 gramos de queso más el acompañamiento", prosigue al avanzar con su tarea.
"Hay gente que me pide que les ponga un poco menos de queso, porque son muy contundentes, pero esa es mi receta, además no tiene gracia comprar una empanada y que esté hueca, que sea puro aire", explica.
El año pasado se ganó un reconocimiento por parte de la Municipalidad de San Antonio por la calidad de este mismo plato típico.
Esta última institución también le encomendó hacer 30 colaciones para las personas en situación de calle. Por las tardes un equipo municipal las pasa a retirar y las entrega a quienes viven en las calles de la comuna de San Antonio.
Son cerca de las 11 de la mañana. Dentro de poco más de una hora el local se llenará de gente de todas partes.
Funcionarios de las reparticiones públicas más cercanas llegan buscando almuerzo. Personal de la Gobernación, de la municipalidad, gendarmes y carabineros, entre otros, hacen fila para llevarse una ración.
Junto a su fiel compañera, Andrea Campusano, cocinan sin prisa, pero sin pausa.
Comienzo
El comienzo fue de menos a más. Nury siempre ha sido comerciante. Además del mencionado establecimiento también ha tenido furgones escolares y un minimarket. "El comercio es lo que deja", asegura.
"Siempre quise volver. Estuve cinco años en mi casa, en mi zona de confort, pero sabía que en algún punto tenía que volver, porque me gusta lo que hago, lo paso bien, me entretengo", confiesa.
La primera misión, sin embargo, fue tener el espacio. "Un día iba caminando por acá (La Marina) y vi que este local estaba en arriendo, pregunté y me dijeron que no era para hacer algo con cocina. Al otro día me levanté con ánimo y como tenía mis ahorros volví y les ofrecí seis meses de arriendo por adelantado y que iba a a colocar una campana bien grande para que no quedaran malos olores", revela.
Los dueños no pudieron rehusar el ofrecimiento.
"Estaba tan contenta que llamé a mi hijo de inmediato para decirle que había vuelto al comercio", cuenta.
El joven, que suele estar con ella los fines de semana junto a su pareja, es uno de los más orgullosos del trabajo de su madre.
Siempre le dice que tiene un "don" para hacer tantas preparaciones sin degustar ninguna en el proceso.
"Yo creo que algo de eso tendrá que haber, pero no todo lo hago sola, con Andrea Campusano (su colaboradora) hacemos milagros juntas", continúa.
Las mismas jóvenes que antes habían encargado las empanadas se despiden alabando los platos. Piden que quede consignado en la nota del diario, entre bromas.
La atención
Entre revolver las ollas y posar para las fotografías se nos pierde el hilo de la conversación. A Nury no le faltan temas. En algún momento hablamos de los signos zodiacales y cómo serían las personas de acuerdo a sus signos.
De vuelta al tema, sigue haciendo revelaciones. ¿Dónde aprendió a cocinar y cómo lo hace para descansar?.
"Cuando tenía doce años me lancé a la cocina. Aprendí con mis dos abuelitas que me iban guiando", continúa. Ahora está limpiando un mesón. "Me gusta que todo esté lindo y obviamente limpiecito". Esta mujer no para de trabajar.
-¿Cómo lo hace para descansar si trabaja todos los días?
-En las noches, como casi todo el mundo.
-¿Y no se enferma?
-A veces me he sentido mal, pero no tomo en cuenta. Son cosas que pasan. Yo trabajo y con eso lo malo no demora mucho en quedar olvidado.