El dulce emprendimiento que cambió la vida de Sandra Fuentes
La mujer lleva 13 años dedicada a la venta de maní confitado en la esquina de Lauro Barros con Centenario.
S andra Fuentes confiesa que vivió momentos difíciles hace 13 años. No encontraba trabajo y tenía cuatro hijos a quienes sacar adelante.
"Fue un periodo complicado, porque necesitaba con urgencia encontrar pega por mis hijos. No aparecía nada y de repente empezaron a resultar las cosas", menciona la mujer mientras prepara maní confitado en la concurrida esquina de Centenario con Lauro Barros.
"Poco a poco comenzamos a salir adelante. Cuando empecé a trabajar como asesora del hogar me encontré con unos jefes muy buenos que me incentivaron en esto que hoy en día es mi trabajo", añade.
A través del Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis), esta vecina desarrolló un proyecto que consistía en un carrito para vender frutos secos y el clásico maní confitado.
"Estuve un poco más de un año desarrollando este proyecto, consiguiendo los permisos y todo lo que se necesitaba para establecerme con un carrito en la calle. Esta es una buena esquina y gracias a mi trabajo pude sacar adelante a mi familia", cuenta esta empeñosa mujer.
Sandra afirma que mucha gente la visita a diario para, literalmente, devorarse el maní confitado que prepara junto a su esposo Aníbal Olivares.
El hombre relata que "ella me trajo a este mundo y es increíble cómo hay personas que vienen de propio a comer el maní que prepara la Sandra. Ella le ha puesto mucho empeño y acá la gente le tiene mucha estima. Es la reina de las abuelitas. Cada vez que una persona de la tercera edad necesita cruzar la calle ella le ayuda y se ha ganado un cariño muy grande de mucha gente".
Por las mañanas Olivares se hace cargo de este dulce emprendimiento y por las tardes, se une su mujer a las faenas confiteras.
"Nos turnamos con mi señora. Yo llego a la casa, cocino, barro, limpio y tengo que dormir mi clásica siesta", cuenta entre risas para luego agregar que "es que no puedo vivir sin la siesta. Pero a las cinco y media de la tarde bajo para acompañar a mi esposa y estamos hasta las siete y media . De ahí nos vamos a pasear", revela el hombre.
Olivares explica que "Sandra es Testigo de Jehová y por las mañanas sale a predicar y esas cosas. En la tarde ella viene a trabajar y otros días no puede, porque además está estudiando podología".
La mujer detalla que "dos veces a la semana tengo clases. A mí me gusta mucho este trabajo de vender maní. Lo hago feliz, porque me encanta atender a la gente, conocer personas y ayudar. Precisamente por lo mismo estoy estudiando podología, para atender gratis a los abuelitos que lo necesitan".
400 pesos cuestan los 95 gramos, aproximadamente, de maní confitado.