44 años sin Neruda
por David Bustos Muñoz, escritor
La primavera de 1973, no despuntaba el sol como siempre. Un extraño silencio rodeaba a Isla Negra, sus cipreses aún jóvenes, apenas superaban su propia sombra, la brisa marina se tornaba enrarecida.
El 23 de septiembre, Neruda fue trasladado de Isla Negra a Santiago en ambulancia, y en la Clínica Santa María, lamentablemente fallece. Pero antes que los datos propios, y complejidad del caso de su muerte, es importante otra cosa. Neruda escribió poesía, pensó sus libros y recibió a connotados escritores en su casa de Isla Negra. Su hogar era un lugar obligado de las tertulias de la comunidad isleña. Hasta ahí llegó en una oportunidad el escritor Julio Cortázar desde París, con una grabadora para hacerle una entrevista, y al verlo en cama, con su salud deteriorada, se dejó llevar por la suavidad de sus palabras y el afecto de la última conversación.
Neruda era un ciudadano del mundo y vivió en muchos sitios: Rangoon, Birmania, Colombo, Buenos Aires, París, Madrid, etc. Pero sin embargo Isla Negra, siempre fue una de sus casas predilectas. ¿Qué sucede en Isla Negra? ¿Qué sucede en Cartagena? ¿En Las Cruces? ¿El Tabo? Nombro todos estos lugares del litoral, porque en cada uno de esos sitios, poetas y escritores de renombre, han escogido para vivir.
Habitar hoy un lugar poético, es cada vez más difícil, parece que el mundo funcionara en dirección contraria a la quietud de los días. Como si llenarnos de obligaciones nos impidiera estar con nosotros mismos, escuchando la profundidad de nuestros enrevesados pensamientos. ¿Y para qué queremos habitar un lugar? ¿Por qué necesitamos de esa intimidad? Quizás sea para volver a hacernos preguntas. Preguntas que no tienen respuestas, pero que activan nuestra capacidad de asombro. Preguntas que nos superan y que nos devuelven sin máscaras a nuestra propia estatura.
La poesía es una respuesta a las preguntas del hombre de hoy. Una respuesta que tiene poca rentabilidad práctica, pero que amplía la percepción del mundo.
Recordar a Pablo Neruda, no es simple efeméride. El poeta muchas veces caminó por la playa de Isla Negra, trepó por las escarpadas rocas del Litoral Central con la curiosidad de un entomólogo y probablemente por las noches, ya vencido por el sueño, dejó caer sus párpados en su lecho, escuchando el sonido del mar, como si fuese una locomotora que atraviesa a todo vapor un túnel de agua.
Hace 44 años que Neruda dejó de existir. Y podemos decir, que su poesía aún no a muerto.