Sanantonino héroe salvó a abuelitos de morir ahogados con el huracán Irma
Leonardo Alvear contó cómo sobrevivió en un albergue mientras pasó la tormenta y salvó a decenas de adultos mayores en Estados Unidos.
T ras el devastador paso del huracán Irma por varias islas del caribe y el estado de Florida, en Estados Unidos, ningún otro fenómeno de estas características podrá llevar su nombre. El daño que dejaron sus vientos de casi 300 kilómetros, las lluvias y marejadas fue demasiado grande como para que la gente lo olvide fácilmente. Millones de personas quedaron afectadas y traumatizadas. El sanantonino Leonardo Alvear es uno de ellas.
Vivió en la parte alta de Llolleo hasta los trece años cuando emigró junto a sus padres a Norteamérica. "Ellos tenían familia allá, que estaban exiliados, y en 1991 nos fuimos de visita, pero al final nos quedamos un buen tiempo. Con el tiempo mis papás regresaron, pero a Santiago, y yo me quedé acá", cuenta Alvear desde Estados Unidos.
"Tengo buenos recuerdos en la plaza de Llolleo y también en Centenario, donde íbamos a comer completos", dice vía email. Recién la noche del jueves recuperó la energía eléctrica gracias a un generador diésel. Después de días logró cargar su celular.
Estuvo en Nueva Jersey, en Nueva Orleans y en el 2000 se radicó en Palmetto Bay, una ciudad costera del condado de Miami Dade, Florida. Allí vive junto a su pareja y sus dos hijas.
Desde allí ha sido testigo de las grandes noticias de ese país. Vio el horror con el atentado a las Torres Gemelas y cómo muchos jóvenes se enlistaron en el Ejército para ir a la guerra contra el terrorismo. Legalizó su estatus migratorio y hoy trabaja como administrativo en el Departamento de "Veterans Affairs", que asiste a los veteranos de guerra.
Sigue manejando el español a la perfección. Convive con más gente latina que "yanqui".
Arrienda una casa en un buen vecindario compuesto casi íntegramente por adultos mayores. El 4 de septiembre, cuando se declaró el estado de emergencia ante la amenaza del huracán que se había formado en el océano, contempló dos ideas: abandonar Florida o quedarse en un refugio a pesar de que las condiciones climáticas serían las peores.
"He vivido tormentas tropicales, pero esta es la más grande. Acá se hablaba mucho de Andrew (un huracán que impactó a Miami en 1992 dejando una enorme devastación)", agrega. Con su familia optaron por quedarse debido a que vieron la enorme preparación de las policías y servicios de rescate.
Se encerraron la tarde del sábado 9 de septiembre, no pudo ver mucho qué pasaba. El refugio se mantuvo con energía, pero servicios como internet o incluso la televisión estuvieron cortados por horas debido al fenómeno climático.
"El huracán lo pasamos en un recinto con resguardo de Fema (Agencia Federal para la Gestión de Emergencias). Nos afectó por la noche. Empezó a llover muy tarde. Mi mujer y mis hijas entraron antes, yo lo hice al final para evacuar a mi vecina, una mujer en silla de ruedas. Al final no fue solo ella. No recuerdo a cuanta gente subí al auto y me llevé, pero eran todos ancianos", reveló.
"Mi vecina, Grace, no quería ir, porque no quería dejar sus perros. Por suerte este albergue tenía un espacio para las mascotas, como muchos otros, pero ella no lo sabía. Un vecino me contó y decidí ir. No podría vivir pensando en que le hubiese pasado algo encerrada en esa casa y que yo lo había permitido. Trabajo con adultos mayores, con veteranos, así que sentí el deber", señaló.
El último recorrido terminó justo antes que cerraran las puertas. El gobierno les había advertido que quienes quedaran fuera de los refugios o no habían evacuado no podrían ser rescatados por horas.
No durmió esa noche. La lluvia duró horas y el viento igual. El mar se salió en varias partes de la ciudad, pero no llegó hasta su barrio.
Estaban a kilómetros del ojo del huracán, que es lo más peligroso en cuanto a los vientos, sin embargo, hubo serias inundaciones. "Más gente muere ahogada que por el viento. Me gusta pensar en que ayudé e hice una buena acción, pero no que soy un héroe. Otros hicieron más que yo", dice.
Casi 48 horas después pudo volver, no había autorización para entrar al lugar, debido a que estaba siendo revisado con perros por si había cadáveres, sin embargo lo hizo igual. Se halló con una equis en la puerta de la casa que decía 11-S y un cero. Eso indicaba la fecha en que registraron la residencia (once de septiembre) y que no había cuerpos o sobrevivientes en su interior.
La vivienda estaba intacta, pero había agua. Entró a todas las habitaciones.
"Acá hay una comunidad latina muy unida y nos hemos apoyado entre todos. Mi casa es rentada, pero no tuvo problemas. Además de que entró agua, perdimos un televisor y otros productos. Hemos estado durmiendo afuera de casa en una carpa porque no tenemos ventilación y hace mucho calor. Hemos estado trabajando en la limpieza de la calle, que quedó con muchos árboles y los cables de energía eléctrica en el suelo", detalló.
A pesar del trauma no piensa en volver a San Antonio. Sus papás están en Santiago y él feliz con su familia a miles de kilómetros.