La larga historia de amor que se inició en el Teatro Cervantes
Ángela Santis y Luis Eduardo Moya se conocieron a principios de los '50 en San Antonio, cuando trabajaban para el mismo patrón. Este año, la longeva pareja cumplió 60 años de casados, que celebraron en grande con sus retoños.
Ángela Santis (80) tenía 13 años y Luis Eduardo Moya (83) tenía 16, cuando se conocieron en San Antonio, el año 1951. Ella trabajaba como empleada puertas adentro para la familia Mangiola, que vivía en avenida Centenario, él en la ferretería de la misma familia, ubicada en Blanco Encalada. De eso han pasado 66 años. Ellos lo recuerdan como si fuera ayer.
"Trabajábamos con los mismos patrones. Ella cuidaba a los niños de la patrona y yo en la ferretería. Nos miramos y nos gustamos", señala sonriente Luis Eduardo.
"A mi me gustó lo loco que él era, porque subía la escala de la casa donde yo trabajaba, silbando y corriendo. Él era muy alegre", señala Ángela.
"Y a mi me gustó porque era muy bonita", afirma Luis con picardía.
Como a él le gustó tanto "Angelita", como le dice hasta hoy, se lo contó a una señora que trabajaba en la misma casa que ella.
"Fue una cosa tan infantil, porque estábamos niñitos y nos daba vergüenza estar solos. Entonces, la señora me dijo que a la tarde iban a ir al Teatro Cervantes (ubicado en el centro de San Antonio). Ahí detracito llegué yo y me senté al lado de ella. Mirándonos no más, asustados los dos. Yo miraba la película y le miraba y de repente empecé a acercar mi mano a la suya y le pesqué un dedito", cuenta Luis.
"El dedito chico", agrega Angela.
"Sí, se lo agarré y no me lo quitó ná´", continúa él.
"Yo le entregué la mano", afirma ella.
"Le tomé la mano y ahí comenzó el pololeo, sin conversar sobre pololeo ni nada", relata él.
"No. Después salimos calladitos y cada uno para su casa. Así como asustados", recuerda Ángela.
Ese día en el Teatro Cervantes comenzó la historia de amor de esta pareja de sanantoninos.
"Pololeamos seis años, desde que nos conocimos en el 1951. Nos casamos el 14 de septiembre de 1957. De ahí que estamos juntos, 66 años juntos", señala Luis.
Ángela y Luis se veían "a la salida del trabajo o cuando ella salía a barrer la escala de la casa de los Mangiola, y ahí nos juntábamos en la puerta a conversar un rato", recuerda él.
"Fue un pololeo muy sano. Nos mandábamos papelitos, íbamos al teatro. Yo no dejé nada, porque tuve dos hermanas que se casaron embarazadas. Entonces yo le decía al Lalo: 'yo no voy a hacer sufrir a mi mamá en este sentido", dice Ángela, muy seria.
El matrimonio
"Un día llegó Lalito (como le dice a Luis), con argollas de oro que había comprado en Centenario y me dijo que nos casaramos", cuenta Ángela, quien aún usa esa argolla.
La pareja se casó en la Parroquia de San Antonio y la fiesta fue en la casa materna de Angela, ubicada en el sector antiguo de Bellavista.
"Mi suegra nos regaló el pedacito de terreno. Hicimos la casa cuando estábamos solteros. Construimos las paredes con barro apisonado y paja, con los amigos del Club Estrella de Chile, donde yo era jugador, y la Angelita, que llegaba después que salía de su trabajo los sábados. Es esta misma casa, solo que cuando nos casamos era de piso de tierra y no tenía cielo", cuenta "Lalito" desde su hogar.
"Después del matrimonio, me subió en brazos por la escala de nuestra casa, que no estaba como ahora, sino que era de pura tierra", recuerda ella.
"Y esa noche fue mía", señala su esposo, riéndose.
Momentos difíciles
Ángela dejó de trabajar cuando se casó y Luis continuó trabajando como camionero. Él había aprendido a manejar años antes con su patrón Pedro Mangiola, y eso le sirvió porque gran parte de su vida trabajó como camionero y manejando liebres.
En el año 1960, el matrimonio había tenido a su primera hija, Ángela, y estaba esperando a su segundo hijo, Luis Eduardo, cuando la desgracia tocó su puerta.
Luis viajó al sur como camionero, cuando tuvo un accidente. "Iba viajando con mi jefe y él iba manejando, y chocamos. Él me dijo 'échese la culpa usted. Moyita, yo lo saco mañana, porque a mi quién me va a hacer los trámites'. Como yo era un cabro ingenuo todavía, acepté. Estuve 28 días detenido en Florida (comuna de la región del Biobío) esperando que llegaran los antecedentes", relata él.
Luego, cuando ya había sido liberado, lo contactaron de nuevo para ir al juicio. "Me llegó una carta de que tenía que ir a presentarme para la sentencia. Cuando llegué allá, se había muerto mi defensor. No sabía qué hacer, pero conversé con el alcaide y me dijo que si me daban 60 días aceptara la condena, porque ya había estado 28 días. Me dieron 61 días y acepté", recuerda.
"Lloré tanto en el patio de la cárcel, pensando en cómo estaría mi familia acá", recuerda él. "Imagínese, yo tenía a la niña chica y estaba embarazada. Fue terrible", agrega ella.
Estando detenido, nació el segundo hijo del matrimonio. "Cuando fue a cumplir el 'Lalo', nació nuestro segundo hijo. El 'Lalo chico' tenía como dos días cuando él regresó, yo aún estaba en cama", señala Ángela.
"Yo calculé que mi hijo iba a nacer al día después de que yo llegara, pero cuando entré acá, me paré en la puerta y vi que estaban los padrinos de matrimonio en la casa. Ya había nacido el 'Lalito'", recuerda emocionado.
Después de Ángela y Luis Eduardo, nacieron Lorena y José Luis, el último un destacado cantante que obtuvo el segundo lugar en el Festival de Viña del Mar en la competencia internacional el 2007.
Bodas de diamante
El pasado 14 de septiembre, los hijos de la pareja organizaron una celebración sorpresa por los 60 años de matrimonio de sus padres.
"Yo casi me muero. No teníamos idea de la fiesta que nos habían organizado. Yo creía que nos llevaban a comer a Tejas Verdes", señala Ángela.
"Nos llevaron engañados hasta la sede del Estrella de Chile y allí nos estaban esperando todos nuestros hijos, nietos, bisnietos familiares y amigos. Nos esperaban con un vals y empezamos a bailar los dos, abrazados, llorando de emoción", cuenta Luis.
"Yo estaba como loca. No podía creer todo lo que nuestros hijos habían preparado para nosotros. De pronto dijeron que ahora venían los regalos y yo no lo podía creer, gritaba, pero qué más regalos pueden tener si ya han hecho tanto", cuenta emocionada Ángela.
Para el matrimonio, sus hijos, por quienes hicieron muchos sacrificios, son lo mejor de su vida.
"Lo más maravillo que tenemos son nuestros hijos. Estamos felices y orgullosos de ellos. Se preocupan de nosotros, nos vienen a ver, nos hacen regalos. Muchas de las cosas que tenemos en la casa nos las han traído ellos. Son lo más hermoso que tenemos", señala la pareja, que aún se mantiene unida y demuestra su amor con abrazos y arrumacos.
"Nosotros ya no pololeamos como antes, pero todas las noches dormimos abrazaditos", afirma Luis. "Yo lo abrazo porque me da frío y él es calientito", agrega Angela, y los dos se ríen con complicidad en la casa que construyeron en su juventud.